JUDAS es sin duda el mejor libro de Rovirosa. Esta indiscutible primacía es debida a su capítulo quinto: JUDAS Y YO. No solo porque en él traza, siquiera a grandes rasgos, su autobiografía, sino porque nos descubre, quizá sin apercibirse de ello, los aspectos más profundos de su vida cristiana.
Su tesis, según la cual “Judas llegó a ser traidor porque no supo ser un seguidor de Jesús, sino que pretendió ser un colaborador suyo”, supone una gran penetración del espíritu evangélico. No será por simple reflexión, sino por experiencia personal que Rovirosa pudo precisar tan justamente en que consiste “éste no hacer nada cuando Dios visita el alma y obra en ella maravillas” o “en los momentos en que Dios quiere obrar Él solo” y “que no tiene nada que ver con la herejía quietista”.