El alto grado de militarismo y gasto militar son una de las causas del alto endeudamiento de Grecia.
Las dificultades del gobierno de Alexis Tsipras para renegociar la deuda con sus acreedores han llegado al punto máximo de tensión.
Las amenazas cuando no chantajes lanzadas desde el Eurogrupo y el FMI para que Grecia haga frente a sus compromisos van acompañadas de demandas inasumibles por el gobierno de Syriza, pues van en sentido contrario al programa electoral que llevó al gobierno a Tsipras, frenar los ajustes sociales exigidos por la Troika refrendados por el Consejo Europeo, los más llamativos de los actuales son: rebaja de las pensiones y aumento del IVA. Medidas que se exigen para conceder nuevos créditos, que inevitablemente llevan a un tercer rescate de la economía griega.
De las dificultades actuales no se puede eximir de responsabilidad a los gobiernos griegos anteriores a Syriza, tampoco y quizás menos, a los miembros del Eurogrupo y al propio Banco Central Europeo. Por un hecho en el que coinciden la mayoría de los analistas: haber permitido entrar en el euro a un país que no reunía las condiciones mínimas para compartir una moneda hecha a medida de las economías más fuertes de la UE (Alemania y Francia). Pero como esta es una cuestión difícilmente reversible, pues la salida de Grecia del euro sería gravosa para los países europeos que comparten esa moneda y para los helenos una bajada a los infiernos, lo más probable es que antes de la fecha fatídica del 30 de junio se llegue a un acuerdo que impida la caída de Grecia y la crisis del euro.
La cuestión que aquí nos ocupa ha sido aireada estos días por el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker: el enorme gasto militar griego. Juncker ha indicado que a cambio de no subir el IVA podrían rebajar unas décimas el gasto militar respecto del PIB. Es decir que el ajuste recaiga sobre el Ministerio de Defensa en lugar de gravar el consumo que dañaría a toda la población y lastraría la economía productiva.
Sobre este punto, el gasto militar griego, es necesaria una reflexión, pues tiene relación directa con esa enorme deuda exterior, ya que una parte de ella proviene de préstamos para acceder a la compra de armas de los mismos acreedores que ahora exigen el pago de los vencimientos. Pero vayamos por partes. Para analizar el gasto militar de Grecia se debe comenzar por el número de sus efectivos militares. A este respecto, se debe saber que las fuerzas armadas helenas tienen el ratio más alto de efectivos de Europa, 12,9 por mil habitantes (España tiene 2,9 y Francia un 3,3); un gasto militar de 2,2% del PIB en 2014. Que si bien es cierto ha disminuido desde la llegada de la crisis, en la última década fue del 4%, cuando el promedio de la UE era del 1,7% (España tiene en la actualidad un 0,9% y Francia, que es quien más gasta, un 2,2%). Entonces, si sus fuerzas armadas hubieran sido más acordes con los promedios de los países de la UE, Grecia se podría haber ahorrado no menos de un 50% del PIB de su gasto militar, es decir, entre 4.800 y 6.000 millones de euros al año (Sipri 2014).
Pero la parte más substancial del gasto militar griego proviene de la adquisición de material militar en el exterior, unos 10.000 millones de euros en los últimos diez años (Sipri). Esto hizo alcanzar a Grecia el cuarto lugar en el ranking mundial de compradores de armas (2007). Compras que fueron adquiridas en su mayoría en Alemania (3.000 M€) y Francia (4.000 M€), precisamente los principales acreedores de Grecia. Entonces la enorme deuda griega está relacionada con esas adquisiciones de armas. Diversas fuentes han denunciado que Alemania forzaba contratos de ventas de armas como condición para conceder préstamos. Así lo publicó la revista Zeit Online en 2012, aduciendo que los 80.000 M€ en préstamos que se han ido concediendo fueron condicionados, tanto por Alemania como por Francia, a la compra de diverso material: 4 submarinos (1.800 M€), 12 buques (1.700 M€) y 170 blindados Leopard (1.700 M€); mientras que Francia vendía 25 aviones Mirage, 6 fragatas y 20 helicópteros de combate por 4.000 M€. Hechos que ya fueron denunciados en el Parlamento Europeo por Daniel Cohn-Bendit (05/05/2010) y corroborados por la canciller Angela Merkel, quien apoyada por Nicolas Sarkozy exponía tras la concesión de los préstamos que Grecia debía cumplir con los compromisos adquiridos en sus contratos en el exterior.
Transacciones de armamentos que fueron objeto de investigación bajo sospecha de corrupción, tanto por parte del tribunal alemán de Munich que investigó el pago de comisiones a miembros del gobierno griego (mayo de 2010) por parte de la empresa MAN Ferrostaa, asociada a Thyssen-Krupp, la industria constructora de los submarinos y buques de guerra (El País, 26/09/2012); como de los tribunales helenos, que implicaron a diversos altos cargos griegos de recibir comisiones millonarias por las compras de armas. Así, Akis Tsochadzopoulos, en 2013, fue condenado a veinte años de cárcel por haber recibido 50 M€ como soborno por la adquisición de submarinos. Hechos corroborados por el entonces ministro griego, Teodoros Pagkalos, que declaró en una entrevista que “estaba obligado a comprar armamentos que no necesitábamos”, debido a las presiones alemanas.
Entonces, se podría concluir que esas enormes adquisiciones de armamentos no respondían a las exigencias de la defensa y la seguridad nacional de Grecia, sino que obedecían a los intereses del lobby militar-industrial franco-alemán que orquestaron toda una red de maquinaciones y corrupciones para desviar recursos públicos de Grecia para favorecer sus intereses privados y que contaron con la complicidad de los gobiernos alemán y francés.
Así las cosas, es razonable que el gobierno de Syriza haya exigido una auditoria sobre su deuda para conocer que parte de ella es ilegítima por estar sometida a causas ajenas al interés nacional. Y en ese sentido es correcto que desee renegociar las condiciones de una deuda cuando existen perversiones de ese calibre por esclarecer.
Por otro lado, si bien es cierto que tras la llegada de la crisis en 2008 el gasto militar griego ha disminuido, aún resulta excesivo para una economía en crisis, un 2,2% del PIB, cuando el PNUD de Naciones Unidas recomienda un 1% y no superar el 2%. Y en ese sentido la demanda de Jean-Claude Juncker debería ser bien acogida por el Gobierno de Syriza, pues tan sólo con rebajar el 0,5% se obtendrían 895 millones de rebaja en el gasto público.
Con las cuestiones relacionadas con la defensa y la disminución del gasto militar, en el actual gobierno griego existe un grave hándicap. La presencia del partido coaligado Griegos Independientes (ANEL), donde figura Panos Kammenos como ministro de Defensa. Un partido ultraconservador y anclado en el nacionalismo más rancio y acusado de xenófobo respecto a la inmigración. Con un socio de esas características no resultará fácil negociar la disminución del gasto en defensa. Pues ese gasto está relacionado con las rivalidades que Grecia mantiene con Turquía, país con el que se mantienen litigios y agravios de toda índole desde hace siglos, entre otros, la división de Chipre en dos zonas, una griega y otra turcomana. Causas que un partido nacionalista no hará más que exacerbar y que son una de las fuentes del enorme gasto militar griego producido por una absurda carrera de armamentos que se mantiene con Turquía. Además de otras cuestiones no menores, pues ANEL declara su animadversión hacia otros países limítrofes: con Macedonia por una cuestión ridícula, reivindicar junto a otros partidos el nombre de Macedonia como parte de su patrimonio histórico; con Albania peor, por la cuestión de la inmigración. Desde luego Syriza no se ha buscado el mejor socio para gobernar, cuando se supone que un partido con sentido común (que se le debe suponer a un partido de izquierdas) debería poner freno a las políticas nacionalistas que han propiciado los enfrentamientos de gobiernos predecesores e iniciar un acercamiento de posiciones con Turquía mediante políticas de seguridad compartidas que pusieran fin a las tensiones y propiciaran la reducción del desmedido gasto militar griego.
Autor: Pere Ortega