Cuando fue misionero en Brasil, la historia se repitió, encarnado entre los pobres y amenazado por los potentados. JUANJOSÉ GOMEZ, cura mártir
Si el martirio es un testimonio de amor hasta la muerte, eso ha sido la muerte de nuestro amigo JuanJo, vivió voluntariamente entre los pobres y así encontró la muerte. Siempre quiso vivir como un pobre, ser cura de parroquias pobres y tener la casa llena de pobres. Los drogadictos, los borrachos, el «tonto del pueblo» eran su compañía, los enfermos de la FRATER le tenían como uno más desde que era muy joven. Su amor a Jesús pobre y crucificado le hacía vivir como un más entre ellos, sin exigirles cambiar, sin tener un plan en el que encuadrarlos.
Los latifundistas salmantinos nunca le perdonaron que no les siguiera el juego, que no hubiera privilegios ni «misas a parte» para ellos, que denunciara publicamente sus abusos, desde la mansedumbre y la no-violencia de un don nadie . Tambén en esto fue un martir y JuanJo recibió amenazas hasta de muerte, de viva voz y por escrito. Cuando fue misionero en Brasil, la historia se repitió, encarnado entre los pobres y amenazado por los potentados. Será por eso que su muerte no ha pillado de sorpresa a ninguno de los que le conocíamos, hasta algún obispo se ha permitido hacer chiste sin respeto sobre el tema.
Hace más de diez años le escuchamos hablar de ella ¡quién nos iba a decir que aquella conversación sería un certero vaticinio! Era en una Semana de la Justicia en el Cubo de D. Sancho (Salamanca), se reflexionaba sobre la encarnación de Cristo en los pobres y Marcelino Legido insitía en que Cristo compartió con ellos no sólo la pobreza material, sino también el desprecio y la marginación que caracteriza a los humillados. En esto JuanJo contó una anécdota, acababa de llegar un nuevo obispo a la diócesis de Ciudad Rodrigo y estaba recorriendola para visitar a los curas uno por uno, cuando llamó a su casa para anunciar la visita cogió el teléfono un borrachín que pasaba el día con él, lo primero que dijo fue: «el cura no está en casa, se la pasa por ahí y tiene los pueblos desatendidos», esa era su presentación al obispo. Andrea, una consagrada que vivía con Marcelino, comenzó a reñir a JuanJo: «te lo he dicho muchas veces, ves lo que te pasa, cualquier día te va pasar algo, no ves que dejas que entre cualquiera en tu casa, y dejas dormir allí al primero que pasa». Y fue entonces cuando Marcelino siguió su reflexión, perder la fama por los pobres nos asemejaba a Jesús, pero la mansedumbre de Jesús le llevó a estar entre ellos desarmado, hasta dejarse matar en una cruz, y esa era la Encarnación, estar como uno más enre los pobres, indefenso ante ellos, «que te den un golpe y te maten… y tú no te defiendas». Andrea seguía su riña: «si eso os va pasar, si eso os va a pasar… «.
Cuando los periódicos hablaron de un cura de Salamanca que estaba desaparecido recordamos esta conversación, cuando días después el cadaver de JuanJo apareció en un armario, sin signos de violencia pues no había ofrecido resistencia, se confirmó lo que sospechábamos. No hay amor mas grande que amar hasta la muerte. Hasta colgado en la cruz, se suceden las burlas y calumnias contra él, como le ocurrió a su Maestro: los medios de comunicación aprovechan a culpan a un inmigrante siguiendo su mentalidad xenófoba, algún desalmado insinúa en la radio un problema de homosexualidad,… .
Felicidades JuanJo, hasta después de muerto el Señor te ha concedido vivir el desprecio de los bienaventurados. Esa era tu vocación, ¿sabremos nosotros seguir en fidelidad la nuestra?