¿Han aceptado la sumisión nuestros jóvenes?

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Nos han puesto los pelos de punta los casos de violencia gratuita y desproporcionada tanto entre ellos, como contra ellos; o de ellos contra el mundo de los adultos.

Hasta hace no demasiado tiempo, los que ejercían de auténticos educadores, los que no se dedican a adular a los jóvenes sino a quererlos libres y responsables, no tenían reparos en mostrarles sus preocupaciones ante lo que consideraban nocivo para su vida.

No hace falta echar mano de demasiados datos para darnos cuenta de que algo debe preocuparnos en torno a los valores y los comportamientos que adoptan en general nuestros jóvenes en este mundo de hambre, de paro y esclavitud, de guerras sin fin,…

Nos han puesto los pelos de punta los casos de violencia gratuita y desproporcionada tanto entre ellos, como contra ellos (maltratos, secuestros, pederastias…) o de ellos contra el mundo de los «adultos» (denuncias de padres a hijos, agresiones a profesores, vandalismo contra los bienes públicos…). A esto se le suma una especie de nuevo exhibicionismo impúdico que viene a decir a voz en grito: ¡Aquí estoy yo!¡Ese soy yo! Las grabaciones en móviles y posterior difusión en Internet proporcionan el medio preferido.

Pero nadie está menos preocupado por el catálogo de acciones que se derivan de su casi total incapacidad para calibrar las consecuencias destructivas y autodestructivas de sus frecuentes decisiones impulsivas y primarias: emborracharse o fumarse desde cada vez más jóvenes, hasta caer en el coma etílico; drogarse con sustancias que «ya saben» que son nocivas para ellos; jugar sin inhibición ni pudor alguno con la propia sexualidad y con las relaciones sexuales sin importar demasiado algo que no sea la autosatisfacción o la descarga de tensiones aunque ello conlleve un número creciente de problemas psicológicos, de abortos y embarazos adolescentes que nadie es capaz de disfrazar como normales; conducir borrachos o drogados, … hasta llegar al suicidio que se cuenta como una de las cinco primeras causas de mortalidad entre los jóvenes de 15 a 24 años.

El cuadro de problemas juveniles estaría incompleto sin la larga lista de «dependencias» y «adicciones sin sustancia»: a los móviles, a internet, a la televisión, a los videojuegos, a la moda… o las neurosis derivadas de la obsesión por el «cuerpo perfecto y siempre joven».

El poder económico y el poder político estén dando cobertura a esta «cultura juvenil», infantilizadora, promotora de la eterna inmadurez e irresponsabilidad.

Pero lo más preocupante es que en el trasfondo de este maremagnum, el poder económico y el poder político estén dando cobertura a esta «cultura juvenil», infantilizadora, promotora de la eterna inmadurez e irresponsabilidad.

También que estén legitimando permanentemente este lenguaje perverso de la «libertad» y el «progresismo» detrás del que se esconde el caprichismo más instintivo y primario, de la «tolerancia» que encubre el permisivismo y la pasividad ante la injusticia, o del «igualitarismo» que oculta descaradamente la explotación y la esclavitud laboral más salvaje que se ha producido entre los jóvenes en toda la democracia en este país.

Lo más terrorífico es que en todas y cada una de estas manifestaciones hay una forma de entender el mundo perfectamente pensada, sistematizada, difundida…Una forma de entender el mundo que, paradójicamente, tiene mucho más que ver con el «miedo a la libertad», con la sumisión incondicional al poder, con la ausencia total de sentido, que con su «liberación» real. Y los jóvenes, a por uvas… Y el poder, durmiendo tranquilo.

Artículo publicado en la Revista Autogestión
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