En la Conferencia de Ginebra de 1931 se le hizo la siguiente pregunta a Gandhi: ¿Cómo es posible que los trabajadores puedan obtener justicia sin emplear la violencia? Si los capitalistas emplean la fuerza para suprimir su movimiento, ¿por qué razón no deben esforzarse en destruir a sus opresores?. Esta es su respuesta…
PREGUNTA:
¿Cómo es posible que los trabajadores puedan obtener justicia sin emplear la violencia? Si los capitalistas emplean la fuerza para suprimir su movimiento, ¿por qué razón no deben esforzarse en destruir a sus opresores?
RESPUESTA DE GANDHI:
Esta es la antigua ley, la ley de la selva: ojo por ojo, diente por diente. Como ya he dicho antes, todo mi esfuerzo tiende precisamente a desembarazarnos de esa ley de la selva que nada tiene de humana.
Ustedes tal vez no saben que soy consejero de un sindicato obrero de una ciudad llamada Ahmedabad, sindicato que ha merecido comentarios favorables de expertos en estas materias. Nos hemos esforzado siempre en emplear el metodo de la no violencia para arreglar los conflictos que se han planteado entre capital y trabajo en el curso de esos quince últimos años. Lo que voy a decirles ahora se basa en una experiencia que se encuentra en la misma línea del problema al que se refiere la pregunta.
En mi humilde opinión, el verdadero obrero puede salir siempre victorioso si esta unido y decidido a todos los sacrificios, sea cual sea la fuerza de los opresores. Pero los que dirigen el movimiento obrero no se dan cuenta del valor del medio que tienen a su disposición y que el capitalismo nunca podrá poseer. Si los trabajadores llegan a hacer la demostración facílmente comprensible de que el capital es absolutamente impotente sin su colaboración, han ganado ya su partida. Pero estamos de tal modo bajo el hipnotismo del capitalismo que acabamos por creer que representa todos los valores del mundo.
Los trabajadores disponen de un capital que el capitalismo en si mismo no tendrá nunca (…) En el momento actual, un ingles que es economista y capitalista a la vez, ha llegado, mediante su experiencia económica, a las conclusiones formuladas intuitivamente por Ruskin. Ha aportado al trabajo un mensaje vital. Es falso, dice, creer que un pedazo de metal constituye el capital. Si vamos a la verdaderamente fuente, veremos que el único capital es el trabajo, capital viviente que no puede ser reducido a términos de metal.
En nuestro sindicato hemos trabajado teniendo encuenta esta ley. Basándonos en ella, hemos luchado contra el Gobierno y liberado a 1.070.000 personas de una tiranía secular. No puedo entrar en detalles y explicaciones en que consistía esta tiranía, pero los que quieran estudiar el problema a fondo podrán hacerlo fácilmente.
Sin embargo, quiero explicarles simplemente como hemos obtenido la victoria. Existe en inglés, como igualmente en francés y en todos los idiomas, una palabra muy importante, aunque muy breve. En inglés no tiene más que dos letras, es la palabra «no», en frances «non». La clave del problema es muy sencilla: cuando el capital pide al trabajo que diga sí, el trabajo, como un solo hombre, responde: no.
En mismo momento en que los trabajadores comprenden que pueden elegir entre decir «sí» cuando piensan «sí», y «no» cuando piensan «no», el trabajo se convierte en amo y el capital en esclavo. No importa en absoluto que el capital disponga de fusiles, ametralladoras y gases asfixiantes, pues permanecerá completamente impotente si el trabajador afirma su dignidad de hombre, permaneciendo absolutamente fiel a su «no». El trabjo no tiene necesidad de vengarse. Sólo tiene que permanecer firme y presentar su pecho a las balas y a los gases asfixiantes; si permanece fiel a su «no», este acabará por triunfar.
Quiero decirles también por qué el movimiento obrero capitula tan a menudo. En lugar de esterilizar al capital, como he sugerido hablando como obrero, intenta posesionarse del capital para convertirse a su vez en capitalista. Consecuencia: el capitalismo, cuidadosamente atrincherado en sus posiciones y bien organizado, no tiene necesidad de inquietarse; encuentra en el movimiento obrero los elementos que sostendrán su causa y estarán dispuestos a reemplazarlo.
Si no estuviesemos fascinados por el capital, cada hombre y cada mujer comprendería esta verdad esencial. Habiendo participado personalmente en la organización y tomando parte en experiencias de este genero en condiciones distintas y durante mucho tiempo, puedo decir que tengo derecho a hablar de esta cuestión y que poseo alguna autoridad en la materia. No se trata de algo sobrehumano, sino, por el contrario, de algo que es posible a cada trabajador, hombre o mujer. En efecto, lo que se pide al obrero no difiere mucho en cierto sentido de lo que realiza el soldado que está encargado de destruir el enemigo, pero lleva en su bolsillo su propia destrución.
Me gustaría que el movimiento obrero imitara el coraje del soldado, pero sin copiar esta parte brutal de su tarea que consiste en llevar la muerte y los sufrimientos a su adversario. Me permito afirmar, además, que quien está dispuesto a dar su vida sin titubear y al mismo tiempo no toma armas de ninguna clase para dañar a su adversario. Me permito afirmar, además, que quien está dispuesto a dar su vida sin titubear y al mismo tiempo no toma armas de ninguna clase para dañar a su adversario, muestra un coraje de un valor infinitamente superior al otro.