Mercedes Aroz Ibáñez. Nacida en Zaragoza hace 63 años, divorciada, madre de dos hijos, licenciada en Económicas, diputada en el Congreso en cuatro legislaturas, exsenadora por Barcelona ‘la más votada de España’ por el PSC. Abandonó la política por su conversión al cristianismo en el 2008.
«Me han preguntado por mi relación con los Hermanitos del Cordero, Juan Pablo II y mi conversión. Tengo dos hijos. Toda la vida, en casa, los eduqué en los valores de la izquierda y del marxismo. Mi hijo menor, siendo estudiante, en una comuna, estaba en una situación delicada. Él conoció a los Hermanitos del Cordero y se convirtió al cristianismo.
Mi hijo ha sido… es difícil recordar esto ahora… ha sido un proceso de… ¡la Gracia de Dios!.
En verano del año 2000 fueron las Jornadas de la Juventud en Roma. Mi hijo estuvo allí; los Hermanitos del Cordero le ayudaron en su proceso, pero realmente él se convirtió de la mano de Juan Pablo II.
Ese verano leí un artículo de una periodista de izquierda, que ponía el foco en los encuentros de Roma, la afluencia de jóvenes. ¿Qué le pasaba a la izquierda, nuestros ideales dónde estaban, por qué no teníamos capacidad de convocatoria? Ese artículo me hizo reflexionar sobre mis ideales.
A finales de ese año recibí la llamada de Dios. ¡Bueno, Mercedes, ya está bien! ¡Yo no recordaba ni el Padrenuestro! Empezó ahí mi proceso. Me formé, básicamente, leyendo libros de Ratzinger.
En 2005 me encuentro el proyecto de ley para equiparar jurídicamente las uniones del mismo sexo con el matrimonio. Yo no sabía como argumentar en contra jurídicamente. Tomé entonces conciencia de la contradicción entre el proyecto socialista y el compromiso cristiano, que no es una ideología. Me pareció que no sólo debía votar en contra sino dar argumentos. Ahí fue el divorcio con el proyecto socialista.
También voté después contra las leyes de manipulación genética. Y ya al final de mi etapa de senadora voté contra la ley de Memoria Histórica, no contra las familias que buscan a sus muertos, sino por su preámbulo de ideología discriminatoria, sin objetivos de reconciliación ni de verdadera memoria».
En noviembre de 2007, Mercedes Aroz hacía pública su conversión al cristianismo (que había empezado, en secreto, en el 2000) y en una nota daba las razones.
«Mi actual compromiso cristiano me ha llevado a discrepar con determinadas leyes del Gobierno que chocan frontalmente con la ética cristiana, como la regulación dada a la unión homosexual o la investigación con embriones, y que en conciencia no he podido apoyar».
«He querido hacer pública mi conversión para subrayar la convicción de la Iglesia católica de que el cristianismo tiene mucho que decir a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, porque hay algo más que la razón y
Los cambios espirituales no pueden ser expresados tan claramente como los cambios materiales, hacemos procesos paulatinamente. Pero sí puedo decir que hay un punto de arranque, una reflexión inicial, que viene de la mano de Juan Pablo II, de aquel magno acontecimiento en Roma de
El cristianismo, a diferencia de otras religiones, es un encuentro real con Cristo vivo, y de ahí viene todo lo demás. Esto es como una revolución interior, un cambio drástico de vida, un cambio de valores. Esa revolución también puede ser dolorosa, y lo es. Pero vale la pena hacer ese proceso. El cristianismo aporta en primer lugar, comprender la verdadera dimensión de uno mismo como ser humano, un sentido de la vida, un sentido de la muerte, el sentido del dolor, la importancia de vivir, una nueva relación con las personas y una vida muy plena y muy feliz.
Precisamente, tener que enfrentarme a estas leyes que vulneraban principios muy profundos (en el caso de las leyes que permiten la investigación con embriones y la clonación, la ley de reproducción asistida y la de investigación biomédica), me obligó a tomar conciencia rápidamente de todo lo que significaba esto, y me llevó también a afianzar mi propio compromiso y al rechazo a estas leyes que venían a vulnerar la dignidad humana, el derecho a la vida.
Muchos cristianos no son conscientes de lo que está sucediendo. Estas leyes ya se están aplicando, ya se han aprobado y se incorporan al ordenamiento jurídico.
El socialismo tiene aspectos positivos, tiene unos puntos de contacto con el cristianismo (en relación con la doctrina social de la Iglesia y con una orientación del socialismo que va hacia los más desfavorecidos), pero cuando el socialismo recupera valores que hacen referencia a la concepción materialista de la persona lógicamente se produce una incompatibilidad con la fe y con la dimensión religiosa de la persona.
Mercedes Aroz pide una revisión de legislaciones que provienen del siglo pasado, cuando los conocimientos científicos sobre el inicio de la vida no eran tan evidentes».
El ser humano debe ser protegido jurídicamente con independencia de la fase en la que se encuentre, es una cuestión de ética y de civilización.
Las generaciones futuras nos juzgarán sobre esto.
Estamos asistiendo a una política dirigida al cambio de la conciencia social, que incide negativamente sobre valores fundamentales de la sociedad, como es el respeto y protección del derecho a la vida, y sobre instituciones valiosas como la familia, y que produce una grave división social en nuestro país.
El tema de la autonomía de los cristianos respecto a los partidos políticos es de gran calado. Porque si no se mantiene, y el político cristiano se supedita a los intereses del partido en cuestiones fundamentales, se convierte en legitimador de su acción.
Además, se da el agravante de que puede ser utilizado, con la antigua táctica del divide y vencerás, para debilitar no a la Iglesia o a su jerarquía, sino al cristianismo. El político cristiano está llamado a ser conciencia crítica en su militancia y en su acción pública.
La secularización de las sociedades occidentales y la evolución del pensamiento contemporáneo caracterizado por el rechazo a los imperativos y a conceptos universales, con la consiguiente pérdida de referencias últimas, ha llevado a un momento histórico en el que se manifiesta una pérdida de orientación personal, una crisis de valores morales y un cierto malestar cultural.
En la situación actual, el cristianismo tiene un papel fundamental, pues existe el riesgo de que el vacío moral de nuestras sociedades lleve al deterioro de las tradiciones humanistas.
Hay que incorporar el diálogo con la cultura actual, la apertura a la que nos invita el Concilio Vaticano II, para construir un futuro ético en el que los cristianos debemos participar.