Existe desde tiempos inmemorables una guerra mundial creciente en contra del cristianismo. Cada año, un promedio de 160.000 cristianos mueren como mártires para Cristo. Cristianos perseguidos a los que los medios de comunicación no sacan en las portadas de los periódicos.
La Voz de los Mártires
Existe desde tiempos inmemorables una guerra mundial creciente en contra del cristianismo. Cada año, un promedio de 160.000 cristianos mueren como mártires para Cristo. Cristianos perseguidos a los que los medios de comunicación no sacan en las portadas de los periódicos. En Nigeria del Norte muchas iglesias están siendo quemadas por muchedumbres musulmanas. En la Birmania budista pueblos enteros de cristianos han sido masacrados por la dictadura militar. En Zimbabwe muchas iglesias fueron destruidas con topadoras por el régimen comunista. En Pakistán numerosos cristianos han sido condenados a muerte por evangelizar a sus vecinos musulmanes. En Indonesia escolares cristianas han sido degolladas por militantes musulmanes. En la China Roja cristianos son torturados y encarcelados en campamentos de trabajo de esclavo masivos. En la Cuba comunista iglesias de casa han sido asaltadas y cerradas.
Literalmente cientos de millones de cristianos alrededor del mundo viven actualmente bajo persecución y opresión. Sin embargo, entre los creyentes – todos miembros del mismo cuerpo – del “mundo libre” se observa muy poca preocupación por estas víctimas cristianas de la persecución violenta; tampoco existe una cobertura adecuada sobre esta violencia en los medios de comunicación. Que no lo hagan los medios seculares se puede llegar a comprender; pero que la gran mayoría de los medios de comunicación cristianos no hagan eco de esta marea alta de intolerancia anticristiana por todo el mundo es realmente doloroso.
La guerra de Irak ha puesto de relieve la inversión de papeles que se presencia en el primer decenio del siglo XXI. Porque mientras muchos se pronunciaban sobre la invasión norteamericana, esos mismos corrían un tupido velo sobre otras tragedias con las que comparten algo más que esporádicos chalaneos ideológicos: Cuba, Sudán. Nigeria, Liberia, Costa de Marfil. No es ocasión esta de entrar a analizar la responsabilidad moral de los intelectuales, pero conviene subrayar que los dobles raseros con los que se enjuicia, muchas veces, el papel de los estados, deslegitiman los argumentos que se utilizan.
Las persecuciones contra los cristianos han sido una constante durante el pasado siglo. Cabe definir el siglo XX como el siglo de los mártires. La World Christian Enciclopedia cifra un total de 69.420.000 de mártires (no en sentido formal, se refiere a muertos por la fe cristiana, de cualquier confesión). La cifra de mártires en el siglo XX —fértil en el odio cristiano— es de 45.400.000. A juicio de Antonio Socci, todos estos trágicos datos hacen que el silencio de los países occidentales, de las Organizaciones Internacionales sea más lacerante.
Si los perseguidos son los cristianos, de cualquier confesión, más difícil resulta encasillar a los perseguidores. De un lado, los países islámicos son una muestra de intolerancia. De hecho, mientras en los países occidentales, los judeocristianos, se habla y se practica la tolerancia respecto de sus costumbres, en los países de religión islámica el respeto para con los cristianos es inexistente.
Esto se percibe echando un vistazo a las estadísticas. Por ejemplo, en Egipto el porcentaje de cristianos coptos era, en 1975, el 20% mientras que en la actualidad apenas llegan al 10%. En Irán se ha pasado del 15% a un 2% en 1993 y hoy día un 0.5%. Estos descensos son comprensibles si se tiene en cuenta que las políticas religiosas de estos países favorecen la discriminación de los cristianos y éstos no encuentran más alternativa que la de huir de las persecuciones.
Los atentados, las humillaciones y los asesinatos de cristianos son el pan de cada día en muchos países. En Pakistán, de mayoría musulmana, se promulgó la llamada Ley de la blasfemia que penaba con la muerte a aquellos que ofendieran a Mahoma, a través de “palabras, gestos o alusiones”. Con estas leyes que pecan de laxitud se encuentra resquicio legal para castigar a aquellos que se declaren cristianos.
En Nigeria, trece estados han establecido la Sharía, la ley islámica, lo que ha provocado que muchos cristianos huyan en busca de legislaciones más tolerantes. Entre todos, señala Antonio Socci, son cerca de 26 países donde hay cerca de 78 millones de cristianos que viven como “rehenes de los musulmanes”.
Túnez aparece como una nación de las más tolerantes. Pero sus leyes prohíben a una mujer musulmana casarse con un cristiano. Las licencias necesarias para construir templos cristianos no se conceden. No está permitida la evangelización de los misioneros. Y se habla de un país tolerante de manera relativa, esto es, comparado con otros países islámicos.
Merece un capítulo aparte la situación en Sudán. Este país sufre una profunda división entre el norte(islámico) y el sur(cristianos y animistas, que representan el 16.7% y 12% respectivamente de la población). En el año 2000, Amnistía Internacional se hacía eco de los casi 2 millones de personas muertas y de los 4 millones de perseguidos por la guerra civil, reanudada en 1983. Los capturados en el sur son sometidos a la esclavitud, con una cifra que va más allá de los 200.000 personas. Desde el poder se galvaniza a la población a la guerra santa. Sin embargo, pese a los oídos sordos de las sociedades occidentales, existen algunas asociaciones que prestan ayuda. Entre otros, la Christian Solidarity International ha conseguido liberar a un alto número de esclavos.
Socci considera que el comunismo se ha olvidado. Existen otros países donde también se persigue a los cristianos, por razones de carácter político más que religioso. Aunque la caída del muro de Berlín ocurriera en 1989, hoy día son cerca de 1.500 millones de personas las que aún viven bajo regímenes comunistas.
En Vietnam, China, Corea del Norte también se ha perseguido a los cristianos. Se ha prohibido el culto, se producen arrestos o existen desaparecidos. Se ha condenado a muerte a sacerdotes y en China a algunos obispos, bajo la excusa de ser elementos nocivos para el régimen.
Se acusa con frecuencia a la Iglesia Católica de una historia oscura, de masacres e intolerancias y se alude al triste fenómeno de la Inquisición. Juan pablo II pidió un sentido perdón por el cúmulo de víctimas de la intransigencia cristiana. Parece que esto no ha bastado. La iglesia es actualmente un objetivo para la inquina de muchos. No hay que demostrar una afirmación que se corrobora cada día en los artículos de opinión. Pero muchos de quienes tachan al catolicismo de intolerancia no tienen en cuenta o desconocen el infinito número de cristianos, católicos, asesinados por su fe. Además, los prejuicios y los dobles raseros no favorecen la crítica constructiva. Antonio Socci recoge una anécdota muy ilustrativa al respecto. En Italia muchas escuelas han cerrado durante los meses del Ramadán, por respeto hacia los niños musulmanes. Sin embargo, se ha emprendido también una reforma que va a quitar los crucifijos de las escuelas. En España, sin llegar a esos extremos, la situación es similar.
Leyendo el libro de Socci se descubre que las víctimas muchas veces se consideran perseguidores, sobre la base de un espíritu anticlerical y rancio. Mientras que la tolerancia se pide para unos, se niega el respeto a los otros. Las páginas de los diarios se nutren algunas veces de calumnias contra la Iglesia ( por ejemplo, con el papa Pío XII, cuya ayuda a los judíos ha sido reconocida), sin que nada haya pasado. En Francia, se ha llevado a los tribunales a Michael Houllebecq por falta de respeto con la religión islámica.
La tolerancia y el respeto deben ser valores que cualquier país debe tener arraigados en la sociedad. La presencia de personas de variadas religiones y confesiones en el mundo occidental demuestra que a nadie se le hace renunciar a sus ideas. La crítica constructiva que realiza la opinión pública es signo de que la libertad de pensamiento imperan allí donde se practica. Pero esos mismos valores hay que practicarlos para con aquellos que sufren. Y hacerles alzar la voz en medio de una sociedad que desconoce a sus víctimas.
Testamento de Josimo Morais
(sacerdote asesinado en Brasil, en 1986)
TENGO QUE ARRIESGAR
(Testamento espiritual de Jósimo Morais, sacerdote brasileño. Cf. Ya, 14-6-1986)
«Tengo que arriesgar.
Ahora estoy comprometido en la lucha por la causa de los pobres labradores, indefensos, pueblos oprimidos en las garras del latifundio.
Si yo me callo, ¿quién los defenderá? ¿Quién luchará en su favor?
Yo, al menos, no tengo nada que perder. No tengo mujer, ni hijos, ni riqueza … Nadie llorará por mí. Sólo tengo pena de una cosa: de mi madre, que sólo me tiene a mí y a nadie más. Pobre viuda, pero vosotros cuidaréis de ella.
El miedo no me detiene. Es la hora de arriesgar. Muero por una causa justa. Quiero que entendáis lo siguiente: todo lo que está ocurriendo en una consecuencia lógica de mi trabajo en la lucha y defensa por los pobres; en favor del Evangelio, que me llevó a comprometerme hasta las últimas consecuencias.
Mi vida no vale nada ante la muerte de tantos labradores asesinados, violentados, despojados de sus tierras, dejando mujeres e hijos abandonados, sin cariño, sin pan, sin hogar».