En cambio en Venezuela el manejo de la riqueza petrolera ha sido en la mayoría de los casos errático. El petróleo ha sido asumido como la palanca para apuntalar no el progreso de la nación sino las coyunturales fases de dominación partidista desde una dinámica irresponsable y sustentado en el derroche.
Venezuela es básicamente una economía de extracción minera de la mano del petróleo. El Estado nuestro funciona desde Juan Vicente Gómez (1908-1935) bajo el impulso de la renta petrolera. Estamos refiriéndonos a las décadas de los años 20 del siglo XX pasado.
Desde entonces el petróleo y su buen o mal manejo como industria vienen condicionando todo nuestro quehacer histórico como nación y pueblo. Hoy, el debate en torno al tema petrolero es de máxima prioridad ante la situación inadmisible de un país en quiebra y carcomido por una corrupción devastadora y la aspiración hegemónica sin contrapesos.
La famosa «siembra del petróleo» (1936) de Uslar Pietri quedó en nuestro medio como otro saludo a la bandera mientras que los noruegos, inesperadamente, decidieron tomarlo casi al pie de la letra. En Noruega su gobierno asume una política de Estado basado en la confianza respecto al futuro ahorrando la riqueza petrolera en un gigantesco «fondo soberano». Los noruegos hoy representan una democracia social de lo más igualitaria basada en un compromiso de progreso sostenido de la mano del trabajo productivo y el ahorro.
En cambio en Venezuela el manejo de la riqueza petrolera ha sido en la mayoría de los casos errático. El petróleo ha sido asumido como la palanca para apuntalar no el progreso de la nación sino las coyunturales fases de dominación partidista desde una dinámica irresponsable y sustentado en el derroche. Como es más barato y cómodo comprar todos los bienes y servicios en vez de producirlos nos hemos convertido en un país rentista. Hoy esa dominación partidista se ha exacerbado aún más ante la osadía de menoscabar la Constitución por un tal Plan de la Patria. De cuestionar los fundamentos de la democracia y su sana alternabilidad política y de confundir las acciones coyunturales de un gobierno haciéndolas pasar como si fueran propias del Estado.
El actual gobierno calcula el presupuesto de la nación asumiendo la venta del barril petrolero a 50$ cuando en realidad éste se cotiza sobre los 100$ en los mercados internacionales.
¿A dónde va ese diferencial descomunal? Luego tenemos el descuido en la inversión alrededor de la industria petrolera que nos ha llevado a negligencias imperdonables que han hecho disminuir nuestra producción. O el aberrante hecho de tener que comprarle a Argelia petróleo liviano.
Lo cierto del caso es que el petróleo financia la pobreza desde los centenares de misiones creadas bajo una red de lealtades que aspiran apuntalar el proyecto hegemónico en ciernes. El subsidio petrolero a Cuba, muy oneroso por cierto, y que equivale al de nuestra gasolina barata que se pretende aumentar, apuntala una alianza política contraria a los intereses nacionales que nuestra Constitución recoge.
El populismo rentista venezolano ya ni siquiera es capaz de sostenerse por la impericia de sus principales promotores y una corrupción sin paralelo en la historia del país.
Juan Pablo Pérez Alfonso (1903-1979), el padre de la OPEP, ya lo había advertido: un país progresa desde la austeridad y el buen uso en el manejo de la riqueza petrolera bajo el designio de los intereses nacionales y no los partidistas o coyunturales.
Autor: Ángel Lombardi Boscán