La última conferencia política del PSOE coincidió con la publicación de las memorias de Zapatero en su última etapa de gobierno y de quien fuera su ministro de economía. Era de esperar que ninguno de los dos pidiera perdón por el desastre de su gestión económica y política.
Su pretensión no era otra que justificarse y hacer gala de su conocida vanidad, además de hacer caja en estos tiempos de crisis. Pero que el partido no les haya repudiado ni les haya pedido ninguna responsabilidad es una muestra más del estado comatoso en el que se halla el socialismo español.
Zapatero se negó en su momento a mostrar la carta que recibió del Banco Central Europeo en agosto de 2011 y tras la que se promovió la reforma de la Constitución Española que subordina nuestra economía al pago de la deuda contraída con los mercados financieros. El muy listo ha preferido publicarla en su libro para aumentar las ventas. La sociedad española no puede pasar por alto que un ex-presidente de gobierno no se haya comportado como el gobernante de un país soberano y se lucre con su librito.
Ser socialista es construir solidaridad. Miles de luchadores han dado la vida por ello. Apartarse de la solidaridad es deslizarse por la senda de la burocracia y los sillones. El único enemigo de los pobres es el capitalismo y el PSOE lo ha abrazado con fuerza vendiendo a los pobres. Los socialistas de hoy se han quedado en el discurso fácil de los derechos porque se creen sin deberes. Con chófer, coche oficial y buen salario los únicos derechos por los que merece la pena luchar son los que están de cintura para abajo. Para ellos, los pobres no existen.
Por eso, el PSOE es una momia del pasado. Creer en su regeneración es como creer que hay vida en Júpiter. Cada vez que pierden las elecciones vuelven a escenifican su parodia anti–derecha para criticar lo mismo que ellos hicieron cuando gobernaban.
No dejemos que su vocerío no acalle las voces de los que están construyendo solidaridad en la vida política española
Editorial de la revista Autogestión