Manuel Jiménez de Parga, ex presidente del Tribunal Constitucional, denuncia la situación de acoso que vive la Iglesia
Por José Joaquín Iriarte
Manuel Jiménez de Parga aprovechó el día de su despedida como presidente del Alto Tribunal para lanzar a la opinión pública una encendida defensa de los valores religiosos frente a la canallada histórica de los ataques contra la Iglesia católica que se detectan desde hace un buen tiempo en la sociedad española.
-¿A qué ataques se refería?
-Me refería a un clima que se ha creado en los últimos tiempos en España, un clima a mi juicio asfixiante. Se decía que la enseñanza en los colegios religiosos era una enseñanza mala, perversa incluso, donde a los niños se les maltrataba, en el sentido de desorientarlos en su vida. Y también quise referirme a una serie de hechos, que se han ido repitiendo, en los que la gente se callaba, a pesar de aparecer en los medios de comunicación: una obra con un título blasfemo, gravemente ofensivo, o la proyección de películas en la que se insistía en estas injustas e inexactas descalificaciones de los colegios religiosos.
-Estaba usted indignadísimo…
-Sí, y me preocupaba sobre todo la cobardía de los centenares de antiguos alumnos de esos colegios que, por distintos motivos, estaban callados. En privado te decían que era intolerable, pero no salía una voz que protestase públicamente. Me pareció que, por mi situación en la vida española, tenía una especial obligación de decir algo que tuviera resonancia efectiva.
-¿Era -ha dicho- un clima asfixiante?
-Yo he vivido en muchos lugares: Suiza, Francia, Alemania…, países que son considerados como cabeza del progreso de la humanidad. En ellos sería inconcebible que nadie se atreviese a hacer esas afirmaciones y no digamos a la publicación de textos en los que, de una forma directa, se pronuncia una blasfemia. Hay que intentar por todos los medios que esas manifestaciones injuriosas no se produzcan y, si se producen, hay que criticarlas y no dejarlas pasar por alto como si se tratara de un hecho intrascendente.
– Usted fue a un colegio de los Maristas y está muy orgulloso de la educación que recibió.
-Fui al colegio de la Inmaculada, de Granada. Allí estudié durante doce años. Viví muy intensamente la vida colegial. Mis hermanos también fueron al mismo colegio. Toda la familia estaba muy identificada con los Hermanos Maristas y con la enseñanza que impartían. En Granada, el colegio de los Maristas tiene, y ha tenido siempre, un peso específico y singular.
-Usted afirmó no hace mucho que sin el cristianismo, Europa no sería Europa. Ahora se acaba de aprobar la Constitución en cuyo preámbulo se omite la referencia a las raíces cristianas…
-En la historia de Europa, guste o no guste, el cristianismo tiene una presencia extraordinaria, es un ingrediente esencial. Más aún, muchas veces fueron las órdenes religiosas las protagonistas de la evolución europea. Así como la interpretación desde lo alto de principios de la Edad Media, que se suele hacer en filosofía, para darle importancia a lo trascendente y negárselo a lo contingente, tiene su traducción en las órdenes monásticas que se situaban en los picos de las montañas distanciadas del pueblo, en la época de equilibrio que marca santo Tomás en el siglo XIII, aparecen las órdenes religiosas que no sólo contemplan a Dios desde la montaña sino que van a mezclarse con los hombres y las ciudades. Es decir, hay un paralelismo entre la historia de Europa y la historia de las órdenes religiosas. En cada época, las órdenes religiosas con mayor protagonismo son las que conectan con la mentalidad dominante en ese momento. Esto es así. El cristianismo forma parte de Europa, como forma parte de la cultura greco-romana o la germánica. Negarlo es crearse una Europa imaginaria que nada tiene que ver con la realidad.
-¿Ve actualmente amenazados principios básicos como la vida, la familia, la libertad?
-Siempre ha habido problemas. Lo que hace falta es tener fe y confianza en Dios y trabajar para que los problemas se resuelvan bien. Es cierto que las nuevas técnicas están creando situaciones diferentes de tratamientos médicos y científicos que a algunos les preocupan, pero soy optimista y creo que todo eso puede encauzarse correctamente sin necesidad de violar los principios esenciales que forman nuestra manera de ser y de pensar.