La Iglesia frente al totalitarismo

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Entrevista a Hermann Scheipers

Hermann Scheipers pasó directamente del horror nazi a vivir bajo la persecución comunista en la parte oriental de Alemania, dominada por la Unión Soviética hasta la caída del muro en 1989.

Este sacerdote católico de casi 98 años, nombrado «prelado de honor» por Juan Pablo II en 2003, participó en unas Jornadas sobre el Totalitarismo organizadas por el Movimiento Cultural Cristiano en la Casa Emaús (Torremocha, Madrid).

El sacerdote Hermann Scheipers fue testigo de la toma de poder de Hitler cuando era estudiante. Los últimos y terribles años de su dictadura -de 1941 a 1945- los pasó como prisionero en el campo de concentración de Dachau. «El haber sobrevivido corporal y espiritualmente al infierno de Dachau se lo debo exclusivamente a mi fe cristiana».

Le internaron en el campo de concentración al acusarle de la asistencia religiosa que realizó con los polacos condenados a trabajo forzoso. Para Scheipers, los condenados a trabajo forzoso no eran «infrahumanos» como los consideraba la propaganda nazi. Por lo que se convirtió en un peligro desafiar la seguridad del pueblo y del estado. En la cárcel de Leipzig, la Gestapo le presionó bajo amenazas para que renunciara a su sacerdocio, sin conseguirlo.

Sólo en Dachau murieron miles de sacerdotes y creyentes que no se arrodillaron ante los nazis. Murieron de hambre, de un trato brutal, ejecuciones, experimentos médicos, en las cámaras de gas y epidemias de fiebre tifoidea.

Tanto Hitler como Stalin y sus seguidores en China y en todo el mundo querían algo más que el poder. Exigían sus creencias y entrega incondicional a su ideología, esto era una nueva religión. Se le denomina una dictadura ideológica, pero que es más que eso, es un totalitarismo dictatorial. Exigían aquello que sólo Dios nos puede pedir. Tenías que creeer en su ideología y exigían tu entrega total.

Los nazis y comunistas querían alcanzar la sanación no con su propia entrega sino a través de su autoafirmación al obligar a las personas e imponerse por medio de una violencia brutal y mentiras. Esto lleva al desprecio de la persona, a la inhumanidad, en los nazis con los campos de concentración y en los comunistas con los gulags.