La lucha del niño patera

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La misma semana en que una niña acapara la atención de todos los medios de comunicación declarando que prefiere morir a someterse a un trasplante de corazón, un niño de 10 años y 25 kilos de peso, que no ha tomado ninguna decisión al respecto de su exilio a bordo de una patera, luchaba por sobrevivir.

Se ignoraba de este niño todo cuando llegó al Hospital de Nuestra Señora de los Reyes. Se ignora de qué país africano procede. Si tiene padres. Si lo embarcaron solo en el cayuco que llegó a la isla canaria de El Hierro el amanecer de un lunes o viajaba bajo la protección de un adulto cuyo silencio será su único pasaporte. Nadie sabe su nombre. Lo que si se sabe es que tenía unas inmensas ganas de vivir. Tras rozar el puerto a donde vino a desembarcar estuvo en trance de morir hasta 3 veces. Superó una parada respiratoria primero. Tuvieron que reanimarlo con un masaje cardiaco y adrenalina una hora después. Y precisó dos fibrilaciones para vencer la taquicardia ventricular sin pulso que le sobrevino al rato. El menor, tras la intervención y traslado a la UVI pediátrica del hospital de La Candelaria, sigue grave, pero evoluciona bien.


Antes que los infartos superó un viaje dantesco: 3.000 kilómetros y 20 días de travesía con apenas unos puñados de cereales que pronto se acabaron. Tres personas de las 123 que viajaban con él en el cayuco han muerto. Una tragedia que se ha repetido más de 18.000 veces desde hace 20 años.


Sabemos que hay  causas de muerte tan criminales como ésta en un país como el nuestro, con miles de víctimas del terrorismo. Pero no entendemos qué dignidad le falta a estas personas para no ser tratadas al menos igual que el resto de las víctimas.


O tal vez si que lo sabemos…