La asociación de tejedores: una historia silenciada

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Una historia como tantas otras que demuestran que la solidaridad en Europa tiene raíces cristianas, a pesar de que los voceros del neocapitalismo se empeñen en silenciarlo. Suele considerarse que las primeras asociaciones de obreros españoles han sido la Sociedad de Tejedores de algodón y la Asociación Mutua de Tejedores de Barcelona, autorizadas en mayo de 1840. En la Asociación de Tejedores cada asociado cotiza seis cuartos, hay una bolsa de trabajo, los asociados se comprometen a no usar tejidos extranjeros (so pena de expulsión), se impide el trabajo obrero por un salario inferior al fijado, en cuyo caso deberá declararse en huelga, y entonces recibirá seis reales diarios. Ya desde las huelgas que traen como resultado prohibiciones gubernativas, estos obreros de primera hora demuestran ser conscientes de su diferencia respecto a los antiguos artesanos, a pesar de que en gran medida ellos mismos proceden de los ambientes gremiales. Así, un manifiesto de los hiladores barceloneses de junio de 1856 rezaba :

“Nuestro trabajo se verifica bajo crueles condiciones. Metidos en grandes compartimentos, en donde impera una severa disciplina, parecemos un rebaño de esclavos sujetos a la vara del señor; colocados junto a las máquinas, somos los servidores de éstas; desde las cinco de la mañana hasta las siete y media de la tarde siempre hacemos lo mismo. Para nosotros, lejos de ser el fabricante nuestro igual, es el ojo vigilante y espía de nuestras acciones: nunca trabajamos bastante, siempre descontento de nosotros, no podemos menos de ver en él nuestro tirano”.

Lo que suele silenciarse incomprensiblemente, porque a la historia no se la debe poner sordina, es que la tempranera Asociación de Tejedores nacida en Cataluña en 1840 tiene un planteamiento explícitamente católico a la par que militante, en la antítesis de cualquier amarillismo.

“Sociedad de Protección mutua de Tejedores de Algodón de Barcelona. Consocios y compañeros: antes del diez de mayo del año próximo pasado yacíamos en completa abyección, arrastrando una ominosa cadena cuyos eslabones había labrado la codicia de los fabricantes, auxiliados por el despotismo: gemíamos de miseria, y gemían nuestras familias invocando el auxilio del cielo contra tanta humillación, ya que no nos era dado dirigirnos a los hombres cuando hasta los lamentos del desvalido castigaban. Oyó nuestros clamores el Dios de las misericordias y permitió que, en la plagada sociedad española, una revolución, a cuya sombra nos levantamos osados, secundara con nuestros débiles esfuerzos la grande obra de la regeneración social. Fausto será el diez de mayo.

(…)

Compañeros: se acerca el primer aniversario de aquel memorable día. Los representantes de la asociación os invitamos a todos, con fervor y entusiasmo, para que concurráis a celebrarle. Vamos todos a postrarnos ante las aras de ese Dios, protector de los pobres; rindámosle gracias por la prosperidad que ha concedido a nuestra protectora sociedad, roguémosle nos conserve la mayor decisión y constancia para obtenerla y, con ella, nuestra independencia y la humillación de los tiranos y opresores. Concurramos todos a la augusta ceremonia con el orden y compostura que requiere semejante acto, y confundiremos de este modo a los aristócratas que tratan de ridiculizarnos. Al entonar los cánticos sagrados, invocando la protección del Todopoderoso, confiad que nuestras preces tendrán plácida acogida en su altísimo solio donde los coros celestiales repiten con más pompa las invocaciones del pobre que sostiene la libertad y la razón, que las afectadas súplicas del poderoso dirigidas a prosperar con el sudor de los desvalidos.

Como señala Miguel Ángel G. Pizarro (Lo cristiano y los cristianos en los orígenes del movimiento obrero. Tomo I. Movimiento Cultural Cristiano), esta primera asociación obrera, con siete mil socios en Barcelona y más de ocho mil en la provincia, carece a la sazón de filiación política partidista, simplemente los obreros buscan con ella salvaguardar su dignidad siendo tratados por sus patronos con el respeto y la cortesía que les son debidos“.