También podría ser matar norteamericanos o matar sudamericanos, japoneses o tailandeses…¿Exagerado? Vamos a explicarnos.
Vivimos unos tiempos en donde la demografía o el crecimiento demográfico se ha convertido en el mejor amigo del hombre (que es el chivo expiatorio, y no el perro, como muchos creen). Y es evidente que a este respecto se aporta una avalancha de datos que, ya por sí solos, son estremecedores.
Hambrunas generalizadas, guerras fraticidas por el agua, por los recursos naturales, por el territorio; empobrecimiento progresivo de la mayoría de la población mundial, agotamiento de recursos esenciales para la economía mundial (petróleo, cobre, pesca…).
Todos estos datos sobrecogedores parecen señalar en una misma dirección: sobra gente, somos demasiados.
Ante estos hechos incontestables se impone actuar, sin contemplaciones, sin demoras. Hay que acabar con este crecimiento apocalíptico de la población.
¿Y por dónde empezamos? Sin duda alguna, donde mayor sea la población, donde más esté creciendo. Si aceptamos el modelo socio-económico que se impone a nivel mundial no nos queda más remedio que liquidar ese crecimiento abusivo y amenazador de la población allí donde se produzca.
También es evidente que donde hay mayor crecimiento de la población es en el Tercer Mundo… Un momento, un momento, no demos todo por evidente. Vamos a manejar los términos conforme al sistema económico en el que nos movemos.
1.- ¿Por qué es peligroso el crecimiento de la Población?
Lo es porque conduce a un consumo superior a los recursos disponibles y ello llevaría a la quiebra del sistema económico y del propio planeta.
2.- Luego entonces debemos introducir el concepto del consumo para determinar el peligro del crecimiento de una población. Es decir, el término “población de individuos” debe ser sustituido por un nuevo término: “población de consumo”, entendida como el número de unidades de consumo de cada individuo en lugar del número de individuos simple y llanamente.
Hay que comparar el consumo que supone un individuo de África y un individuo de Europa para saber dónde debemos actuar.
Pues analicemos: según la mayor parte de los estudios de consumo a nivel mundial se estima que, aproximadamente el consumo medio de un ciudadano europeo equivale al consumo de 200 ciudadanos africanos.
Sencillamente, si queremos comparar la presión demográfica de ambas poblaciones y el peligro planetario que suponen, debemos multiplicar por 200 la población europea antes de compararla con la africana. Esto sería igualmente válido con la norteamericana o cualquier otra población del Primer Mundo al compararla con otra del Tercer Mundo (puede variar entre multiplicar por 50 ó por 300, según la renta de las zonas comparadas). Esto nos situaría en una posición mucho más realista. Por ejemplo, España, comparada con un país africano (Sudán, Chad) no tendría 40 millones de habitantes sino 40 x 200 = 8000 millones, más o menos diez veces la población total de África (unos 890 millones)… nos podemos imaginar lo que supone comparar a toda Europa. La conclusión es palmaria: cada europeo que disminuyera en la población tendría una repercusión infinitamente más positiva en la sostenibilidad del planeta que si eliminásemos un africano.
Por supuesto, en un mundo civilizado como el nuestro no vamos a ir haciendo propuestas de listas negras de gente para enviar al patíbulo en favor de la sostenibilidad planetaria, sería intolerable. Pero hay otras formas de eliminar población muy eficaces y mucho menos escandalosas: campañas de aborto y anticoncepción, cuanto más agresivas mejor, esterilizaciones voluntarias o incentivadas de alguna forma, activar los mecanismos que puedan desatar una guerra, control férreo del acceso a los alimentos básicos… Mecanismos que estamos empleando con una sorprendente estulticia en los países empobrecidos, que casi no influyen en la sostenibilidad, en lugar de atacar a la verdadera amenaza planetaria, que somos los hiperconsumidores ciudadanos del Norte. Por una simple cuestión de lógica… y de economía de medios. Tan sólo se rompe esta norma oligocefálica con dos realidades: el aborto y la eutanasia, que sí están firmemente implantadas o en proceso de implantación como mecanismos muy eficaces para eliminar población sobrante e indeseada.
Pero vayamos un paso más allá de esta apocalíptica pesadilla orwelliana. ¿Cuál es el fondo de la cuestión? Es simple, nuestro planeta no puede sostener un consumo generalizado como el europeo (o el de cualquier país del Norte). Nuestro planeta no da para sostener nuestro consumo, pero sí el de miles de millones de africanos más, incluso aunque se triplicase su nivel de vida.
Es sencillo: o cambiamos nuestro modelo económico de consumo o acabaremos teniendo que matar a muchos más empobrecidos. Pero no para que la economía sea sostenible, sino para poder mantener nuestro indecente nivel de vida.
Y ¡ojo! Muchos europeos y muchos españoles no estamos dispuestos a rebajar nuestro nivel de vida. No sólo eso: mataríamos a quienes nos impidieran seguir aumentándolo. De hecho las muertes por hambre, guerra, esclavitud y todas sus secuelas no parecen tener otro sentido lógico.
Éste es el verdadero y angustioso drama en el cual la presión demográfica no es más que el chivo expiatorio que decíamos al principio. Las cartas están sobre la mesa, queramos verlas o no.
Los empobrecidos seguirán intentando llegar al Norte (¡como sea!) mientras la economía y la política de nuestro planeta esté sostenida sobre la ruina, el hambre y la muerte de la mayoría, para que una minoría enriquecida y miserable siga esquilmando la vida y la riqueza de la Tierra.
Esta es una situación política sostenida por nuestros gobernantes, nuestras estructuras políticas y económicas y nuestras instituciones. Pero también es una realidad que anida en nuestros corazones y como tal debemos verla en toda su crueldad: si queremos seguir sumergidos en la vorágine que nos propone este sistema, seguiremos buscando todos los mecanismos posibles de exterminio de los empobrecidos y les echaremos la culpa de todas las amenazas a la sostenibilidad.
Pero es mentira. Ellos tan solo padecen la cruel indignidad de un norte enriquecido, que es el verdadero culpable del exterminio de nuestro planeta.
Sin embargo nos queda una pregunta en el tintero tan importante como el desmontar la mentira de la amenaza demográfica. ¿Qué podemos hacer? ¿Cómo actuar? Pero esto es harina de otro artículo.