Carta abierta al Ministro de Sanidad Bernat Soria.
Por Rodrigo Lastra, médico oncólogo. 11-02-2008
1. La eutanasia, un debate inexistente
La eutanasia es una asignatura pendiente en la sociedad, afirmaba recientemente en un periódico nacional el ministro de sanidad Bernat Soria, y anunciaba que en un futuro reabrirá el debate. Por mi profesión, médico oncólogo, puedo decir que estoy muy cercano al sufrimiento humano y a la muerte. Durante más de 5 años he visto una media de unos 25 pacientes diarios. La mitad de ellos son lo que se denomina enfermos terminales, aunque a mi me gusta más definirlos como personas en la etapa final de su vida. Es decir personas con una enfermedad incurable y que en corto-medio plazo van a fallecer irremisiblemente a consecuencia de la misma. Ingresados en la unidad donde trabajo mueren al año entre 250 y 300 personas (casi un fallecimiento diario). Contando con que estoy unas 8 horas diarias en el hospital, y que habré realizado más de 250 guardias presenciales de 24 horas en estos años, puedo decir que literalmente, he visto morir a muchas personas y he vivido, aunque sólo sea como testigo, sus maneras de afrontarlo y las de sus familias. De toda esta experiencia, puedo decir una cosa: NI UN SOLO PACIENTE ME HA PLANTEADO EL TEMA DE LA EUTANASÍA. Ni una sola vez. Hasta el momento no ha habido ni excepción. Y como la mía puedo hablar de la misma experiencia de compañeros con muchos más años de trabajo a sus espaldas.
Por tanto, en el tema de la eutanasia estamos ante un debate ficticio, inexistente entre los que debieran protagonizarlo. Se sustenta en una falsa realidad, o a lo sumo, de meras anécdotas y excepciones que confirmarían la regla. Las necesidades de las familias, de las personas en la fase final de su vida son muy diferentes. El pan nuestro de cada día en mi trabajo profesional, lo que los enfermos y familiares plantean una vez conocida su situación vital son infinidad de preguntas, ninguna de ellas es ¿puede matarme?
¿Esto se acaba, verdad doctor? ¿Será doloroso? ¿Voy a sufrir mucho? ¿Se enterará cuando llegué el momento? ¿Podremos estar cerca de nuestros familiares? ¿A pesar de que no haya tratamiento curativo, me va a seguir visitando? ¿Qué hago, donde acudo si me pasa tal o tal cosa? ¿Puedo comer de todo? ¿Me podré ir unos días a la casa del pueblo? ¿Cómo se lo diré a mis hijos, a mis padres? Esas son las preguntas que me toca responder a diario.
En un estudio publicado en la revista médica española de mayor impacto (Medicina clínica[1]) se hacía una encuesta en torno a qué se prioriza sobre aspectos que ayudaban a morir en paz.
En primer lugar (54% de los encuestados) figuraba la respuesta: poder sentirme cerca, comunicarme y estrechar los vínculos afectivos con mis personas queridas.
En segundo lugar (26,5%): Pensar que mi vida ha tenido algún sentido.
En tercer lugar (26,3%): pensar que los médicos pueden controlar mi dolor y otros síntomas generadores de malestar.
En cuarto lugar: pensar que podré controlar hasta el final mis pensamientos y funciones fisiológicas.
Y en quinto lugar: pensar que mi desaparición no supondrá una carga insoportable para mis personas queridas.
No figuraba el tema de la eutanasia.
Estas son las necesidades, que mi experiencia, y también la ciencia nos dicen que tienen los enfermos en los últimos días de su vida: FAMILIA, CERCANÍA, AMIGOS, CONTROL DEL DOLOR Y DE OTROS SÍNTOMAS, NECESIDAD DE ESPIRITUALIDAD… en definitiva todas aquellas cosas que dignifican al hombre y ensanchan su LIBERTAD aun cuando su cuerpo no responda.
2. De la excepción hacer la regla: abrir la caja de Pandora
Frente a esto se nos quiere hacer pasar la eutanasia como progresista. En concreto el falso socialismo de hoy parece empeñado en abrir esa caja de Pandora que es el falso debate sobre la eutanasia. El auténtico debate no es el de la eutanasia, sino cómo y por qué cuidar mejor a los enfermos terminales. El debate es otro más profundo: cómo y por qué cuidar mejor a nuestros mayores, a nuestros enfermos terminales y a todos aquellos que están cerca de morir. Cómo ayudar a vivir intensamente la vida al final de la vida. Como potenciar la familia, que entre otras muchas cosas en España cuida a más de un millón de enfermos en sus casas.
De nuevo un debate que no parte de la realidad. Con la eutanasia se pretende legislar usando siempre como ejemplo casos absolutamente excepcionales, pero que sin embargo, su legitimación supondría la apertura de la caja de Pandora, desatando toda una serie de males que se sabe cuando se abre y no cuando se puede cerrar. El vendernos la excepcionalidad de dos casos que parecen inspirar compasión, es poner el pie en la puerta para luego entrar rompiendo toda una concepción del ser humano. Lo hemos visto en el caso del aborto. Se aprobó en España como intervención pensada para unos cientos de casos extremos, y se pasó al uso por motivos banales asesinando casi a cien mil niños al año. Se empezó por la situación del niño anencéfalo para acabar en el caso del hijo concebido antes de vacaciones.
Si una enfermedad desmielinizante que no es mortal a corto plazo es puesta como ejemplo de motivo justo para una muerte libre y digna, ¿la anoréxica o el bipolar que en pleno uso de razón piensen que no es vida digna la sometida a la gordura o la torna continua de fármacos, deben ser autorizados y ayudados en su deseo de muerte? ¿Tiene sentido que la lucha contra el suicidio fuese el lema del último aniversario mundial de la salud mental? Los miles de viejos que hoy se asilan por no dar que hacer a sus familias serán serios candidatos a solicitar esa muerte piadosa justificada en la suma de las patologías múltiples que siempre padecen.
Bajo forma de piedad se llega a justificar la eliminación de seres espiritualmente muertos, obligados a sufrir y que implícitamente solicitan una piedad social con su muerte. Términos que usaba la canalla nazi. Los que vivieron aquel monstruo del nazismo, que bajo el lema falsamente compasivo de poner fin a aquellas vidas que no merecen la pena ser vividas, y que asesinó a unos 800.000 enfermos, nos exhortan a no correr riesgos innecesarios que puedan comprometer el futuro de las generaciones que nos continuarán. Abrir hoy un falso diálogo que liberalice la legislación eutanásica supone una de esas temeridades gratuitas a las que nos tiene acostumbrado este gobierno.
3. Cuidar cuando no es posible curar
El dolor es inevitable en toda vida humana, lo que no quiere decir que sea deseado ni buscado, y en la medida en la que el hombre aspira a la felicidad, esforzarse en mitigar el dolor y el sufrimiento es positivo, pero si erradicarlo se convierte en un bien absoluto, por encima de la propia vida, resulta absurdo. No podemos ver la salud como bien absoluto y la ausencia del dolor como bien supremo del hombre. De estas actitudes dimana la legitimación contra quienes no responden a ese ideal absoluto de calidad de vida: ¿y los deficientes, los enfermos, los moribundos, los ancianos? VIDA, NO ABSOLUTIZAR LA CALIDAD DE VIDA.
Los nazis asesinaron a 800.000 enfermos argumentando que hay vidas que no merecen la pena ser vividas. |
El trabajo diario en cuidados paliativos nos lleva a los profesionales a comprobar que, al final de la vida, sobre todo, hay VIDA. La eutanasia en vez de rescatar a la persona del sufrimiento, la suprime, mientras que la verdadera compasión promueve todos los esfuerzos razonables a favor de la curación del paciente, y ayuda a detenerse cuando toda intervención deja de ser útil para alcanzar ese fin. Los cuidados paliativos se basan en no abandonar nunca al paciente, especialmente cuando la curación no es posible. De hecho, entre los médicos se está cambiando el término por el de CUIDADOS CONTINUOS.
Pero la medicina paliativa no sólo es una alternativa a la eutanasia, sino también al llamado ENCARNIZAMIENTO TERAPEÚTICO. Un problema mucho más presente en la realidad que el de la eutanasia en la práctica clínica habitual, y en lo que tiene de someter al enfermo a medidas diagnósticas o terapéuticas onerosas rebaja la dignidad del ser humano es tan dañina como la eutanasia. Es consecuencia de la soberbia de una medicina, que al no aceptar sus limitaciones, se empeña en utilizar medidas desproporcionadas hasta el último momento.
6. Conclusión
Si consideramos medidas sociales, o socialistas aquellas que tienen que ver con el bien común, en especial el bien de los más débiles y pequeños, tengo dudas de que este gobierno que se dice socialista haya tomado alguna medida socialista. Es más, ha legislado para excepciones y minorías enriquecidas y poderosas. En este campo ¿qué tiene de progresista, de socialista plantear la huida fácil y excepcional de la eutanasia? ¿Por qué no intentar dar respuestas a los verdaderos problemas de la gente? Potenciar al máximo la atención integral a los enfermos en el final de su vida, apostar fuertemente por los cuidados paliativos, elegir el camino largo, difícil pero tremendamente fecundo de potenciar la familia solidaria, verdaderas casas hospitales en nuestro país… El 80% de los enfermos graves en este país son cuidados en su hogar, mayoritariamente por mujeres. El 85% de los disminuidos físicos y psíquicos son atendidos por amas de casa… Esas sí serian medidas socialistas y de progreso… pero de esas ni una.
Donde yo trabajo, sólo existe una unidad de cuidados paliativos a domicilio, que puso en marcha, no el Estado, sino la Asociación Española contra el Cáncer (AECC). Está compuesta por un médico, una enfermera y una psicóloga. Se recorren toda la provincia visitando moribundos. Cobran de la AECC, y su sueldo es la mitad que el de un profesional que trabaje en el sistema público. Por cierto la AECC es de origen cristiano. En Zaragoza existía una unidad como esa y se la cargó la burocracia sanitaria siendo la AECC incapaz de mantenerla ante las exigencias de la administración. Donde trabajo sólo hay dos hospitales donde pueden ir los moribundos y desahuciados. Los hospitales de los Hermanos de S. Juan de Dios y la residencia de los franciscanos de la Cruz blanca. ¡La administración no tiene ni un solo centro en todo Aragón para atender a pacientes terminales! Y tiene que firmar convenios para derivar a esos pacientes a esos centros. Están tan llenos, que la lista de espera de pacientes para ingresar puede ser de meses. Podemos pensar en cada una de nuestras ciudades: Hermanos de S. Juan de Dios (Hospitalarios), Camilos (Orden de los ministros de los enfermos), Sagrados Corazones… ¿Cuánto dinero se gasta el estado en atender a los más frágiles de nuestra sociedad? ¿Y la Iglesia? ¿Quién es más solidario? ¿Quién es más socialista?
[1] Bayés R, Limonero J, Romero E, Arranz P. ¿Qué puede ayudarnos a morir en paz? Med Clin (Bar) 2000; 115:579-582.