LA AMENAZA NUCLEAR

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En EEUU, el objetivo era alcanzar una posición de hegemonía militar a escala global: el gasto de defensa en el 2002 se incrementó en más de 320.000 millones de dólares, una cifra equivalente al PIB de la Federación Rusa. De este presupuesto general de defensa, miles de millones de dólares han sido utilizados para

La amenaza nuclear es otra vez nota de tapa en los periódicos más importantes del mundo y un problema latente para las naciones envueltas.


Irán y Corea del Norte fueron contundentes y desafiantes a la vez, pues anunciaron que continuarán con sus programas nucleares pese a la censura de occidente ya que, según aseguran, ellos también «tienen derecho a defenderse». En Europa, el primer mandatario galo, Jacques Chirac, durante una visita a Ile Longue, la zona donde están ubicados los submarinos nucleares en el noroeste de su país, dijo que Francia está preparada para lanzar un ataque nuclear contra cualquier estado o región que llevara a cabo una agresión terrorista en suelo francés, llegando a incluir a los suministros estratégicos franceses y la defensa de sus aliados entre los «intereses vitales» protegidos por la disuasión nuclear gala.


Por ahora, el cruce de declaraciones no ha pasado de ello, pues tratándose de armas de destrucción masiva, un probable enfrentamiento entre fuerzas nucleares traería consecuencias sin precedentes en la historia de la humanidad. Si bien es cierto que no es la primera vez que suceden roces entre países con esta capacidad de destrucción, lo cierto es que son cada vez más las naciones que justifican la posesión de instalaciones nucleares con fines dudosos. En esta situación, ya sea para disminuir aquella capacidad o como respuesta a un ataque preventivo, basta con que uno de estos países inicie la batalla para dar pie a otro conflicto, la denominada Tercera Guerra Mundial que, según analistas e historiadores, incluso ya estaría planificada.


Según Alexander Arbatov, vicepresidente del Comité de Defensa de Rusia, la estrategia para la nueva gran guerra, se inicia con la disgregación de Yugoslavia a fines del siglo pasado. Este conflicto de 1999 –que coincidió con la formación del GUUAM (una alianza entre Georgia, Ukrania, Uzbekistan, Azerbaijan y Moldavia) y con la ampliación de la OTAN hacia Europa del Este—marcó un importante punto de inflexión en las relaciones Este-Oeste. El estamento militar de Rusia, en aquel momento, expresó abiertamente su desconfianza con respecto a los Estados Unidos: «el bombardeo de Yugoslavia podría resultar ser, en un futuro cercano, un simple ensayo para efectuar ataques similares contra Rusia».


También es a partir de la guerra de Yugoslavia que la administración Clinton aumentó su apoyo militar a Taiwán contra China, provocando una considerable escalada armamentística en la región. Destructores Aegis de fabricación estadounidense equipados con misiles tierra- aire de última tecnología, misiles mar-mar y misiles de crucero Tomahawk fueron entregados a Taiwán para reforzar su capacidad naval. Por su lado, Pekín respondió a esta escalada armamentística recibiendo en el año 2000 su primer destructor de misiles de fabricación soviética, el Hangzhou, equipado con misiles antinavío SS-N-22 Sunburn, «capaces de penetrar las defensas tecnológicamente más avanzadas de un grupo de combate naval estadounidense o japonés».


Mientras tanto, en Washington, se estaba produciendo otra escalada al mismo nivel. El objetivo era alcanzar una posición de hegemonía militar a escala global: el gasto de defensa en el 2002 se incrementó en más de 320.000 millones de dólares, una cifra equivalente al PIB de la Federación Rusa (aproximadamente 325.000 millones de dólares). Pero aún mayor fue el incremento del gasto militar estadounidense que se puso en marcha a raíz del bombardeo de Afganistán en el 2002.


De ese presupuesto general de defensa, miles de millones de dólares han sido utilizados para «renovar el arsenal nuclear estadounidense». Se ha desarrollado una nueva generación de «misiles de fragmentación» dotados de cabezas nucleares múltiples, capaces de disparar desde una única plataforma de lanzamiento hasta diez cabezas nucleares dirigidas a diez ciudades diferentes. Actualmente, estos misiles apuntan a Rusia.


En este contexto, Washington se ha aferrado a lo que denomina como política de «golpear primero», concebida en principio para ser aplicada a los llamados países que integran el denominado «eje del mal», pero que de hecho está dirigida en gran medida hacia Rusia y China.


Garantía nuclear


Actualmente hay cinco países que se consideran «Estados Nuclearmente Armados» (NWS por Nuclear Weapon States, en inglés), estatus internacional otorgado por el Tratado de No Proliferación Nuclear.


El orden de posesión de armas nucleares está encabezado por Rusia (18.000), Estados Unidos (10.500), China (400), Francia (350) y Gran Bretaña (200), y desde que se firmó el tratado, otros dos países han realizado pruebas nucleares: India (90) y Pakistán (50).


Por su parte, Corea del Norte (18) ha declarado públicamente poseer armas nucleares pero todavía no ha llevado a cabo pruebas confirmadas y su estatus es desconocido. También hay amplias sospechas de que Israel, con el beneplácito de los Estados Unidos, posee un arsenal de más de 100 armas nucleares.


En su discurso sobre la doctrina nuclear francesa, el presidente Chirac afirmó que «frente a las inquietudes del presente y las incertidumbres del futuro, la disuasión nuclear sigue siendo la garantía fundamental de nuestra seguridad». Sobre el tema, Estados Unidos ya había anunciado que desarrolló una nueva generación de las llamadas «armas nucleares tácticas» o «mininukes» destinadas a ser empleadas en escenarios de guerra convencional. Durante la administración Clinton, el Pentágono reclamaba el uso de la bomba «nuclear» antibúnker B61-11, sugiriendo que ya que se trataba de un arma «subterránea», no provocaría lluvia nuclear que pudiera afectar a la población civil.


Sin embargo, la evidencia científica en este terreno es inequívoca: el impacto sobre la población civil de la bomba de «baja radiación» B61-11 sería devastador, pues «dada la enorme cantidad de suciedad radiactiva que dispersaría la explosión, un arma de 5 kilotones generaría un área inmensa de lluvia radioactiva letal», según un estudio de la Universidad de Kent en Inglaterra.


A raíz del 11 de septiembre, la llamada «guerra contra el terrorismo» está siendo utilizada también por la Administración Bush para definir el presupuesto referido a la utilización del armamento nuclear. El nuevo planteamiento se hizo evidente cuando Los Angeles Times publicó algunos extractos de la 2002 Nuclear Posture Review. El informe filtrado explica que las armas nucleares «podrían ser empleadas en tres tipos de situaciones: contra objetivos capaces de resistir un ataque nuclear, como represalia a ataques desarrollados mediante armas nucleares, biológicas o químicas (…), o (…) en el caso de una evolución imprevista de los acontecimientos militares».


El documento asimismo declara que el Pentágono debería estar preparado para utilizar armas nucleares en el conflicto árabe-israelí, en una guerra entre China y Taiwán, o en caso de un ataque de Corea del Norte contra su vecino del sur.


Esas armas nucleares podrían ser también necesarias para defender a Israel en caso de que sufra un ataque. El informe indica que Rusia ha dejado de ser considerada oficialmente como «enemigo». Sin embargo, admite que el enorme arsenal ruso, que incluye cerca de 6.000 cabezas militares desplegadas y probablemente 10.000 armas nucleares más pequeñas listas para ser utilizadas en espacios reducidos, sigue siendo un motivo de preocupación.


Asimismo, la fisura entre los productores de armamento anglo-estadounidenses y franco- alemanes –incluyendo las existentes dentro de la alianza militar occidental-, parece haber favorecido una creciente cooperación militar entre Rusia, Francia y Alemania. Rusia también suscribió un «acuerdo militar de cooperación de larga duración» con India a finales de 1998, el cual fue seguido unos meses más tarde por un acuerdo defensivo entre India y Francia.


Este acuerdo franco-indio tiene unos efectos directos sobre las relaciones indo-paquistaníes. Igualmente, afecta a los intereses estratégicos estadounidenses en Asia Central y del Sur. Mientras que Washington se ha dedicado a brindar ayuda militar a Paquistán, la India estuvo recibiendo la ayuda de Francia y Rusia.


La política exterior estadounidense posterior a la era soviética ha clasificado al Asia Central y al Cáucaso como «área estratégica». Sin embargo, esta política no consiste ya en contener la «expansión del comunismo», sino más bien en impedir que Rusia y China adquieran capacidad para competir con los Estados Unidos. En este sentido, los Estados Unidos han aumentado su presencia militar desde Bosnia y Kosovo hasta las antiguas repúblicas soviéticas de Georgia, Azerbaiján, Turkmenistán y Uzbekistán, todas las cuales han suscrito con Washington acuerdos militares bilaterales.


En respuesta a la iniciativa estadounidense de la «Guerra de las Galaxias», Moscú desarrolló el «Escudo ruso contra misiles y armas nucleares». El gobierno ruso anunció en 1998 el desarrollo de una nueva generación de misiles balísticos intercontinentales conocidos como Topol-M (SS-27). Estos nuevos misiles de una sola cabeza nuclear se encuentran actualmente en estado de «plena disponibilidad de combate» contra cualquier «primer ataque preventivo» procedente de los Estados Unidos, ataque que constituye, a partir del 11-S, la hipótesis principal para el caso de una eventual guerra nuclear.


Chirac dijo que Francia puede causar «daños de todo tipo», además de asegurar que las opciones no se limitan a «la inacción y la aniquilación. Todas nuestras fuerzas nucleares han sido configuradas en este espíritu».


Sus argumentos no difieren mucho de otros líderes de occidente. Pero tampoco de aquellos que ahora surgen como una nueva amenaza.


Ernesto Melgar
Periódico Los Tiempos
Cochabamba (Bolivia)