Francisco anima a la lectura «Un buen libro abre el corazón y la mente, entrena para la vida»

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Vatican News 4.08.2024 | Tiziana Campisi

Un buen libro abre la mente, estimula el corazón, entrena para la vida. Palabra del Papa Francisco, que ha tomado lápiz y papel para hacer comprender a los futuros sacerdotes, pero también a «todos los agentes pastorales» y a «cualquier cristiano», la «importancia de la lectura de novelas y poemas en el camino de maduración personal».

Con la «Carta sobre el papel de la literatura en la educación», escrita el 17 de julio y publicada hoy, 4 de agosto, el Pontífice pretende «despertar el amor por la lectura» y sobre todo «proponer un cambio radical de ritmo» en la preparación de candidatos al sacerdocio, para que se dé más espacio a la lectura de obras literarias. Porque la literatura puede «educar el corazón y la mente del pastor» a «un ejercicio libre y humilde de la propia racionalidad» y al «reconocimiento fecundo del pluralismo de las lenguas humanas», puede ampliar la sensibilidad humana y conducir a «una gran apertura espiritual. Además, la tarea de los creyentes, y en particular de los sacerdotes, es «tocar» el corazón del hombre contemporáneo, para que se conmueva y se abra ante el anuncio del Señor Jesús», y en todo esto «la contribución que la literatura y la poesía que pueden ofrecer tienen un valor incomparable».

Los efectos beneficiosos de la lectura

En el texto, el Papa Francisco subraya en primer lugar los efectos beneficiosos de un buen libro que, «a menudo en el aburrimiento de las vacaciones, en el calor y la soledad de algunos barrios desiertos», puede ser «un oasis que nos aleja de otras opciones que no son buenos para nosotros», y que, en «momentos de cansancio, de ira, de desilusión, de fracaso, y cuando ni siquiera en la oración somos capaces de encontrar la quietud del alma», puede ayudar a atravesar momentos difíciles y a «tener un poco más de serenidad». Porque quizás «esa lectura nos abre nuevos espacios interiores» que nos ayudan a no cerrarnos «en esas pocas ideas obsesivas», que luego «nos atrapan de manera inexorable». La gente se dedicaba más a leer «ante la omnipresencia de los medios de comunicación, las redes sociales, los teléfonos móviles y otros dispositivos», observa el Papa, que destaca cómo en un producto audiovisual, aunque «más completo», «el margen y el tiempo para ‘enriquecer’ la narración o interpretarla suelen reducirse», mientras que al leer un libro «el lector es mucho más activo». Una obra literaria es «un texto vivo y siempre fructífero». Sucede, en efecto, que «al leer, el lector se enriquece con lo que recibe del autor», y esto «le permite hacer florecer la riqueza de su propia persona».

Dedicar tiempo a la literatura en seminarios

Si es positivo que «en algunos seminarios se supere la obsesión por las pantallas -y por las fake news venenosas, superficiales y violentas- y se dedique tiempo a la literatura», a la lectura, a hablar de «libros, nuevos o viejos, que continúan decirnos muchas cosas», reconoce Francisco, pero en general «en el camino formativo de quien emprende el ministerio ordenado» no hay espacio adecuado para la literatura, considerada «una expresión menor de la cultura que no pertenecería al camino de preparación y por tanto a la experiencia pastoral concreta de los futuros sacerdotes». “Este enfoque no es bueno”, afirma el Papa, pues conduce a “una forma de grave empobrecimiento intelectual y espiritual de los futuros sacerdotes”, que así no tienen “un acceso privilegiado, precisamente a través de la literatura, al corazón de la cultura humana y más específicamente específico del corazón del ser humano”. Porque, en la práctica, la literatura tiene que ver «con lo que cada uno de nosotros quiere de la vida» y «entra en íntima relación con nuestra existencia concreta, con sus tensiones esenciales, con sus deseos y sus significados».

Libros compañeros de viaje

Recordando los años de su docencia en un colegio jesuita de Santa Fe, entre 1964 y 1965, el Papa relata que, como profesor de Literatura, los alumnos debían estudiar a El Cid, mientras ellos “les pedían que leyeran a García Lorca”. “Así que decidí que estudiarían El Cid en casa y durante las clases les comentaba los autores que más les gustaban a los niños”, recuerda el Papa Francisco, añadiendo que preferían “las obras literarias contemporáneas” pero que “leer aquellas cosas que les atraían de momento, tomaron un gusto más general por la literatura, la poesía, y luego pasaron a otros autores», porque «al final, el corazón busca más, y cada uno encuentra su camino en la literatura». En este sentido, el Papa confiesa que ama «a los artistas trágicos, porque todos podemos sentir sus obras como nuestras, como expresión de nuestros propios dramas». El Pontífice advierte que no se debe «leer algo por obligación», sino que hay que seleccionar las lecturas «con apertura, sorpresa y flexibilidad».