La escuela de las Américas: Escuela de terroristas- vigilia y acción 2003

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Cientos de miles de latinoamericanos han sido torturados, violados, asesinados, desaparecidos, masacrados y obligados a refugiarse por soldados y oficiales entrenados en esa Escuela. Los militantes noviolentos en un acto de desobediencia civil manifiestan: «Las autoridades dicen que estamos violando la ley cuando lo hacemos, pero nosotros decimos, por supuesto, que hay una ley más alta que dice ‘no mataras’, una ley que dice que nosotros debemos estar en solidaridad con nuestras hermanas y hermanos en Iberoamérica…»

Cientos de miles de latinoamericanos han sido torturados, violados, asesinados, desaparecidos, masacrados y obligados a refugiarse por soldados y oficiales entrenados en esa Escuela. A lo largo de sus cincuenta y seis años, el SOA ha entrenado más de 61.000 soldados latinoamericanos en técnicas de combate, tácticas de comando, inteligencia militar, y técnicas de tortura. Estos graduados han dejado un largo trecho de sangre y sufrimiento en los países donde han regresado. Hoy día, la Escuela de las Américas entrena hasta un mil de soldados cada año. En un acto de desobediencia civil, miles de personas entraron en las dependencias de la misma Escuela portando cruces y lienzos. «Las autoridades dicen que estamos violando la ley cuando lo hacemos, pero nosotros decimos, por supuesto, que hay una ley más alta que dice ‘no mataras’, una ley que dice que nosotros debemos estar en solidaridad con nuestras hermanas y hermanos en Iberoamérica»

Pablo Ruiz y Arnaldo Pérez Guerra
Presos Políticos-Chile / La Insignia, noviembre del 2003.

En noviembre de 2003 unos 10.000 activistas de derechos humanos viajaron desde diversas ciudades de Estados Unidos para congregarse en Columbus (Georgia), en las afueras del Fuerte Benning para demandar -como cada año lo hacen desde 1989- el cierre definitivo de la Escuela de las Américas, actualmente denominada «Instituto de Cooperación para la Seguridad Hemisférica».

Cada año, en noviembre, miles de activistas estadounidenses se congregan en las afueras del Fuerte Benning en recuerdo y protesta por la muerte de cuatro sacerdotes jesuitas, su empleada y la hija de ésta, asesinados en El Salvador, el 16 de noviembre de 1989, por «alumnos» de esta «Escuela de Asesinos», y por todos los desaparecidos, torturados y ejecutados a manos de los «graduados». Los miles de activistas de derechos humanos son convocados por los Observadores de la Escuela de las Américas que dirige el padre Maryknoll Roy Bourgeois.

 

Miles de ellos, en un acto de desobediencia civil, ingresan a las dependencias de la misma Escuela portando cruces y lienzos. «Las autoridades dicen que estamos violando la ley cuando lo hacemos, pero nosotros decimos, por supuesto, que hay una ley más alta que dice ‘no matarás’, una ley que dice que nosotros debemos estar en solidaridad con nuestras hermanas y hermanos en América Latina. Por esta acción 50 de nosotros hemos servido colectivamente más de 30 años de prisión federal cuando los asesinos consiguen impunidad y nadie los puede tocar en Chile o en El Salvador», expresó Roy Bourgeois a Kamarikun en una entrevista publicada por el periódico electrónico La Insignia.

«Mientras latinoamericanos sigan siendo asesinados como resultado directo del entrenamiento recibido en la SOA, nosotros seguiremos tomando acciones contra la Escuela», dijo Rebecca Johnson de 24 años, quien acababa de cumplir una sentencia de seis meses en una Prisión Federal por encadenarse a las rejas de la SOA, el año pasado. Hasta su muerte, en circunstancias no aclaradas, en Minesota, en octubre de 2001, el chileno Eduardo Villaseca, corresponsal de Radio Nuevo Mundo, participó y divulgó profusamente la existencia y vigencia de esta Academia Militar. Unas 96 personas que pedían el cierre de la Escuela fueron detenidas por la policía de Columbus, al entrar ilegalmente a la base de Fort Benning. Matthew Smucker, uno de los organizadores, señaló que es la mayor manifestación realizada hasta la fecha.

La Escuela de las Américas se fundó en 1946 en Panamá. En 1984 como resultado de los Tratados Torrijos-Carter para la devolución del Canal de Panamá, se instaló en Fort Benning (Georgia), Estados Unidos. Cada año, miles de oficiales de las Fuerzas Armadas latinoamericanas siguen recibiendo entrenamiento militar a manos de entrenadores militares norteamericanos.

La Escuela de las Américas ha sido el centro de «entrenamiento» más nefasto que ha existido, por la estela de abusos y violaciones a los derechos humanos que han dejado sus «graduados» en sus propios países. En 1996, la opinión pública norteamericana conoció parte de los Manuales de Entrenamiento Militar que eran utilizados, los que aconsejaban «…aplicar torturas, chantaje, extorsión y pago de recompensa por enemigos muertos».

En Chile, asesinos de la calaña de Álvaro Corbalán Castilla, Miguel Krassnoff Martchenko, Carlos Herrera Jiménez, Manuel Contreras Sepúlveda y Armando Fernández Larios, son ejemplos del tipo de alumnos que fueron preparados en la «cuna de la democracia» estadounidense. Varios de sus «graduados» han sido «funados» (desenmascarados, puestos en evidencia ante la opinión pública) en los últimos años. El secretario estadounidense de Defensa, Donald Rumsfeld, relanzó la «cooperación interamericana en seguridad» durante una conferencia de ministros de Defensa de las Américas realizada en Santiago de Chile el año pasado.

Entre 1996 y el año 2000, Chile figuró junto a Colombia y México como los países que más soldados enviaban a esta Academia Militar. Se calcula que cada año más de 100 oficiales chilenos siguen recibiendo entrenamiento «contrainsurgente» en suelo estadounidense.

En el quincenario The Clinic, la periodista Pamela Jiles reveló un antecedente poco conocido en la entrevista que hizo al general Carlos Molina Johnson, hombre de confianza del general Pinochet y del actual Comandante en jefe del Ejército, general Juan Emilio Cheyre. «Es el único chileno que ha ocupado el cargo de subdirector de la Escuela de las Américas, esa misma que tuvo la siniestra fama de hacer entrenamiento antinsurgente a fuerzas especiales de toda Latinoamérica en la época del gorilismo, la que funcionaba en Fort Guliack, en Panamá, y desde allí expandía la ideología de aniquilamiento del enemigo interno, las técnicas de interrogatorio de prisioneros y el uso de armamento antisubversivo. Su estada en la desprestigiada Escuela, sin embargo, ocurrió en los 90, cuando el organismo estaba instalado en Georgia, Estados Unidos, y era sólo instancia de nexo entre ejércitos subdesarrollados y el de la superpotencia anfitriona, cuyo objetivo era entrenar fuerzas tercermundistas para el combate del narcotráfico y la seguridad hemisférica».

En febrero de 2002, el mismo The Clinic publicó otro artículo titulado «Escuela de las Américas: Postgrado en Violencia», señalando que «entre la antigua y polémica Escuela de las Américas y el Western Hemisphere Institute for Security Cooperation (WHISC), inaugurado el 17 de febrero del 2001, no hay más que nuevas papelerías, timbres y letreros. El mismo edificio emplazado en los mismos terrenos, mantiene a los mismos instructores enseñando lecciones de similar crueldad y cuestionable legalidad».

Amnistía Internacional en su libro publicado el 2001, «Un comercio Execrable: el comercio de la Tortura», señaló que «los torturadores no nacen: alguien los educa, los entrena y los apoya», señalando a la Escuela de las Américas como uno de los «centros de instrucción».

La historia de muerte que rodea a los graduados de la Escuela de las Américas es larguísima: Cientos de miles de desaparecidos y ejecutados políticos, centenas de miles de torturados, exiliados, y presos políticos dejaron en las dictaduras pasadas. Muchos tienden a pensar que esa historia acabó desde que la Escuela de las Américas cerró sus actividades en Panamá. Otros se han dejado engañar ante el nuevo nombre que hoy tiene. Sin embargo, la «industria de asesinos» sigue funcionando.

En los años 90, la presencia de los «graduados» de la Escuela de las Américas siguió dejando rastros. Así lo evidenció el conflicto de Chiapas, donde los militares «actuaron». En Colombia, los graduados de la Escuela son los más activos en la violación de los derechos humanos, conformando escuadrones de la muerte y organizaciones paramilitares para encubrir la represión al pueblo y la lucha contra la insurgencia. Asimismo, Vladimir Montesinos, destacado alumno de la Escuela de las Américas, dejó en Perú también la marca de la «formación» que recibió en los Estados Unidos.

En 1998, el 26 de abril, agentes que se movían en la oscuridad, atraparon a monseñor Juan Gerardi a la entrada de su residencia, ejecutándolo. Con piedras le hundieron el cráneo. Gerardi era obispo auxiliar de la ciudad de Guatemala. Sus asesinos eran militares entrenados en los Estados Unidos.

En abril de 2002, los «egresados» de la Escuela de las Américas lideraron el fallido golpe de Estado en la República Bolivariana de Venezuela (**), después de haber mantenido «conversaciones» con Otto Reich, el controversial «Secretario de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental», designado por George W. Bush. Otto Reich, también posee un puesto en la Junta Directiva de la actual Escuela de las Américas, el «Instituto del Hemisferio Occidental para la Cooperación de Seguridad».