La apropiación de tierras en África aumenta la pobreza

2367

Según el Banco Mundial, solo el 20% de las tierras expropiadas han comenzado a producir. Los países extranjeros que más implicados están en la apropiación de tierras son: China, Corea del Norte, Kuwait, Qatar e India.

Desesperados por la inversión extranjera y la promesa de desarrollo, los gobiernos africanos están ofreciendo cada vez más a los extranjeros aquello de lo que la mayoría de su pueblo depende: la tierra. El resultado del fenómeno conocido como “apropiación de tierras” ha visto a millones de personas desplazadas y descontentas e incluso una mayor pobreza.

Esta apropiación o demanda de tierra empezó a realizarse seriamente hace una década, pero se aceleró tras los registros de los elevados precios de alimentos en 2008, la actual crisis económica y un incremento repentino de la demanda de biocombustible.

Inversores, gobiernos o empresas, compran o alquilan grandes extensiones de tierra cultivable en  países extranjeros con el propósito de exportar el producto de regreso a sus países, o simplemente para especulación financiera.

El lugar donde ocurre con más frecuencia este fenómeno es en el África subsahariana, así como en Brasil y Rusia; los países extranjeros que están más implicados en esta apropiación de la tierra son: China, Corea del Sur, India, Arabia Saudí, Kuwait y Qatar. Aunque es muy difícil determinar las cifras exactas, en 2009, el Banco Mundial estimó que se estaba negociando más de 445.154 km² de tierra  para ser distribuida, de la cual el 70% se encontraba en África.

La Coalición Internacional para el acceso a la tierra (ILC son sus siglas en inglés) eleva la cifra a casi 809.371 km², localizándose el 64% en África. Según el Banco Mundial, en 2009 el 21% de las negociaciones de tierra mundial fueron para la producción de biocombustible; la cifra que ILC presentó para 2009 es el 44%, con Sudáfrica apareciendo como  el nuevo Oriente Medio de los biocombustibles.

Podría decirse que África es la región más vulnerable a esta tendencia, puesto que el continente depende enteramente de la agricultura de subsistencia para alimentar a su población. Se ha estimado una cantidad de 80 millones de agricultores a pequeña escala que abastecen el 95% de las necesidades alimenticias de África y producen un 30% de su PIB.

Si quitan algo de tierra a estos agricultores, las consecuencias para ellos son nefastas. Danielle Nierenberg, directora del proyecto Alimentando al Planeta, de Worldwatch Institute, comentó en una entrevista telefónica que “Especialmente en Kenia, Etiopía y en otras zonas del cuerno de África, el hecho de que el gobierno haya vendido o alquilado tierras que se pueden utilizar para  producir alimentos y alimentar a su pueblo, está realmente planteando un dilema moral”.

Además, mucha de la tierra que se ha quitado a los agricultores no está siendo productiva. Un estudio del Banco Mundial en 2010 indicaba que solo el 20% de los proyectos aprobados había empezado a producir, el resto de las tierras permanecían inactivas. Nierenberg indica que los grupos de agricultores que conoció por África estaban asustados y muy enfadados que se hubieran permitido estas apropiaciones de tierras. Tenían fe de que el gobierno no vendería su tierra a otras personas.

El caso de Etiopía se ha convertido en el paradigma del impacto devastador de la apropiación de tierras. Enormes franjas de tierra alrededor del Río Omo, en el Sureste del país, unas 244.834 hectáreas, están siendo arrendadas por compañías extranjeras o desalojadas por el gobierno, para utilizarlas como plantaciones de cultivos comerciales como la caña de azúcar.

Por otra parte, el gobierno está construyendo la polémica presa Gibe III en el Río Omo para proporcionar irrigación y para producir electricidad, que en su mayoría se venderá a la vecina Kenia. La presa impide la crecida anual del río, de la cual depende el “cultivo pluvial rotativo” de  las cosechas de las tribus, y que el agua deje ricos sedimentos cuando desciende su nivel. Solo en Etiopía, los indígenas del Valle de Omo, unos 200.000, dependen completamente del crecimiento de los cultivos y del pastoreo de su ganado en su tierra para sobrevivir.

En una entrevista reciente con Deutsche Welle, Essayas Kebede, director de la agencia de inversión agrícola del gobierno etíope, explicó que ofrecer la tierra a los extranjeros puede ayudar a incrementar la productividad y el poder adquisitivo de los etíopes. Kebede comenta que 14 millones de hectáreas de tierra están en barbecho, y que unos 3.5 millones de hectáreas son adecuadas para la agricultura comercial.

“Pero para eso necesitamos inversores. Pueden venir de Etiopía o del extranjero, no nos importa, pero necesitamos urgentemente capital y tecnología moderna para aumentar nuestra producción en el sector agrícola”. El valle del Bajo Omo está declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO por su importancia cultural y arqueológica para la humanidad. El Comité del Patrimonio Mundial de la UNESCO instó recientemente a Etiopía a que “detuviera inmediatamente” la Presa Gibe III.

“Ahora no hay nadie cantando o bailando junto al Río Omo. La gente está demasiado hambrienta. Los niños están callados. Nosotros, los adultos, entramos en el refugio y dormimos silenciosamente. No conversamos”, se quejaba un miembro de la tribu local Mun.

Según Christina Chauvenet, Survival Internacional recibió informes verosímiles de que cualquier indígena que se opone a la presa es tratado duramente por los militares y la policía secreta, propinándole palizas, torturas y encarcelamiento. Las apropiaciones aumentan el precio de los alimentos.

La Organización de la Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura estima que una cantidad récord de 1.000 millones de personas, una sexta parte de la población mundial, se va a dormir con hambre, sin suficientes calorías como para vivir una vida saludable.

“Si no se controla, el impacto para las comunidades locales será devastador, causando que los precios de los alimentos locales se disparen, llevando a las personas más pobres del mundo a una pobreza más profunda”, advertía Ambrose, experto en apropiación de la tierra.  El desempleo también está aumentando entre la gente local, que está siendo desplazada por la apropiación de la tierra.

Cuando los inversores extranjeros se apoderan de la tierra para proyectos agrícolas, por lo general prometen empleo para la gente de la zona, pero las oportunidades de trabajo a menudo son pocas comparadas con el número de personas que había vivido en esa tierra, y además el trabajo está muy mal remunerado.

Cuando las comunidades locales son desalojadas, su única opción es marcharse a las grandes ciudades. Expertos afirman que la mayoría de la población desplazada en las ciudades está formada por antiguos agricultores.