El ya cercano V Centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús (1515-2015) es razón de fiesta. Hoy el Papa es hombre de Dios, como lo han sido los últimos sucesores de Pedro. No era así en aquellos años de Santa Teresa cuando algunos Papas no eran especialmente santos, aunque fueron buenos mecenas.
Y sin embargo, Teresa de Ávila (y Juan de Yepes, Ignacio de Loyola, Juan de Ávila, etc.) no escogieron el camino de Lutero, deslumbrado por la soberbia y el pacto con los príncipes alemanes, abanderados del capitalismo. Lutero no es que fuera malo, es que no supo ver que tenía su parte de culpa y que todo somos Judas. Teresa sí que se dio cuenta y así pudo vivir con gozo hasta sus últimos momentos porque moría hija de la Iglesia y no de las vanidades imaginadas por Teresa.
Y así fue como pudo ser radicalmente reformadora. Cuando Teresa llegó al convento, las monjas ricas tenían criada. Y empezó una reforma porque la Iglesia siempre ha sabido ser más que hacer la revolución hay que ser la revolución. Y lo fue; y así la hizo.
Teresa dejó a la Iglesia una de las principales páginas de la espiritualidad de encarnación, sintetizada en la frase “Con la experiencia de amor a la Humanidad de Cristo, todo se hace fácil y se obra muy breve y sin trabajo”: el afecto, la contemplación y la escucha de la HUMANIDAD DE CRISTO es el camino al Padre y la principal manera de que la vida militante sea dulce y ligera. La contemplación del Ecce Homo fue el inicio de su “segunda conversión” y el programa de los diecisiete “palomarcicos” que en la vida fundó.
Recordar a esta santa mística y andariega es tener claro que la vida apostólica en un mundo en guerra de poderosos contra débiles es inviable sin ser “amigos de Dios”, como ella subrayaba. Amistad que pasa por largos momentos de oración afectiva con la Humanidad de Cristo como principal protagonista. De la mano de la Palabra y el Espíritu, contemplando –a la par– los otros ecce homos que pueblan hoy nuestro mundo.
A Teresa le gustaba comulgar hostias grandes, le parecía que así entraba en más comunión con Jesús. Juan de la Cruz le dio una gran lección dándole una hostia pequeña y así aprendió a crecer en pobreza y humildad. La fe es así. También supo aprender de la vida comunitaria advirtiendo a las hermanas con todo realismo.
Hoy, con un feminismo estúpido en algunos medios del poder, es valiosísimo el testimonio femenino de Teresa. Sin cuotas, sin búsqueda de poder, poniendo el genio femenino precisamente en el servicio, en saber perder, en la alegría del amor. Nos alegra contar con el testimonio de actualidad de Santa Teresa para evangelizar el siglo XXI.
Editorial de la revista Id y evangelizad