La niña vietnamita abrasada con napalm, cuya foto dio la vuelta al mundo, enseña a otras víctimas de la guerra a «perdonar». Se cumple el 40 aniversario de aquella foto.
El 8 de junio de 1972, Kim y sus vecinos del poblado de Trang Bang fueron víctimas de un ataque estadounidense en una instantánea que dio la vuelta al mundo.
Dos de sus primos, de seis meses y tres años, murieron abrasados. Ella sufrió quemaduras en el 65% de la piel y necesitó injertos en el 35%.
Cuando salió del hospital soñó con llegar a ser médico para salvarles la vida a los demás, tal como habían hecho los que la habían atendido durante los 14 meses interminables que pasó en el hospital. Quiso proseguir a toda costa sus estudios pese a las heridas y a los espantosos dolores de cabeza que padecía.
Sus padres no tenían bastante dinero para medicinas.
Diez años más tarde, en 1982, tuvo que sufrir otra prueba muy dura. Había ingresado ya en la facultad de medicina de Saigón, pero los agentes del gobierno se enteraron un día de que era la niñita de la foto y vinieron a buscarla para hacerla trabajar con ellos y utilizarla como símbolo. Al negarse, la prohibieron seguir estudiando.
Sus mayores la habían educado en la fe del caodaísmo, que se puede definir como una mezcla de confucianismo, taoísmo, budismo; se puso a rezar sin parar y empezó a pasar el tiempo con lecturas religiosas.
Descubrió la fe en Dios, y la tentación de odio y deseo de venganza, la hizo optar por la comprensión y el perdón, no sin esfuerzo y tiempo.
Hace unos años afirmaba: «Quiero que mi experiencia sirva a los demás. Fui quemada por culpa de la guerra y, hoy en día, quiero alentar a las personas a que se amen y ayuden entre sí. No hay padres en el mundo que quieran que vuelva a ocurrir lo que se ve en la foto»… «Desearía transmitirles lo que he aprendido a valorar: He vivido la guerra y sé cuán inapreciable es la paz. He sufrido mi dolor y sé lo que vale el amor cuando uno desea curarse. He experimentado odio y sé cuál es la fuerza del perdón. Hoy, como estoy en vida y vivo sin odio ni ánimo de venganza, puedo decir a los que causaron mi sufrimiento: ¡Os doy mi perdón! No hay otro medio para preservar la paz y poder hablar de tolerancia y no violencia»
En 1997 creó la Fundación Kim Phuc, que se dedica a ayuda a los niños que son víctimas de la guerra y la violencia. En Timor Oriental y Rumania, así como en Afganistán, se le presta asistencia médica, física y psicológica, suministrándoles prótesis cuando han perdido un miembro o ayudándoles a superar los traumas que han sufrido. Sabe lo difícil que les resulta a los niños hablar de ellos.
Afirmaba Kim Phuc, «estoy de todo corazón con las víctimas de las guerras que hay en este momento y, en beneficio suyo, no cejaré en mi empeño de propagar un mensaje de paz.»
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