Hambre en Venezuela: “los muertos son nuestros jueces”

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¿Quiénes son los responsables del asesinato por hambre y por paludismo en nuestro país?

“Mejor con Dios porque yo no lo podía mantener” este fue el grito de una madre al enterrar a uno de sus 7 hijos que murió de hambre; “mejor en sus manos que en las mías”, repetía…

El hijo de esta madre venezolana fue asesinado, un asesinato que ocurre actualmente a diario en Venezuela.

Otros niños y jóvenes son ultimados por el hampa o por los “cuerpos de seguridad” como la OLP. Cientos de venezolanos mueren por falta de insumos y tratamiento médico, por enfermedades perfectamente curables como la malaria, la diarrea, el dengue, etc.

Queremos traer aquí el caso de Jesús, conocido como Chuito. Este agricultor vivía en un asentamiento campesino de la Vía El Pao. Enfermó de paludismo en cuatro ocasiones. Cuando reincidía en su padecimiento, acudía al módulo de salud del sector, donde sólo le entregaban tratamiento para dos o tres días; por eso, a pesar de que también tenía hepatitis, debía salir a buscar las pastillas en otros centros porque la cantidad de personas que asisten al módulo asistencial de Pozo Verde en busca de medicamentos contra la malaria es enorme. En múltiples ocasiones, la carretera que comunica su sector con San Félix estaba cerrada con protestas que demandaban comida, seguridad, agua, gas, gasolina, las bolsas del Clap, fumigaciones, mejoras en los servicios, dotaciones para los módulos, especialmente medicamentos contra la malaria, etc, etc.

La última vez que Chuito enfermó se quedó en casa, estaba cansado, no quería salir más. Estuvo tres días con diarrea y vomitando hasta que alguien lo llevó al módulo de Pozo Verde; allí no había jeringa ni insumos para colocarle el suero… el médico integral de guardia lo remitió al hospital escribiendo su informe en un papel reciclado de propaganda del PSUV. No había ambulancia (tiene más de 7 años dañada) ni un carro para llevarle por falta de repuestos en la ciudad. Después de llamar a muchas puertas, consiguieron trasladarle a la emergencia del hospital de Guaiparo, donde tampoco encontraron camillas ni sillas desocupadas para acostar a Jesús. En el piso, por los pasillos, en cualquier esquina estaban decenas de personas esperando a ser atendidas. También a él lo tumbaron en el frío suelo.

En la espera, Chuito pidió que le llevaran al único baño de la emergencia, que estaba sin agua, sucio. Al regresar a su duro lecho se descompensó y, a pesar de los gritos de auxilio de una sobrina, Jesús murió. Murió asesinado por un sistema que se basa en imponer la pobreza y la miseria para tener un 30% de población sumisa y obediente, mientras ellos saquean los bienes del pueblo.

En la casa de Chuito hay un retrato firmado de Hugo Chávez “el comandante eterno” que lleva como subtítulo: “Los grandes logros de la revolución bolivariana”. Al lado de esa imagen, dos fotografías de hermanos de Chuito que murieron en condiciones parecidas por no contar con la atención médica necesaria.

Chuito, sus dos hermanos, el niño muerto por hambre, los otros diez que han fallecido por la misma causa en lo que vamos de 2017 en Guayana… todos ellos son asesinatos porque en países como el nuestro con tantas riquezas naturales no se justifica ni uno solo de los casos mencionados. Pensemos que en el último presupuesto de la Nación se destinó más dinero a las Fuerzas Armadas que a los Ministerios de Salud, Educación y Alimentación. Ahora nos hemos enterado que Chávez compró 400.000 minas antipersonas a los cubanos; con ese dinero, se podrían haber hecho decenas de fábricas.

En San Félix en tres ocasiones se ha colocado la piedra fundacional del prometido y necesario hospital; pero, sólo se ha removido la tierra y se han llevado los reales. Lo mismo ocurre con los elevados prometidos por Rangel en las Redomas de El Dorado y de La Piña. O el paso de peatones a la entrada de la UDO… son millones y millones dilapidados en corrupción que se quieren tapar con pantallas como la plaza del Cerro el Gallo, absolutamente innecesaria.

Ante las trágicas realidades que sufren los hermanos cada día, la indiferencia y la falta de análisis también mantienen este sistema opresor y nos hace cómplices. Tenemos que luchar para erradicar las causas que provocan estos asesinatos. Chuito, los niños muertos por hambre y todas las víctimas inocentes están en el cielo, nos interpelan y son nuestros jueces. ¿Cuántos más tienen que seguir muriendo?

Autor: Carlos Eduardo Ramírez