Informe que demuestra los beneficios que ha tenido la inmigración para la economía española.
La inmigración ha actuado como un importante factor dinamizador de la economía española a lo largo de los últimos lustros y ha contribuido a consolidar el sistema de protección social en nuestro país. Entre 2001 y principios de 2008, creciendo a una media del 3,5% anual, el PIB español creó más de 4,5 millones de empleos netos (el 40% del total de los generados en la UE-15 en ese período), y aproximadamente la mitad de ellos fueron ocupados por extranjeros.
Diversos estudios han tratado de cuantificar el efecto de la inmigración en dicha fase de crecimiento económico. Dada la complejidad y multiplicidad de aspectos a tomar en consideración, las conclusiones alcanzadas varían en la intensidad del impacto, aunque todas apuntan al efecto netamente positivo de la llegada de varios millones de personas en edad de trabajar, y dispuestas a hacerlo, sobre el sistema productivo y las finanzas públicas.
El informe elaborado por la Oficina Económica de la Presidencia del Gobierno en 2006 afirmaba que el 30% del crecimiento del PIB español entre mediados de los años noventa y la primera década del nuevo siglo fue consecuencia de la llegada y asentamiento de colectivos inmigrantes. El efecto positivo se elevaba hasta el 50% del crecimiento del PIB durante el período comprendido entre 2000 y 2005.
Esta influencia positiva de la población inmigrante sería la suma de los efectos directos (aumento del consumo privado y demanda de vivienda, incremento de la tasa de actividad general, modificación de la estructura demográfica de la población española), así como de una compleja combinación de efectos indirectos sobre el PIB (incremento de la tasa de actividad de la población autóctona, flexibilización del mercado laboral, etc.). En la misma dirección apuntaba un informe del servicio de estudios de Caixa Cataluña al señalar que entre 1996-2006 España creció de media un 2,6% anual gracias a la contribución de los inmigrantes (Caixa Catalunya, 2006). Según la modelización desarrollada por los autores de ese estudio, el PIB español hubiera retrocedido un 0,6% anual en ese dicho período sin la contribución de los inmigrantes(1).
Con los resultados algo diferentes, aunque plenamente coincidentes en la valoración positiva de dicho impacto, Conde-Ruiz et al. estimaban que más del 38% del crecimiento medio del PIB anual a nivel nacional en el período 2000-2006 se puede atribuir a las consecuencias directas derivadas de la inmigración (sin incluir otros efectos indirectos que sin duda incrementaron tal impacto de manera igualmente positiva), siendo este efecto positivo aún mayor en determinadas comunidades autónomas. La inmigración ha transformado radicalmente la estructura y funcionamiento del mercado de trabajo y, con ello, el sistema productivo español. En términos generales, los inmigrantes económicos procedentes de países en vías de desarrollo se emplean en sectores de actividad donde se concentran las demandas de empleo no cubiertas por trabajadores autóctonos.
Los inmigrantes han contribuido así a introducir flexibilidad en el mercado de trabajo y a reducir las presiones inflacionistas en un período de fuerte crecimiento de la economía y el empleo. Gracias a la inmigración, los empresarios han dispuesto de mano de obra flexible y barata, con lo que han aumentado sus beneficios (Otero et al., 2010). En consonancia con lo indicado por el Banco de España en su informe anual del año 2006, Dolado y Vázquez (2008) señalan que la inmigración ha contribuido también a controlar la inflación gracias a su capacidad de ahorro y a su influencia reductora de las tensiones sobre los salarios. Al mismo tiempo, muchas familias españolas han disfrutado de una mejora en su nivel de vida gracias a los precios más bajos en buen número de servicios, de acceso a cuidados de atención personal a un menor coste (servicio doméstico, atención a personas dependientes), así como de unos mayores ingresos domésticos por la creciente incorporación de mujeres autóctonas al mercado de trabajo.
Liberadas de una parte de sus tareas y responsabilidades en el ámbito de la reproducción, que han transferido a las inmigrantes a las que han contratado para dichas tareas, las mujeres autóctonas se han incorporado en masa al mercado laboral. De acuerdo con los cálculos de estos autores, la inflación media en España a lo largo de la última década habría aumentado un 0,5% más anualmente de no haber sido por la llegada y asentamiento de la población inmigrante (Dolado y Vázquez, 2008). La economía española, pues, se ha beneficiado del incremento de la actividad general (aumento de la demanda interna), de la contención de precios y del mantenimiento de determinados sectores de actividad que, de otro modo, hubiesen sufrido serias dificultades para sobrevivir en un entorno de creciente competencia internacional (particularmente en la agricultura, el turismo y determinadas industrias intensivas en mano de obra).
(1) Este efecto positivo de la inmigración se habría producido en la mayoría de países europeos, que sin la aportación de los inmigrantes hubiesen experimentado caídas anuales en su PIB per cápita. Los descensos más significativos hubieran sido los de Alemania (–1,5%) e Italia (–1,2%), seguidos por Suecia (–0,8%), Portugal y Grecia (–0,6%).