Según Gardner, es posible y necesario otro modelo de consumo, ya que ´el consumismo se ha convertido en la primera religión global en el mundo y la Tierra ya no puede aguantar esta situación´. Unos 1.700 millones de personas son ´clase consumidora´ frente a unos 3.000 millones que viven con ingresos inferiores a dos dólares diarios.El 12 por ciento de la población mundial que vive en Norteamérica y Europa occidental es responsable del 60 por ciento del consumo, mientras que en el África subsahariana el nivel de consumo ha disminuido en un 20 por ciento.
Presentamos algunos datos del Informe Worldwatch. Lamentamos que el informe no analice las causas del empobrecimiento y asesinato por hambre de más de 100.000 personas diariamente. Sin duda alguna, si buscamos responsables, los encontraríamos en este sistema imperialista de latrocinio y muerte del que nos beneficiamos en nuestro consumo opulento… Los datos del informe son los siguientes:
Más de la cuarta parte de la humanidad -unos 1.700 millones de personas- ha entrado a formar parte de la clase de los consumidores, adoptando el modelo de alimentación, transporte y forma de vida exclusivo durante el pasado siglo en los países ricos de Europa, Norteamérica y Japón, y sólo en China, 240 millones de personas han engrosado esta lista.
El informe del Worldwatch Institute se centra este año principalmente en los efectos devastadores del consumo desmedido de bienes, y sus posibles consecuencias para los recursos naturales de nuestro planeta. Alemania se encuentra entre aquellos países altamente industrializados de Europa y América del Norte cuya cuota de consumo privado llega a un 60 por ciento del total mundial. En estas regiones se gasta en helados casi diez veces más del dinero necesario para poder vacunar a todos y cada uno de los niños de este mundo.
El vicio de querer siempre más
El aumento constante de la ´clase consumidora» en China e India también constituye un peligro para nuestros recursos, que son limitados. Pero todas las apelaciones a ponerle coto al consumo global excesivo son sólo creíbles si cada uno de los habitantes del planeta ejercita la moderación al consumir.
«El consumo tiene un carácter casi religioso en los países capitalistas», dijo Loske. Tal es así que, en tiempos de estancamiento económico, el consumo es declarado como ´deber nacional´ para movilizar el crecimiento económico.
Gardner argumenta que el impulso consumista se produce para satisfacer una necesidad ante un estímulo constante, por lo que una gran proporción del gasto de los consumidores se destina a bienes cuya utilidad para sobrevivir o para el propio confort son discutibles, como caprichos diarios en forma de refrescos, dulces o incluso joyas.
Enorme desigualdad: siempre más y siempre más barato
A todo esto, salta a la vista la gran desigualdad en las
posibilidades de consumo de los seres humanos. Mientras 1, 7 millones de personas pueden consumir, 2,8 millones deben luchar por su subsistencia contando con menos de dos dólares por día. En EEUU, un cinco por ciento de la población mundial utiliza cerca de un cuarto de las energías fósiles del mundo, es decir, carbón, petróleo y gas. «Si China gastase petróleo del mismo modo, necesitaría 90 millones de barriles por día», compara Gary Gardner del Worldwatch Institute. «La producción total mundial fue en 2001 de 79 millones de barriles».
Según Gardner, el Siglo 21 traerá consigo nuevas naciones consumidoras, como China e India. En Asia circularán 200 millones de autos, lo cual representa casi el doble del parque automotor actual en los EEUU. El Instituto da consejos sobre cómo evitar, o, por lo menos, suavizar las consecuencias devastadoras de la ´revolución consumista´. Entre las propuestas se destaca la reforma impositiva ecológica. Además, sería necesario despachar leyes sobre empaquetado y establecer un claro compromiso en la introducción al mercado de productos de alta calidad y larga vida. En el futuro se debería resaltar el bienestar personal en lugar de la riqueza. Todos deberíamos preguntarnos: «¿Cuáles son mis necesidades reales, y cuándo tengo suficiente?»
El informe señala que el incremento de los problemas de obesidad y de endeudamiento, la falta de tiempo y la degradación ambiental son síntomas de que el consumo excesivo está deteriorando la calidad de vida.
Según los datos que maneja el documento, el gasto de los hogares se ha multiplicado por cuatro desde 1960, y el 12 por ciento de la población del mundo que vive en Norteamérica y en Europa occidental es responsable del 60 por ciento del consumo.
Entre otros datos, indica que cada año se fabrican 5 billones de bolsas de plástico en el mundo, de las que el 80 por ciento se consumen en Norteamérica y Europa, que se ha triplicado la puesta de huevos al año de las gallinas ponedoras o que se ha disparado la fabricación de agua embotellada, cuestiones que conllevan elevados costes ambientales.
También ofrece datos sobre el aumento del consumo de chocolate, langostinos, refrescos con burbujas, teléfonos móviles, papel o algodón.
Según Gardner, es posible y necesario otro modelo de consumo, ya que «el consumismo se ha convertido en la primera religión global en el mundo y la Tierra ya no puede aguantar esta situación».
Tras subrayar que en Estados Unidos hay más automóviles que personas con carné de conducir, este experto afirmó que en Europa más del 90 por ciento de la población es clase consumidora.
Denunció que desde 1970 hasta hoy se ha registrado un aumento en la economía al tiempo que el deterioro ambiental alcanza el 35 por ciento.
Según Gardner, se puede reducir el flujo de materiales en los países industrializados en un 90 por ciento y seguir con un nivel de calidad de vida alto.
Asimismo alertó de las enfermedades asociadas al consumo, entre las que citó el tabaquismo, que mata a 5 millones de personas, y la obesidad, que afecta al 60 por ciento de la población americana.
Un experto del Worldwatch asegura que se puede reducir un 90 por ciento el uso de recursos sin perder calidad de vida
Así, el 12 por ciento de la población mundial que vive en Norteamérica y Europa occidental es responsable del 60 por ciento del consumo, mientras que en el África subsahariana el nivel de consumo ha disminuido en un 20 por ciento.
Gardner concluyó que es necesario un cambio de mentalidad y de patrones de consumo que den énfasis al bienestar y no a la abundancia, para poner en marcha una economía sostenible.