La continuada depreciación del dólar en los últimos meses y, sobre todo, el cambio de algunos bancos centrales que han comenzado a aumentar la participación del euro en sus reservas de divisas siguen planteando el debate acerca de la posibilidad de que la moneda europea termine por sustituir al dólar como moneda de referencia internacional…
Juan Torres López.
Publicado en Temas para el Debate.
Febrero 2005
La continuada depreciación del dólar en los últimos meses y, sobre todo, el cambio de algunos bancos centrales que han comenzado a aumentar la participación del euro en sus reservas de divisas siguen planteando el debate acerca de la posibilidad de que la moneda europea termine por sustituir al dólar como moneda de referencia internacional
De ser así, se quiere ver también un fenómeno de gran trascendencia que implicaría la alteración profunda en la correlación internacional de fuerzas, dando a Europa el papel preminente que hasta ahora viene teniendo Estados Unidos.
Aunque me parece que es difícil pronosticar con seguridad lo que puede ocurrir yo creo que hay tres ideas fundamentales que deberían tenerse en cuenta y que voy a comentar brevemente a continuación antes de sacar conclusiones, como trataré de hacer al final.
a) La depreciación le conviene a Estados Unidos.
Lo que me parece más realista es pensar que Estados Unidos esté utilizando la depreciación como una estrategia adecuada a sus fines.
De hecho, lo que está sucediendo es que, como en otras ocasiones, Estados Unidos está disfrutando del privilegio que le supone que su moneda sea utilizada como reserva y como instrumento de pago de más del 60% de los intercambios internacionales. La depreciación del dólar es lo que está permitiendo que la economía de Estados Unidos se mantenga como no podría hacer ninguna otra. Actualmente, gasta unos 105 de cada 100 dólares que produce y consume por valor del 70% del PIB. En los dos últimos años su consumo ha crecido casi el doble que el de los demás países y se puede permitir el lujo de que su ahorro, que era de algo más del 7% del PIB a finales de los noventa, ahora casi no llegue al 1,5%. Los demás ahorran para el gigante norteamericano.
Gracias a la depreciación, Estados Unidos podrá ir también enjugando más fácilmente parte de un déficit exterior gigantesco que ninguna otra nación podría permitirse.
La situación, además, podría considerarse que no es demasiado problemática si se tiene en cuenta que China y Japón (de donde procede el 40% de su déficit comercial) seguramente no van a poder sino seguir financiándolo, so pena de hundirse ellas mismas con los norteamericanos.
Hay que tener en cuenta finalmente que ni siquiera la depreciación que se está produciendo es anormalmente alta si se compaña con la de otros periodos. Respecto a la cesta de monedas que toma la Reserva Federal como referencia, sólo estaría depreciada en un 15% (frente al 30% en que estuvo en 1995), sin alejarse demasiado del valor promedio de los últimos treinta años.
Por último, resulta que la depreciación del dólar es lo que permite que la Reserva Federal suba los tipos de interés, como viene haciendo casi sin descanso desde que se celebraron las elecciones. Algo que le viene fantásticamente a los grandes poseedores de recursos financieros.
En definitiva, la depreciación le está proporcionando a Estados Unidos la posibilidad de consumir endeudándose y, además, justificar la política de tipos elevados que favorece a quienes están en el poder.
b) No es seguro que Europa salga beneficiada.
Por otro lado, lo más seguro es que, en balance, la apreciación del euro no esté siendo muy positiva para nosotros (desde luego, nada bueno para la ya comercialmente maltrecha economía española y mejor para la alemana y las demás economías exportadoras).
Está ahorrando factura energética pero, como escribía hace poco James K. Galbraith, está poniendo fin al sueño de quién pudiera haber pensado que su potencia económica se basaría en las exportaciones, que es lo que siempre ha hecho realmente fuertes a las naciones.
Y, para colmo, está siendo abordada sin criterio, con división y sin una respuesta macroeconómica coherente. Es muy difícil creer que sólo con la pasividad que muestra Europa se pueda beneficiar de procesos tan complejos como los que se están dando en la economía mundial.
En suma, la apreciación del euro está dando lugar a que aumente su papel como moneda de reserva pero eso es así no porque haya una apuesta de Europa en ese sentido, sino como efecto de la defensa que de sus reservas deben hacer los demás países. Sin considerar otros factores de fondo, no habría razones para pensar que ese proceso no pudiera revertirse una vez que el dólar se recuperase.
Esta por ver, finalmente, cuánto tiempo podrá estar Europa sin responder a la subida de tipos que realiza la Reserva Federal y eso también deteriora su capacidad de crecimiento.
d) El mayor peso de la moneda no es la causa sino la consecuencia del poderío económico.
Esta tercera idea se olvida frecuentemente, o se quiere esquivar. La historia nos demuestra que las monedas que se han hecho fuertes y más utilizadas lo han sido como resultado de que los países que la emitían lograban imponer su poder económico, político o militar sobre los demás, no al contrario. Por eso, podría pensarse que la depreciación del dólar no es una expresión de su pérdida de hegemonía sino, precisamente, de que siendo esta tan grande puede permitirse el lujo de operar con su divisa en márgenes que ningún otro país puede disponer.
¿No es significativo que este periodo de apreciación del euro haya coincidido con una fase de disensiones y contradicciones internas, incluso acerca de la propia conveniencia de la apreciación?
No se olvide, por ejemplo, que el Grupo de los Siete incluso llegó a recomendar que no se realizaran más adquisiciones de euros, algo que no cuadra con la pretendida mejor posición europea que se quiere ver detrás de la depreciación del dólar.
Ahora bien, dicho todo lo anterior hay también otra circunstancia que de ninguna manera se puede olvidar.
Si bien es verdad que puede ser que Estados Unidos se esté beneficiando de la depreciación no lo es menos que está jugando con fuego. China y Japón están sometidas a una constante entrada de papel estadounidense que podría llevarlas a una situación extrema y podría ser que el déficit de Estados Unidos llegara a ser incontrolable por esta vía de la depreciación.
De hecho, son muchos los que apuestan por la posibilidad de que Estados Unidos pierda el control e incluso de que eso ocurra en este mismo año 2005.
El poder hegemónico le da a Bush gran capacidad de maniobra pero eso no significa que transitar tanto tiempo por el alambre, como está haciendo, esté exento de riesgos.
Estados Unidos confía seguramente en que China y Japón no van a empujarle y que, en última instancia, incluso Europa le serviría de colchón, entre otras cosas, porque muchos grandes e influyentes negocios en Europa están más unidos a los intereses estadounidenses que a los propiamente europeos.
Otra cosa podría ocurrir si Europa reconstruyera un proyecto macroeconómico y político autónomo que implicara algo más que la obsesión estabilizadora, si avanzara decisivamente en la cohesión social y si fortaleciera su posición política internacional para desentenderse definitivamente de las imposiciones norteamericanas. Lo que hay que evitar es que, a pesar de las apariencias, se dé la paradoja de que suba el euro y baje Europa.