La especulación se ceba con los alimentos

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Los mercados influyen cada vez más en el precio de las materias primas agrícolas llegando a subir 140% desde el año 2000. Las empresas financieras controlan ya el 40% del mercado

Los cereales, las grasas, la carne y otros alimentos se han convertido estos últimos años en una línea de productos especulativos más para los inversores, disponibles además en una gran variedad de formatos, desde los futuros y opciones hasta los fondos o ETF. Y lo cierto es que la popularización de estos instrumentos ha coincidido con un ascenso histórico de las materias primas agrícolas en los mercados de Chicago, Londres o París. El índice del FMI especializado en estos productos subió desde los 75 puntos de 2002 hasta los 191 de febrero de 2011. Ahora está en torno a 170. Otro de los índices de referencia, el FAOFOODI de Naciones Unidas, subió en febrero hasta los 215 puntos, un 140% más que en 2000.

Las materias primas agrícolas han ofrecido «retornos notables» en los últimos años para los especuladores. «Debido a las buenas condiciones meteorológicas y a la existencia de excedentes, lo que ha provocado caídas del 10% en cereales e incluso del 20% en otros productos, todos parecen apostar por un nuevo repunte de estos productos, esenciales para el día a día de la población mundial«, señalan en la firma de compraventa ETF Securities. Algo que, siendo esperado por los inversores, es temido por los consumidores. La fuerte subida registrada por estas commodities en 2007-2008 provocó más hambre en muchos países y desató una ola de críticas.

Tan preocupante como las subidas de precios es la gran volatilidad de estos mercados. Una volatilidad que hace años no existía debido a la regulación existente. «Desde que la UE decidió eliminar las políticas regulatorias, estamos en un nuevo paradigma, marcado por la liberalización del comercio mundial, que acabó con la estabilidad de precios y estuvo en el origen de las grandes subidas de precios de 2007 y 2008», explica José Luis Miguel de Diego, director técnico de COAG. Algo similar apunta Luis Calabozo, director general de FENIL, la patronal de la industria láctea, quien refiere que «la intervención con compras públicas es cada vez menor».

Las empresas financieras controlan ya el 40% del mercado

Miguel de Diego no duda que la inversión en estos productos sí crea volatilidad: «Se incrementa la posibilidad de que los inversores destinen sumas impresionantes de dinero en un plazo cortísimo de tiempo, si hay tendencia al alza, lo que acelera la tendencia. O viceversa». Una volatilidad que tampoco gusta, curiosamente, a los productores, ya que, prosigue Miguel de Diego, «nos preocupa que esa inversión masiva en materias primas agrícolas pueda montar una burbuja de precios». El responsable de COAG justifica sus temores al subrayar que «por bien que nos resulte que suban los precios, muchos de estos productos son insumos; los ganaderos compran piensos (cereales) que, si suben mucho, se ven expulsados del mercado». Tampoco la industria las tiene todas consigo. «Para nosotros», explica Calabozo, «la volatilidad es mala porque te estrecha los márgenes en las fases de precios altos».

El precio de los alimentos ha crecido por encima de los valores de 2008, provocando hambre en los países empobrecidos

En el sector se dice que, al margen de los mercados, las subidas se deben a las características propias de la producción agrícola. Lo reconoce la FAO, al señalar que «la producción alimentaria mundial tiene que aumentar un 70% hasta 2050 para satisfacer la demanda de la población, que será un tercio más elevada que ahora». En ETF Securities apuntan a que «la tendencia a largo plazo será que se mantengan los precios debido al crecimiento demográfico, al aumento de ingresos de la población mundial y la escasez de nuevas tierras de cultivo«.

La inversión especulativa en materias primas agrícolas, reservada hasta hace años a operadores especializados, agricultores (en EE UU) o empresas, empezó a popularizarse, hace unos años, cuando Goldman Sachs decidió abrir el segmento a inversores más amplios, fondos de pensiones, aseguradoras y hasta particulares, una iniciativa que se vio seguida por otros grandes bancos de negocios. Lo hizo, en parte, por la certidumbre de que estos productos tenían recorrido —por los riesgos de escasez— como también por su descorrelación con las Bolsas y la renta fija. «Estas materias primas«, explican en Pictet WM, «pueden actuar como cobertura contra la aceleración de expectativas de inflación, negativa para la deuda y parcialmente para las acciones«.

Víctor Alvargonzález, consejero delegado de Profim, una firma de asesoramiento financiero, explica que su desarrollo, en el marco de un movimiento de diversificación de las inversiones, «empezó por los mercados emergentes, siguió con las commodities en general y luego con las agrícolas, hace unos ocho o diez años». Parece que funcionó. En Pictet WM, con algunos fondos especializados en estos productos que todavía no comercializa en España, subrayan que el volumen de actividad en futuros sobre materias primas de EE UU ha pasado de 2.000 millones de dólares en 2002 a 20.000 millones en 2008. ¿Por qué? Mientras el FAOFOODI subió un 52% desde mayo de 2007, el índice bursátil Dow Jones se mantiene en niveles muy similares a los de entonces. Otro dato: la participación de las financieras en el mercado agrícola, del 10% hace 20 años, es ahora del 40%.

Estos productos se popularizaron con la comercialización de productos más accesibles que los futuros y opciones habituales ya desde la mitad del siglo XX. Por ejemplo, en ETF Securities explican que «los llamados ETP replican los rendimientos de los futuros, lo que ha hecho la inversión en agricultura más accesible para una gama más amplia de inversores, que antes tenían que invertir directamente en futuros».