La geopolítica de las tierras raras y la energía «verde»

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Las tierras raras, son minerales que se han convertido en estratégicos en el marco de la revolución tecnológica, moneda de cambio de la guerra comercial, y a la vez, muy contaminantes en su extracción y lavado…

Aunque están literalmente en todas partes, pocos habían oído hablar de las tierras raras antes del último choque comercial entre Estados Unidos y China.

En verano, el gigante asiático puso sobre la mesa las tierras raras como respuesta a los aranceles de Trump, algo que hizo que los medios se fijaran, por primera vez, en que China dominaba el mercado de 17 elementos de extraño nombre y complicada extracción, sin los que la vida tal y como lo conocemos, incluidas las nuevas tecnologías verdes, no existirían.

Las primeras tierras raras fueron descubiertas a finales del siglo XVIII en un pueblo de Suecia, Ytterby, que dio nombre a varias de ellas. Aunque en un primer momento se creyó que sólo podían encontrarse allí, y de ahí que se las calificase de raras, pronto fueron descubiertas en otros puntos del planeta y comenzó la carrera por identificarlas -no aparecen en la naturaleza de forma aislada, sino en forma de compuestos, fundamentalmente óxidos- y buscarle utilidad.

Los infinitos usos de las tierras raras

Los 17 elementos (lantano, cerio, praseodimio, neodimio, prometeo, samario europio, gadolinio, terbio, disprosio, holmio, erbio, tulio, iterbio y lutecio, más el escandio y el itrio) tienen propiedades que poco a poco los fueron haciendo imprescindibles para múltiples industrias, entre ellas la militar. Prácticamente todos los aparatos electrónicos que manejamos a diario, como el móvil, el ordenador, o nuestro propio coche contienen uno o varios de ellos. Estos son sólo algunos de sus usos:

  • En medicina, el gadolinio es utilizado como contraste y el holmio se emplea en resonancias magnéticas nucleares.
  • Móviles: contienen hasta 62 metales diferentes entre los que están al menos ocho tierras raras, presentes en la vibración del terminal, el brillo y colores de la pantalla, el pulido del teléfono, los circuitos electrónicos o el micrófono.
  • Televisores y monitores
  • Aleaciones con múltiples usos, entre ellos la industria aeroespacial.
  • Industria automovilística: catalizadores de humos y motores, los cierres de las puertas…
  • Hornos pirolíticos
  • Fertilizante
  • Esmaltes cerámicos y cristales
  • Refinado de petróleo
  • Baterías y pilas
  • Fibra óptica
  • Microprocesadores…

El porqué del dominio chino sobre las tierras raras

La demanda anual de tierras raras crece anualmente entre el 3,7% y el 8,6%, según los datos recogidos por el profesor de Investigación en el CSIC Ricardo Prego Reboredo en Las tierras raras. Desde el boom de la demanda con el nacimiento de la televisión en color en los sesenta, de los ordenadores y los microprocesadores en los 70, internet en los ochenta y los teléfonos inteligentes en este siglo, su uso no ha hecho más que aumentar. Sin embargo, esta necesidad creciente de estos 17 elementos no ha venido acompañada de una diversificación de los países productores, sino todo lo contrario: China produce un apabullante 96% de las aproximadamente 160.000 toneladas de tierras raras que se extraen en todo el mundo.

¿Cómo se ha llegado hasta aquí? Hasta los 80, primero India, Brasil y Sudáfrica y luego Estados Unidos fueron los principales productores. Pero el país asiático, a base de abaratar los costes de extracción, consiguió un monopolio casi absoluto hasta el punto de hacer inviables económicamente los proyectos de extracción de tierras raras en otros países del mundo.

La razón fundamental del dominio chino parte de un hecho poco conocido en torno a las tierras raras. Su extracción es altamente contaminante. Según explica a LD Prego, también doctor en Química por la Universidad de Santiago de Compostela, la extracción de las tierras raras de los minerales donde se encuentran de forma natural, la monazita, la bastnaesita y la xenotima, requiere de la utilización de ácidos fuertes, como el sulfúrico. Además, durante el proceso pueden aparecer compuestos altamente contaminantes, como el flúor, o incluso radiactivos, como el uranio y el torio. La consecuencia es la generación de excipientes radiactivos y aguas ácidas, que hacen medioambientalmente muy costosa la explotación de minas.

 

China tiene su principal mina de tierras raras en Mongolia, en el área de Baotou, donde ya extraía hierro. La zona es la de mayor producción del mundo y en ella se concentra el 83% de los depósitos chinos. El área anexa se ha convertido en una de las más sucias del planeta, con un lago artificial «totalmente contaminado» por el constante vertido de aguas llenas de productos químicos y metales pesados, explica Guillaume Pitron, autor de La guerra de los metales raros: la cara oculta de la transición energética y digital, en una entrevista en Efe. Según datos recopilados por Prego, producir una tonelada de tierras raras genera «en torno a 10.000 metros cúbicos de gas residual conteniendo dióxido de azufre, ácido fluorhídrico y sulfúrico y polvo concentrado; unos 75.000 litros de agua residual ácida y alrededor de una tonelada de residuos radiactivos». Esa falta de escrúpulos por el medio ambiente, sumado a los salarios bajos y al empleo de una mina ya en buena parte amortizada permitieron a China, según Prego, «romper el mercado» en los noventa hasta el punto de convertir las tierras raras en un «comodín».

Las tierras raras y la energía verde

Entretanto, Occidente demanda cada vez más una tecnología verde que se alimenta, en realidad, de elementos «extraídos y refinados en condiciones terribles para el medio ambiente», al otro lado del mundo, una paradoja que se extiende a prácticamente todos los productos de bajo consumo y relacionados con las energías limpias ahora en boga, como recuerda Pitron. Un patinete eléctrico, tan de moda entre los que abogan por una movilidad sostenible, necesita tierras raras para funcionar. Un coche eléctrico requiere de al menos once kilos de tierras raras.

Las tierras raras también son esenciales en los sistemas de refrigeración y las bombas de calor eficientes, en los coches híbridos, en las turbinas eólicas o en los paneles solares. La iluminación led tampoco existiría sin las tierras raras. «En Europa no vemos el impacto ambiental que tiene el estilo de vida ecológico», dice Pitron.

¿Se puede plantar cara a China?

Pese a los costes y los problemas ambientales, el predominio absoluto chino en el mercado de las tierras raras, y los avisos de los últimos años, ha hecho que varios países estén proyectando la extracción de estos elementos en sus propios territorios, recuperando proyectos abandonados en el pasado.

La primera gran crisis internacional por las tierras raras se vivió en 2010 y tuvo como protagonistas a China y Japón. Ese año, un pesquero chino chocó con un guardacostas japonés en las inmediaciones del archipiélago Senkaku, considerado como propio por los dos países. Japón arrestó a la tripulación china y la respuesta del país fue cortar el suministro de tierras raras a la industria japonesa, que importa de China el 90% de los materiales que necesita. En ese momento se «entró en pánico», recuerda Prego, y Japón optó por impulsar proyectos dedicados a disminuir la dependencia de China. El país nipón intenta ahora obtener tierras raras en el fondo oceánico, a 4.000 metros de profundidad.

Otros países también tomaron nota de la medida china: Estados Unidos se está planteando reabrir las minas que tuvo que cerrar por problemas económicos y también se están abriendo minas en Australia, mientras muchos países se fijan en Afganistán por la abundancia de tierras raras.

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