Guardaespaldas para la Iglesia italiana

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Al presidente de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI), Angelo Bagnasco, le esperan cada día cuatro guardaespaldas en la puerta de casa. Con sus características gafas de sol y sus trajes oscuros, estos agentes pagados por el Gobierno italiano acompañan al prelado hasta la catedral de San Lorenzo en Génova, de donde es arzobispo; o hasta la sede central de la CEI junto a la Basílica de San Giovanni, en Roma.
La imagen, repetida insistentemente por las televisiones, es común en algunos países latinoamericanos, pero totalmente novedosa para la ciudadanía italiana, que nunca antes en su historia moderna había sentido peligrar la integridad física de sus líderes religiosos católicos.
El «caso Bagnasco» lleva ya algunas semanas ocupando la atención de la opinión pública. Se abrió con una serie de pintadas aparecidas en la catedral de Génova (donde Bagnasco oficia las misas) después de que el arzobispo atacase duramente un proyecto de ley sobre las parejas de hecho impulsado por el Gobierno de Prodi. Bagnasco dijo en un discurso que del mismo modo que ahora la política «premia» la convivencia entre homosexuales después de haberla negado durante siglos, lo mismo podría pasar en un futuro con la pedofilia o el incesto. Al día siguiente, la prensa lo acusó de comparar la homosexualidad con la pedofilia. Horas después llegaron las pintadas y la polémica llegó hasta la Unión Europea, donde un grupo de diputados socialistas pretendían introducir una condena contra el arzobispo Bagnasco en un texto oficial.
Preocupación en la política
Tras considerarlas al inicio como una simple gamberrada, en las últimas semanas la Policía ha empezado a tomarse en serio las amenazas contra el arzobispo y el asunto lleva varios días ocupando las portadas de los diarios más importantes. El lunes, Bagnasco recibió una carta amenazante con una bala y una cruz gamada, y el Papa mandó un mensaje de solidaridad. Ayer, la clase política legitimó definitivamente las preocupaciones, lanzando declaraciones de apoyo a la CEI. «Italia no lo dejará solo frente a las inadmisibles amenazas de oscura procedencia», dijo el presidente de la República, Giorgio Napolitano. En un tono parecido comparecieron el premier Romano Prodi y los líderes del partido del Gobierno y la oposición. En menos de una semana el «caso Bagnasco» se ha convertido en un «caso nacional».
Pero, ¿cuál es el peligro real para el arzobispo? Según los servicios secretos italianos, el riesgo de que sufra un atentado o un simple ataque es bastante reducido. Y es que, según los investigadores, las amenazas que han desatado la histeria parecen ser obra de aficionados: pintadas, graffiti y el citado sobre en el que alguien metió una bala detonada y una fotografía del arzobispo con una esvástica dibujada. «En el mensaje aparecía también el símbolo de las Brigadas Rojas con la estrella de cinco puntas, pero no estaba dentro del tradicional círculo. Yo creo que es un caso de terrorismo mediático, que busca sólo impacto en la televisión», tranquilizó el investigador Giovanni Bianconi en las páginas de «Corriere della Sera».
Y, sin embargo, la situación preocupa. Al menos lo suficiente como para acaparar portadas, atenciones y reacciones políticas. Preocupa porque es la primera vez que ocurre y porque demuestra que la Iglesia ha entrado en el punto de mira de corrientes extremistas, aunque no sean propiamente terroristas. Rocco Buttiglione, presidente del partido Democristiano (UDC), asegura que «en Italia se está creando contra la Iglesia un clima de violencia» y añade que «hay una violenta propaganda anticristiana que quiere prohibir a los obispos hablar y considera como intromisiones el hecho de que ellos hablen». Desde UDC y otros partidos del espectro del centro-derecha atacan a los partidos de la izquierda y extrema izquierda por haber «creado el clima y la campaña de odio contra Bagnasco y la Iglesia».
 



«Un precio que hay que pagar»



Mientras los políticos se llevan las manos a la cabeza, otros líderes de opinión minimizan el caso y aseguran que las amenazas contra Bagnasco no revisten particular gravedad, ya que casi todos los actores públicos italianos reciben intimidaciones de algún tipo a lo largo de su carrera. «Ahora, lamentablemente, el presidente de la CEI ha entrado en esta interminable lista, junto a jueces, políticos, periodistas, administradores, personajes televisivos, dirigentes deportivos», explica en el diario «La Repubblica» el columnista Michele Serra. «Es el disgustoso precio que hay que pagar por el derecho a expresarse públicamente, al convertirse en un punto de referencia político», concluye.