El capitalismo aprieta las tuercas a la democracia y a los pueblos, imponiendo altos niveles de opresión e injusticia.
En Iberoamérica 59 millones de chabolas persisten sin haber una disminución considerable de las mismas a pesar del crecimiento en PIB de la zona.
Gobiernos populistas (Rusia, Venezuela, Bolivia, Argentina..) hacen de sus países una gran multinacional del petróleo, del gas o de las materias primas; pero no precisamente para repartirlo entre los empobrecidos, ni para crecer en una sociedad libre; sino para manipular con expectativas de quedarse en el poder por muchos años.
En muchos países de Europa crecen los partidos y las tendencias más xenófobas, recogiendo y manipulando la indignación por el paro o la situación económico-social, incluso en inmigrantes de segunda y tercera generación.
Se ha llegado en España a usar al inmigrante, por parte del PP, como chivo expiatorio del gasto sanitario, lo mismo que el gobierno del PSOE lo había perseguido indiscriminadamente con la policía.
En España se está produciendo un aumento constante de la injusticia: la distancia entre la renta correspondiente al 20% más rico de la población y al 20% más pobre pasó de un valor de 5,3 en 2007 a otro de 6,9 al término de 2010. La venta de vehículos de lujo subió en España y en el mundo.
Somos un país endeudado e intervenido, en el que se constata la ausencia de democracia: en el verano de 2011 se reformó el artículo 135 de la Constitución sin diálogo ni referéndum, estableciéndose que el pago de las administraciones públicas a la banca, por los créditos recibidos, “gozará de prioridad absoluta”.
Se socializan las pérdidas sin apenas exigencia de responsabilidades a los irresponsables políticos y gestores de Cajas y Bancos intervenidos o “saneados” por los españoles. Se tapan los desmanes cometidos utilizando al pueblo español como garante de la deuda que alivie a la banca.
Mientras tanto los informes de Cáritas hablan de aumento en la pobreza, de su extensión y cronificación.
La concentración económica de las grandes empresas y de la banca, facilita las condiciones de control político y mediático, con una merma sustancial en la democracia. La situación española se enmarca en una Europa en quiebra con “los golpes de Estado en Grecia e Italia” con gobiernos tecnócratas impuestos y con tres países intervenidos. Con préstamos a la banca y no a los países, con el grifo del crédito cerrado a las pequeñas empresas.
El BCE, el FMI, el BM, pilares del Imperialismo, que tienen en sus principios constitutivos, el de la estabilidad financiera, fuerzan a las economías con ajustes draconianos cuando sus amos ven peligrar sus cuantiosos beneficios. El Capitalismo no es capaz de responder a la necesidad humana del trabajo y su dignidad, más bien ocurre lo contrario, la aplasta. No puede ser que no haya liquidez para familias y empresas, y que se permita especular hasta 400 veces el capital aportado en las bolsas y sin ningún tipo de garantía.
La corrupción política es por tanto moneda común en esta humanidad, donde se ha internacionalizado la delincuencia organizada, sea narcotráfico, sea tráfico de personas y armas; siendo cada vez más un negocio vender “seguridad” y vender armas; con inversiones de la banca grande y mediana en esta industria de muerte.
Pero lo más grave es la ausencia de una militancia, de un tejido asociativo, en definitiva, de una sociedad capaz de responder a los desafíos totalitarios que se presentan en el horizonte a nuestras sociedades, de una forma seria y permanente ¿Seremos capaces de asumirlos?