Julián Gómez del Castillo

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En el segundo aniversario de su muerte. Militante cristiano que amó a Cristo, la Iglesia y los pobres.

El 29 de octubre de 2006 fallecía un hombre de Dios. Julián Gómez del Castillo, un converso a Jesús y a nada ni nadie más. Hombre profundamente enamorado de Jesucristo y, por ello, de la Eucaristía, memorial de su pasión, muerte y resurrección

Muchas cosas se podrían decir de él, pero una es especialmente llamativa: siempre su profunda fe le hizo estar comprometido y creer en la promoción de los pobres, de los últimos y por ello no dudó en impulsar plataformas propias con medios pobres, desde donde combatir las estructuras injustas que oprimen la dignidad del ser humano, lo más sagrado que este tiene. Y creía en esta manera de trabajar porque era la única manera de demostrar que nunca se puede decir que no se puede hacer nada, la manera de combatir las dependencias, de potenciar la responsabilidad y la libertad.

D. Fernando Sebastián hablaba de esta manera de estos dos grandes conversos Julián Gómez del Castillo y Guillermo Rovirosa:

“Hay tres puntos que son la herencia o parte de la herencia que ellos nos dejaron y de los cuales podemos aprender mucho los cristianos en estos momentos. Uno fue la claridad y la entereza con la que vivieron su identidad cristiana, por encima de todos los atractivos, las imposiciones, las dificultades que encontraban en sus compromisos. Compromisos sindicales, políticos,…. Ellos nunca cedieron ni sometieron nada de su identidad cristiana, de su plena comunión eclesial, a las imposiciones de las ideologías, de los sindicatos, de los partidos políticos. Estaban en medio de la batalla, pero nunca jamás cedieron ni sufrieron ninguna alteración, ni ninguna fisura, ni ninguna incertidumbre en cuanto a la claridad, a la integridad de su plena comunión católica.

El segundo elemento que yo quiero destacar es como ellos comprendieron muy bien que en el apostolado seglar y en la presencia de los católicos en el mundo, en los ambientes más profundos, más tensos y más terrenos de la lucha diaria en la sociedad, el don más importante que tenían que hacer era la evangelización, dar a conocer a Cristo. (…)

Y el tercer punto que ellos también destacaron y vivieron, es la fecundidad cultural de la fe cristiana, de la fe religiosa. Contra esta especie de privacidad tan sin fundamento que nos quieren inculcar hoy: “El laicismo vale para la calle”. ¿Y la fe, para dónde vale, para el cuarto de estar sólo?  Contra esta manera tan pobre, tan raquítica de ver las cosas, ellos vivieron muy claramente la mutua interacción entre fe y cultura,  (…) ahora el olvido de Dios está provocando el derrumbamiento de nuestra cultura entera, no sólo de la religiosa, sino también de la moral, de muchas cosas…”

Porque creyó en los pobres, los preferidos de Dios, no dudó en embarcarse en la lucha por la justicia y ello a través de la promoción de militantes cristianos encarnados en medio de la sociedad y generando opinión pública solidaria. Por eso no dudó en formar el Movimiento Cultural Cristiano, movimiento de apostolado; por eso no dudó en fundar el partido SAIn donde los más débiles estuviesen representados ante las instituciones políticas.  Una verdad con hechos en su vida fue lo de: “Soy militante por fe en Jesucristo”.  Julián nos transmitió vida solidaria asociada, encarnó en su vida lo de que  “Dios es Solidaridad”.

En esta época que vivimos de profunda crisis de militancia, militancia a la que nos debería llevar nuestro compromiso bautismal, Julián Gómez del Castillo, sigue siendo hoy un testimonio para nuestras vidas.

Gracias Julián por esa vida entregada a Cristo, a la Iglesia y a los pobres.

Elena García,
militante del Movimiento Cultural Cristiano