Como estamos en año electoral toca hablar de recuperación económica. En los años anteriores la palabra mágica fue la de “reformas”. Pues bien, ni aquellas reformas trajeron nada positivo ni los datos que tenemos entre manos merecen el nombre de recuperación pues nada parece anunciar que todo lo que se ha perdido se vaya a recuperar.
Nuestra clase política no escucha a los de abajo. Vender optimismo a la vez que sube el número de desahucios y de familias pobres es un engaño. Hablar de recuperación del empleo cuando crece la economía sumergida y el número de familias que no pueden pagar sus facturas y no llegan a fin de mes es pura manipulación. Anunciar a bombo y platillo una remontada mientras tres millones los niños en nuestro país se encuentran en grave peligro de exclusión es un sarcasmo. Más del 92% de los contratos de trabajo que se firman hoy son temporales y crece el número de trabajadores que cuando los firman entran en las estadísticas oficiales de pobreza.
Son mayoría los que niegan la recuperación pues las cifras macroeconómicas no reflejan la vida de la gente. Las previsiones más fiables dicen que estamos ante un horizonte que puede llevar varias décadas. Poco ha cambiado porque, desgraciadamente, el sistema institucional que provocó la crisis sigue intacto. Se trata de un sistema corroído por la corrupción que propicia el enriquecimiento rápido de unos pocos a costa del descarte de muchos.
¿A quien escucha, entonces, nuestro presidente Rajoy?. Está mucho más atento a las ocho familias más ricas de nuestro país que gestionan tres billones de euros pagando un 1% de impuestos que a los parados. Este gobierno tiene más confianza en las grandes empresas españolas reunidas en el Consejo Empresarial para la Competitividad (CEC) que son quienes han destruido puestos de trabajo de forma masiva en nuestro país y evaden impuestos a paraísos fiscales.
El coro de los que hablan de recuperación son los mismos que hablaron en su momento de la existencia de un milagro económico embriagados por la ola especulativa del enriquecimiento rápido. Se rescató a la banca a costa de los de abajo sin que se haya ni siquiera planteado un mínimo de solidaridad con todos aquellos que han quedado tirados en la cuneta como los 7.200 muertos al año en España por frío en invierno al no poder calentar sus casas.
Tampoco los sindicatos se han lucido en la defensa de los últimos. En esta legislatura solo han acordado pactar moderación salarial y hasta han sacado pecho al haber logrado colaborar en alargar la humillación de una paga asistencialista. Pero ellos cobran mucho más de 426 euros al mes. Han aceptado la existencia de una tasa “natural” de paro sin combatir.
La última novedad fue el programa económico de corte socialdemócrata presentado por Podemos que tampoco no trae nada sustantivamente novedoso en orden al cambio radical que necesitamos. Prefirieron dedicárselo a “la gente” antes que hablar de pueblo o de los pobres. Y es que estamos ante un nuevo taller de reparaciones del neocapitalismo.
Efectivamente, hace falta una política que escuche a los de abajo y ponga a los últimos primero
Editorial de la revista Autogestión