La decoración doméstica se va secularizando, pero no por eso ha dejado de haber un altar en nuestras casas. Un altar que ocupa un lugar de preferencia mucho mayor que el que tuvieron los altares del paganismo romano o de la piedad cristiana.
Hay un altar en nuestras casas
Las casas de los antiguos romanos tenían un altar donde la familia se reunía a dar culto a sus dioses. Allí el padre de familia oficiaba como sacerdote y honraba a los antepasados de esa familia y a los dioses del hogar, unos ídolos a los que llamaban los lares. Este gesto unía a la familia y le daba una orientación: había que vivir de modo que se contentara a los dioses y no se deshonrara la memoria de los antepasados.
En la tradición cristiana que han vivido nuestros pueblos también había altares en el hogar, desde el Corazón de Jesús entronizado, a esa foto de la patrona del pueblo donde nacimos o de la Virgen del Pilar, que no sólo nos recuerda un viaje, sino que es una referencia a la hora de dedicarle una mirada y elevar una oración. Existen también los altares móviles, esas urnas con una Virgen o la Sagrada Familia que van recorriendo el pueblo para que cada día una de las familias de la comunidad tenga una oración en torno a ella.
En la actualidad estas formas de piedad parece que van desapareciendo, las imágenes pueden seguir ahí pero a los más jóvenes rara vez les despiertan una oración. La decoración doméstica se va secularizando, pero no por eso ha dejado de haber un altar en nuestras casas. Un altar que ocupa un lugar de preferencia mucho mayor que el que tuvieron los altares del paganismo romano o de la piedad cristiana. Un altar que reúne a la familia más veces, más tiempo y con mayor atención que nunca lograron los altares domésticos en otras culturas. ¿Qué altar es ese? ¿No lo habéis descubierto ya?
Ese altar es la televisión que preside los cuartos de estar como un sagrario preside una Iglesia. Un altar que con las nuevas tecnologías se hace incluso un retablo de gran tamaño gracias a las pantallas de plasma, y que invade todos los espacios con las pequeñas pantallas que se reparten por la casa desde la cocina a cada dormitorio.
Desde este altar se predica una forma de vida que también nos exige fidelidad. ¿Quién se atreve a ser un hereje y no vestir, opinar… como se lleva? ¿Quién se atreve a no vivir según los mandamientos de esta cultura?
Desde este altar se presentan a la adoración los ídolos de la música, el deporte, la política. ¿No habéis visto como se habla en la programación deportiva de alcanzar la gloria? ¿No se pide imitar a esos ídolos como se enseña a imitar a los santos? ¿No se reparte doctrina con historias ejemplares en las series de televisión divulgando nuevos modelos de familia?
De cara a la educación de nuestros hijos esta es una cuestión muy importante. Los datos del propio Ministerio de Educación demuestran que las horas de TV-internet de los niños y adolescentes son muchas más que las horas lectivas que tienen en un año. Muchísimas más que las horas de conversación con sus padres o de educación en la fe.