Con este título no nos estamos refiriendo a ese tipo de personas que hacen la vida imposible a los demás. Personas que son el «ombligo del mundo» y se comportan como verdaderos «idiotas», en el sentido que Aristóteles daba a esta palabra. Utilizada en la Grecia clásica para designar a todas las personas que se desentienden de los asuntos de la comunidad, del bien común. Gente desinteresada de la política porque vela, exclusivamente, por sus propios intereses particulares. No participa en ella porque le es indiferente. ¡Cuántos políticos así!, aun estando «viviendo de la política».
Nos referimos a esa gente fastidiosa que se rebela constantemente contra lo que es injusto y las leyes que degradan la dignidad de millones de seres humanos en el mundo. Que comparten con sus amigos los ideales, los bienes, las penas, las alegrías, el tiempo, la educación de los niños, el trabajo por el bien común, las dificultades, el desprecio, e incluso, en muchos casos el encarcelamiento por la presión moral liberadora que ejercen.
Os presentamos el caso de una madre rebelde: Victoria Gillick, que junto a su marido Gordon y la asociación de padres – los padres de Suffock- emprenden la lucha contra las medidas del Ministerio de Sanidad Británico que con el desconocimiento de los padres suministraba a las niñas anticonceptivos. Con la ayuda de la recogida de firmas hace frente al arrogante poder de los políticos y a las normas de las organizaciones profesionales médicas. Un caso que despertó, en los años 80, una expectación increíble.
Nos hemos acostumbrado asociar la idea de estar en contra del sistema o de compromiso político a grandes algaradas, ejercidas por dirigentes de la «política profesional «y muy pocas veces nos hacemos eco de acciones cotidianas que son frecuentes en nuestra sociedad; y que son realizadas por familias que se asocian con otros padres de familia y que asumen su responsabilidad en defensa de los derechos de la persona y la dignidad de la familia frente a la manipulación y tiranía ideológica del poder
Con cinco hijas menores de 14 años, esta madre de familia encabezó una batalla legal que suscitó las iras de la industria anticonceptiva y los políticos involucrados en la misma, recibiendo el apoyo de una parte de la sociedad inglesa, junto con el odio de la parte restante, que llegó incluso a agredirla.
Como madre se negaba a que sus hijas pudieran recibir anticonceptivos, que en muchos casos eran abortivos, de manos de doctores que suplantarían la autoridad paterna y materna legalmente. Gillick llegó a juntar entre 250.000 y 500.000 firmas, e inició una batalla legal que no dejó a nadie indiferente. En noviembre de 1983 contaba con el apoyo de 200 parlamentarios.
La señora Gillick presentó batalla a los descomunales poderes jurídicos y fácticos de una de las naciones más poderosas de la Tierra. Evidentemente, la lucha entre Victoria Gillick y la justicia británica se presentaba desigual a todas luces.
¿Es posible luchar contra los estados cada día más poderosos y burocráticos? Respuesta: SÍ, siempre que se esté dispuesto a hacer lo que hizo la familia Gillick: sacrificarse. Renunciar al consumismo. Eligieron vivir con austeridad y sencillez… y dedicar cientos de horas a luchar por una causa que consideraban justa, en lugar de dedicarlas a ganar dinero; y estuvieron dispuestos a dar cientos de conferencias haciendo miles de millas en incómodos medios de transporte.
Así dice ella: «Como tantas cosas que se siembran, nuestros esfuerzos tenían que desaparecer de la vista y abonar calladamente el campo antes de dar fruto; así, las semillas que al principio parecen minúsculas se revelan años más tarde como árboles de una fecundidad asombrosa.
Por ejemplo, mientras luchaba en la defensa de la familia por los vericuetos judiciales y de la política social del Reino Unido, nunca pensé que ese esfuerzo me llevaría a un crecimiento personal; y sin embargo, así fue. La escasez de recursos económicos, las continuas reuniones y relaciones con todo tipo de personas y la dedicación urgente e intensa para solucionar ese problema fueron los apoyos para crecer más plenamente en lo humano. Mi marido y yo aprendimos a superar todas las dificultades que suponía esa batalla legal. Aprendimos a querernos aún más el uno al otro, y fuimos descubriendo también la maravilla de nuestro matrimonio y de la familia que queríamos formar.
En un tiempo en el que hemos sucumbido a la tentación de bienestar y al consumismo, Victoria y Gordon Gillick nos enseñan lo importante que es cultivar nuestra conciencia para no ser manipulados por teorías ideológicas o leyes que se imponen sin ser dialogadas por toda la sociedad.
Victoria y Gordon Gillick se casaron en 1967. Dos artistas jóvenes y sin dinero. En plena revolución de los años 60, se atrevieron a formar una familia que les llevaría a tener diez hijos. Con medios pobres van construyendo su hogar, haciendo frente a circunstancias adversas económicas y sociológicas… con ingenio y duro trabajo, además de con gran valentía de no renunciar a su valores morales.
Es un ejemplo y testimonio de como las familias (piedra angular de la sociedad), no nos debemos dejar usurpar nuestra responsabilidad en una sociedad democrática. Cuando los burócratas de la ingeniería social -tanto socialdemócratas como liberal- conservadores- amenazan con ahogar las libertades de las personas, el testimonio de una madre de familia tan numerosa nos enseña que luchar conlleva tensiones, persecuciones, dificultades, pero a cambio, la vida del que lucha se va llenando de sentido, porque entregar la vida al servicio de la solidaridad, merece la pena.
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