La relatora especial de la ONU puso de manifiesto en junio de este año que cientos de miles de niños han sido obligados a convertirse en «restaveks», término con el que denominan al trabajo de servidumbre en los hogares
Muchos de estos niños se utilizan como moneda de cambio entre familias empobrecidas.
Y ninguno está exento de malos tratos y abusos físicos y sexuales. Y, lo peor de todo, pesa sobre esta situación la criminal losa del silencio, la falta de denuncia, la impunidad del «así son las cosas» que tan buena acogida tiene entre los que habitualmente formamos parte del coro de los ciegos e indiferentes.