Una Universidad cerrada significa un ataque a la libertad, a la cultura, al pensamiento,…
Cuando en 1975 la Dictadura de Franco cerró la Universidad de Valladolid porque se había convertido en un lugar de lucha por la democracia, alumnos y profesores se organizaron para mantener clandestinamente las clases en parroquias, bares y otros locales. Una Universidad cerrada significa un ataque a la libertad, a la cultura, al pensamiento,… y no podían consentirlo.
El pasado viernes parte de la misma Universidad fue cerrada, esta vez por la Dictadura del Relativismo que ha impuesto su «todo vale» en forma de botellón. Las autoridades civiles y académicas se apresuraron a ceder sin resistencia, tampoco ha habido protestas significativas entre los afectados.
El propio Relativismo se ha encargado de minar los valores que llevaron a luchar a la comunidad universitaria hace treinta años. Ahora parece verdad su dictado de que «todo vale lo mismo» y que no hay valores culturales y morales que nos ayuden a discernir entre las clases y la borrachera. Nadie se atreve a ponerse frente al rodillo que impone la ley del «cada uno se divierte como quiere y cuando quiere». Esta cobardía de los responsables políticos, educativos, padres y asociaciones estudiantiles deja a la juventud en manos de la dictadura de las empresas del ocio y del alcohol que son quienes realmente gestionan sus caprichos y, ya que la universidad tampoco lo hace, modelan sus conciencias.
José Ramón Peláez