La GUERRA EURO–DÓLAR

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Hay una guerra financiera al igual que hay una guerra más o menos secreta de ciencia y tecnología, de informática, de estándares dominantes, de comercio. Frente a estas batallas, la supremacía militar es un poder evanescente. La exhibición de la fuerza de las armas oculta con frecuencia una debilidad estructural.

La GUERRA EURO–DÓLAR

Por Miguel Ormaetxea Arroyo

La salida militarista frente a los auténticos desafíos hegemónicos es una respuesta espuria asociada a una ideología de raíz ultraconservadora, alimentada por una deriva viciada del capitalismo. Bush va a encontrarse con problemas que no puede arreglar ninguna bomba inteligente. Como su padre, puede ganar la guerra y perder al dólar.

Aunque tengas el primer ejército del mundo y te pasees militarmente por Oriente Medio, el mundo no es ahora más unipolar, sino todo lo contrario. Está naciendo una nueva bipolaridad que va a tensionar Occidente hasta límites impredecibles, antes de lograr una nueva síntesis. A la simplificación oportunista de la guerra fría, entre capitalismo y comunismo, ahora se opone una muchísimo más compleja alternativa: las sociedades sostenibles y pacificadas frente a las sociedades basadas en el heroísmo y el despilfarro. Ambas, modernas y posmodernas, están rodeadas de otras sociedades premodernas, medievales y teocráticas. El choque de civilizaciones es un espejismo. El conflicto medular está dentro de Occidente.

El euro es un éxito y se expande, por más que el «Wall Street Journal» boicotee las evidencias de la Unión Europea desde hace más de 20 años. Todavía no representa más que la quinta parte de las reservas de los bancos centrales mundiales, pero su parcela se ha duplicado en un año. Y ahora su marcha puede dispararse. Si es verdad, como dicen algunos economistas norteamericanos, que el verdadero motivo de la guerra de Iraq es apuntalar la supremacía del dólar frente al euro, Bush puede haber hecho un mal negocio. Los países musulmanes, especialmente, pero también todos aquellos que tienen cuentas pendientes con el Tío Sam o que, simplemente, quieren poner frenos a su hegemonía, han encontrado un medio providencial para fastidiarle: comprar euros. Además, resulta que es buen negocio. Fuentes bancarias estiman que los países del Golfo pueden haber perdido unos 97.000 millones de dólares el año pasado como consecuencia de la devaluación de la moneda americana. Sadam Husein ganó varios miles de millones con su acción de pasar al euro sus reservas y vender su crudo en la divisa europea, hace más de dos años. Venezuela lo está intentando, Irán dice que lo estudia. Indonesia está dando pasos en la misma dirección. En Nigeria, Egipto, Marruecos y hasta Arabia Saudí se alzan voces crecientes contra el uso del billete verde. Incluso en Israel, silenciosamente, se empiezan a guardar a buen recaudo los coloridos billetes de la moneda única. La lógica económica es bastante abrumadora: Europa es la primera zona importadora de crudo, con 8,7 millones de barriles diarios y el primer vendedor hacia los países productores. ¿Por qué tienen que verse obligados a pagar en la divisa americana? Un caso aún más agudo es Rusia, cuyas importaciones provienen en su mayor parte de Europa y es, además, el primer suministrador de petróleo a la zona. Su apego al dólar se está resquebrajando velozmente. Quedan Asia, China y Japón esencialmente. Allí están el 55% de las reservas mundiales de cambio, nada menos que 2,14 billones de dólares, según el FMI. «Newsweek» informaba recientemente que «los bancos centrales asiáticos han comenzado en los últimos meses a acrecentar sus reservas en euros».

Si el dólar reflejase realmente los déficits americanos, la paridad actual con el euro debería ser de 1,45, calculan los expertos. La diferencia es el factor de hegemonía, que absorbe la cuarta parte de la riqueza mundial fuera de EEUU. Antes o después, el dólar se derrumbará y eso ocasionará un problema no sólo a los americanos, sino a todos nosotros. Eso es globalidad…bipolar.