Juan XXIII – Concilio VATICANO II – Juan Pablo II
«Estamos en una cultura de muerte que es una auténtica estructura de pecado». Con «mecanismos perversos» como son el comercio mundial, el sistema monetario y financiero, la transferencias de nuevas tecnologías y los organismos internacionales. (Con motivo de la canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II)
Cuando vio la luz la encíclica Sollicitudo rei socialis, muchos se escandalizaron de que, como en Laborem exercens, Juan Pablo II equiparara el capitalismo con el colectivismo marxista en su carácter inmoral y en la responsabilidad de cara al empobrecimiento del Sur.
Entonces quisieron descalificar la encíclica como «sub-evolución estructuralista de la Doctrina Social». Hoy la dan por muerta y enterrada pues ha desaparecido el Imperialismo del Este.
Los hechos muestran lo falso de estas pretensiones. El imperialismo transnacional -el del Oeste- domina hoy todo el planeta y son mérito suyo 1.600 millones de parados, 400 millones de niños esclavos y el 80% de la humanidad en condiciones de miseria.
Juan Pablo II sigue insistiendo en el tema. Lo ha profundizado Evangelium vitae: «Estamos en una cultura de muerte que es una auténtica estructura de pecado».
Por ello, nos proponemos recoger aquí la crítica de la Iglesia por boca de los Papas al Imperialismo, que viene siendo una constante desde Pío XI. Y recordar que de nuestra posición frente a él va a depender nuestra identidad cristiana y nuestra fidelidad al Evangelio de la Vida.
Juan en el Apocalipsis plantea la disyuntiva entre servir a la Bestia o al Cordero. Juan Pablo II nos provoca a la conversión y la lucha, para ser «pueblo de la Vida» en y contra una «cultura de muerte» impuesta por el Imperialismo neo-liberal.
EL IMPERIALISMO EN EL DESARROLLO DEL CAPITALISMO
Ya León XIII en la Rerum novarum (1891) veía la raíz de la explotación de los obreros en el sistema capitalista liberal pues «no sólo la contratación del trabajo, sino también las relaciones comerciales se hallan sometidas al poder de unos pocos hasta el punto de que un número sumamente reducido de opulentos y adinerados ha impuesto poco menos que el yugo de la esclavitud a muchedumbre infinita de proletarios» (RN 1).
Pío XI (1931) conoce otra fase más avanzada. Los grandes conglomerados de Cartels y Trust dominan la economía de los países occidentales y han tenido parte activa en las causa de la Iª Guerra Mundial y el crac de 1929.
El Papa ve en esto una evolución natural del liberalismo que se basa en «la libre concurrencia de las fuerzas tan perniciosa como la misma lucha de clases y fuente envenenada de donde manan todo los errores de la economía individualista» (QA 88).
Esta evolución ha seguido un proceso que le ha llevada a la «dictadura económica» o Imperialismo:
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La competencia se destruye a sí misma ya que «en estas circunstancia de libertad absoluta sólo sobreviven los más poderosos, lo que con frecuencia es tanto como decir los más violentos y desprovistos de conciencia» (QA 107) llegando a una situación en que «la libre concurrencia se ha destruido a si misma; y la dictadura económica se ha adueñado del mercado libre, al afán de lucro le ha sustituido un desenfrenado afán de poderío y la economía se ha hecho horrendamente dura, cruel y atroz» (QA 109).
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La competencia económica evoluciona y se convierte en lucha por el dominio del poder público y los intereses de las grandes compañías arrastran tras de sí el enfrentamiento de los Estados (cfr. QA 108). Se trata del «nacionalismo o imperialismo económico». El colonialismo de una potencia sobre otros países (QA 109).
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Las corporaciones económicas superan los intereses de los mismos Estados Llega el «internacionalismo -hoy llamado transnacionalismo- o IMPERIALISMO INTERNACIONAL DEL DINERO que donde encuentra el beneficio allí pone su patria» (QA 109)
EL ABISMO NORTE-SUR
Quadragesimo anno apunta simultáneamente hacia un nuevo problema que en nuestros días es el centro de la cuestión social (SRS 9) y principal crimen del Imperialismo: el problema del empobrecimiento del Sur. Pío XI ve ya el surgimiento de «un nuevo proletariado pauperizado en comparación con sus compañeros de los países más prósperos» (QA 59). Un problema que en 1961 constituye ya uno de los centros de interés en la Mater et magistra (157-184) de Juan XXIII quien, participando del optimismo propio de una década de independencias y desarrollo, pone todavía en las ayudas toda su esperanza, aunque denuncia en ellas el riesgo de un nuevo colonialismo que no respete el protagonismo de los pueblos (MM 171-174).
El paso se da en el Concilio VATICANO II al poner las bases para el desarrollo que harán las encíclicas posteriores y las Asambleas de Medellín y Puebla sobre el abismo Norte-Sur. Constata la inadmisibles desigualdades que rompen la familia humana, «el lujo pulula junto a la miseria» (GS 9b; 63) y ve en ellas la causa de las guerras y la amenaza a la paz entre los pueblos (GS 83).
Abre además un nuevo enfoque sobre el subdesarrollo entendiéndolo desde la perspectiva de las relaciones internacionales donde encuentra SUS VERDADERAS CAUSAS.
Así, no se limita a pedir ayudas al desarrollo. Afirma que estas «no podrán prestarse sin operar profundos cambios en las estructuras actuales del comercio mundial (…) para OPERAR UN AUTÉNTICO ORDEN ECONÓMICO UNIVERSAL». (GS 85 b-c). Por ello insiste en «la necesidad de revisar las estructuras económicas y sociales (…) ordenar las relaciones económicas en todo el mundo para que se ajusten a la justicia (…) y buscar en las relaciones comerciales el bien de los países más débiles» (GS 86).
Es por la transformación de tales estructuras como puede erradicarse la pobreza y abrir caminos a la justicia.
IMPERIALISMO EN EL COMERCIO MUNDIAL
En Populorum progressio (1967), Pablo VI va a centrar su atención íntegramente en el problema del desarrollo. Profundiza el sentido de las claves que el Concilio ha dado: integral y solidario.
Siguiendo con el análisis de las causas de subdesarrollo apunta hacia el comercio mundial y enlaza la crítica al capitalismo de Pío XI con la su organización que está ampliando la distancia entre enriquecidos y empobrecidos: la diferencia de precios entre materias y primas y productos elaborados y el proteccionismo de los países industrializados aumentan esta distancia (PP 57).
La encíclica critica desde el comienzo los principios del capitalismo liberal (lucro, concurrencia como ley suprema, propiedad privada absoluta) que «conducen a la dictadura justamente denunciada por Pío XI como generadora del Imperialismo Internacional del Dinero» (PP 26).
Imperialismo que en su carta pastoral Octogésima adveniens identifica expresamente con «LAS COMPAÑÍAS MULTINACIONALES, que por la concentración y la flexibilidad de sus medios pueden llevar estrategias autónomas, en gran parte independientes de los poderes políticos nacionales y, por consiguiente, sin control desde el punto de vista del bien común. Así estos organismos privados pueden conducir a una forma de dictadura económica en el campo social, cultural e incluso político» (OA 44)
IMPERIALISMO FINANCIERO
La denuncia del comercio mundial como causante del empobrecimiento del Sur va a repetirse desde entonces (SRS 43,1-5). A él se unirá enseguida el problema financiero especialmente desde que estalla a mediados de los 80 la CRISIS DE LA DEUDA provocada por los préstamos irresponsables que buscaban colocar a toda costa los excedentes producidos por los petro-dólares de la crisis energética del 73, sin criterios de viabilidad, controles de la inversión o la corrupción. Y agravada por una economía especulativa que modifica rápidamente los tipos de interés y el valor de la divisas e incluso hace de la propia deuda elemento de compra-venta. (SRS 43,3)
A él va a consagrar un polémico documento la Pontificia Comisión Justicia y paz denunciando sus verdaderas causas y las responsabilidades no sólo de los deudores sino también de Bancos y Estados prestamistas, compañías multinacionales y el propio FMI. Pidiendo la solidaridad y justicia que responda a la interdependencia propia del mundo moderno.
El problema se prolonga en el tiempo ya que supone una fuente de ingresos netos para los Bancos y economías del Norte que se financian a costa de los países empobrecidos y encuentran en los planes de ajuste del FMI la excusa para una gestión directa, de las políticas económicas de estos países.
IMPERIALISMOS POLÍTICOS
Cuando es elegido Juan Pablo II, se encuentra con un mundo profundamente dividido. El abismo NORTE-SUR crece cada día hasta convertir la tierra en una gigantesca parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro (RH 16,4). Proviene además de un país que está sufriendo el imperialismo soviético. Todo ello va a ser central en su encíclica programática, Redemptor hominis (1979) y en el relanzamiento que hará de la Doctrina Social en su discurso en Puebla de los Ángeles. En Canadá llegará a comentar Mt 25 diciendo que «los pueblos del Sur juzgarán a los pueblos del Norte».
Así Sollicitudo rei socialis (1987) denuncia de nuevo los mecanismos que «hacen a los ricos cada vez más ricos y a los pobres cada vez más pobres»: comercio, transferencias de tecnología y sistema financiero; y exige su transformación por ser auténticas causas del empobrecimiento del Sur (SRS 16-19; 43)
Su aportación más original es el análisis del imperialismo en su dimensión política. Constata como el enfrentamiento de bloques entre el Este y el Oeste agrava la explotación sobre el Sur (SRS 39). La confrontación ideológica entre dos sistemas ha pasado al plano político y de ahí al militar hasta dividir el mundo en dos grandes áreas de influencia (SRS 20).
El mundo esta entonces sometido a dos imperialismos, (de los que hoy subiste uno con toda la virulencia que le permite no tener competidor). Los países se convierten en piezas del engranaje estratégico de uno u otro sin una soberanía real (golpes de Estado, dictaduras, gobiernos títere). La confrontación militar substrae recursos al desarrollo (SRS 22 y 23), y los conflictos locales se agravan o se provocan para desestabilizar al contrario. De modo que aún hoy, estos países se desangran con las enormes cantidades de armas que se fueron acumulando en ellos (SRS 24).
Los mismos organismos internacionales, son parte de esta opresión política ya que son instrumentalizados por quienes los controlan y requieren para que cumplan su función profundas reformas en su ordenamiento (SRS 43, 6-7) (como por ejemplo el control de cinco países en exclusiva del Consejo de Seguridad de la ONU, las forma de voto en el FMI o el BM, etc.).
En Centesimus annus (1991) Juan Pablo II adelanta un tema que va a profundizar poco después en Evangelium vitae: si no respeta la verdadera dignidad de la persona humana incluso la democracia puede volverse un totalitarismo (CA 46). Es un paso más que sitúa la lectura profética del mundo actual en el transfondo que ya había adelantado con la lectura teológica de los Imperialismos (SRS 47), el de los valores y las estructuras que generan: LA CULTURA.
Ya Pablo VI citaba este aspecto del imperialismo de las Transnacionales (OA 44) y el mismo Juan Pablo II vio el papel de los medios de comunicación en el imperialismo del Norte sobre el Sur (SRS 22,2). Pero va a ser el primer capítulo de la Evangelium vitae (1995) quien haga el análisis más detallado de «Una auténtica y verdadera estructura de pecado, caracterizada por la difusión de una cultura contraria a la solidaridad que en muchos casos se configura como una auténtica ‘cultura de muerte’. Esta estructura está activamente promovida por fuertes corrientes culturales, económicas y políticas portadoras de una concepción de la sociedad basada en la eficiencia. Mirando las cosas desde este punto de vista se puede hablar de una auténtica guerra de los fuertes contra los débiles» (EV 12)
Esta estructura es en efecto todo el sistema que conocemos «que excluye a todos aquellos que molesten al bienestar y al estilo de vida de los más aventajados» (EV 12). Abarca desde los grandes organismos internacionales y los medios de masas que generan la opinión pública (EV 17; 24) hasta la economía mundial que favorece a los países ricos contra los pobres (EV 18).
Esta cultura de muerte se enraíza en las mentalidades que mueven el comportamiento cotidiano de las personas basadas en el materialismo, el hedonismo y el utilitarismo (EV 23). Con una moralidad que nace del subjetivismo individualista que entiende la propia libertad por encima de los derechos y dignidad de los demás (EV 19). Negar al otro es negar la verdad que incumbe a todos y permite promulgar leyes contra la vida y los derechos humanos haciendo de la democracia formal un auténtico totalitarismo que impone como comunes los intereses de los más fuertes (20).
LECTURA TEOLÓGICA DE ESTA REALIDAD
Como veíamos al principio todo este camino no es un simple análisis. Es una lectura profética de la realidad a luz del Evangelio, denunciando la injusticia y buscando transformar la Historia hacia la justicia del Reino. Busca que los creyentes nos situemos en la vida en fidelidad a Cristo y no al dinero, ideología, bienestar, capricho (cfr. SRS 37).
Es por eso que la lectura de Juan Pablo II ha avanzado el camino abierto por la Gaudium et spes (Concilio Vaticano II) y ha hecho una lectura teológica de todo esto. Si al principio aludíamos al Apocalipsis como el libro que llama «la Bestia» al Pecado del Mundo encarnado institucionalmente en el Imperio Romano. El lenguaje sociológico nos permite hoy decir lo mismo hablando de ESTRUCTURAS DE PECADO.
En Sollicitudo rei socialis Juan Pablo II afirma que un mundo sometido a diferentes imperialismos «no es más que un mundo sometido a estructuras de pecado» (SRS 36) que tiene su raíz en el egoísmo y el afán de lucro a cualquier precio; la idolatría del dinero, la clase social, la ideología y la tecnología (SRS 37) y actúan a través de «mecanismos perversos» como son el comercio mundial, el sistema monetario y financiero, la transferencias de nuevas tecnologías y los organismos internacionales (SRS 43).
En Evangelium vitae va pormenorizando este análisis a todos los niveles desde los grandes organismos a los comportamientos cotidianos como esta cultura de muerte es una «auténtica estructura de pecado» (EV 12).
«La conciencia moral personal y social -dice- confunde el bien y el mal» «tolera y hasta favorece comportamientos contrarios a la vida, alimenta una cultura de muerte, llegando a crear y consolidar verdaderas y auténticas estructuras de pecado» (EV 24).
Si vivimos en una situación de muerte contraria al Reino al que nos llama el Evangelio de la Vida solo es posible la vida cristiana poniendo en el centro LA CONVERSIÓN y conversión a la solidaridad. Entendiendo ésta no del modo superficial y asistencialista al uso, sino desde la radicalidad del Evangelio que la entiende como empeñarse por el bien común hasta «perderse» por el bien del prójimo compartiendo hasta lo necesario para vivir (SRS 38 y 31). Combatiendo las causas y no dando como limosna lo que en justicia se debe restituir, que decía el Concilio (AA 8) luchando, pues, por transformar tales estructuras y mecanismos que agrandan la diferencia entre ricos y pobres y atentan contra la vida.
En esta respuesta a la «cultura de muerte» la Iglesia encuentra su identidad como PUEBLO DE LA VIDA que anuncia y defiende la dignidad de la persona ante todo lo que niega su derecho a la vida. (EV 79-90). Si se confunde con ella a modo de «religión de sistema establecido» no es extraño que nuestro cristianismo del Norte diga poco: sirve a «otros dioses», flojea la identidad cristiana y rompe la comunión entre los que celebrando una sola Eucaristía están divididos y en guerra entre ricos y pobres. Que esto cambie depende de nosotros. El Señor ya va abriendo camino por delante.
Autor: José Ramón Peláez, presbítero, especialista en DSI.