Creemos que promover un «progre-feminismo» que se acompleja de la maternidad, o que niega parte de lo específico femenino, es peligroso. Pero, por desgracia, es frecuente.
En la revista «femenina» de El Mundo publicaron recientemente un diálogo entre cuatro mujeres de moda, sobre la maternidad. El título, poco neutral, preparaba el terreno: «Con los hijos, ¿el amor salta en pedazos?». Bajo apariencia de cuestionar los «viejos mitos» machistas, las tertulianas se sitúan en una postura políticamente correcta pero llena de nuevos tópicos facilotes del discurso dominante actual.
FAMILIAE[1], respondiendo a su vocación de servir a las personas y a las familias, se propone analizar dichos tópicos. Creemos que promover un «progre-feminismo» que se acompleja de la maternidad, o que niega parte de lo específico femenino, es peligroso. Pero, por desgracia, es frecuente. FAMILIAE intenta sencillamente aportar luz para que cada mujer y cada hombre puedan crecer y construir su familia desde la libertad.
En el artículo – diálogo que queremos analizar, el lenguaje es muy ilustrativo de su mentalidad. Se llama al hijo «ser extraño». Se le relaciona con las palabras «pesadilla, ruptura, estrés emocional y económico, problemas ocultos, agobio, cansancio, presión, culpabilidad». Y se les acusa de «agrandar la brecha, dividir los afectos, eliminar la pasión, hacer que dejemos de ser mujer, tender o distanciar la pareja». Algunas frases que reflejan las tesis de fondo y el tono emocional de estas mujeres ante el tema son: «la decisión de tener hijos ya constituye en sí misma un problema». ¿Es posible creerse libre de prejuicios y respetuosa, afirmando como ellas que «hay mujeres que son, simple y llanamente, úteros»? Desde este prisma, se entiende que «la paternidad es un juego más de poder en la pareja». Y «por eso son tan pocas las parejas con hijos que se quieren y tienen intimidad».
Estamos convencidas de que estas cargas de profundidad a nuestro instinto, vocación y posibilidad de ser madres, no son una excepción ni una casualidad. No podemos promocionar a la mujer inculcando autocompasión y complejos en las que deciden (tan libres como cualquiera) dedicarse a la crianza una parte valiosa de su vida. No podemos combatir el maltrato si azuzamos una guerra de sexos que nos lleva a mimetizarnos al estereotipo masculino, en lugar de valorar la complementariedad y nuestra aportación femenina en la familia y la sociedad.
En una cultura donde priman el lucro y el poder, se nos empuja a la excelencia profesional a costa de lo que sea. Esto, unido a un mundo laboral que nos usa como mercancías, nos condena a la precariedad, la explotación o la servidumbre a la empresa. El individualismo nos quiere aislar en la soledad, incluso aunque compartamos vida, cama y cuenta bancaria con otro.
Estas mujeres tan «fashion» no contemplan, tristemente, los verdaderos problemas de la maternidad en el mundo. El 80% de las madres del planeta padecen el hambre y la esclavitud laboral propia y de sus hijos, o la muerte por enfermedades curables. O sufren la presión de los listos poderosos que ven en su fertilidad una amenaza a la buena vida de los enriquecidos.
Tampoco reflejan el dolor de tantas madres inmigrantes en nuestro país. Explotadas, prostituidas, obligadas a dejarse la vida alejadas de su familia y de su raíz, ellas son la dolorosa prueba de que la incorporación de la mujer al mundo laboral no ha supuesto más libertad. La promoción de unas pocas privilegiadas ha descansado y descansa sobre los hombros de la mayoría. Si no, que se lo digan a las 8000 mujeres prostituidas en Galicia, sometidas a la vejación, las ETS y la esclavitud, sin que ningún sindicalista levante la voz en su defensa. Que se lo digan a la joven sirvienta ecuatoriana que tiene que levantarse de madrugada porque los señoritos quieren un té al volver del teatro. O a la extranjera que trabaja sin contrato para una española que entiende la maternidad de un modo moderno.
Tal vez para huir de las desventajas que advierten en el artículo que nos ocupa, esta española compró semen para tener un hijo sin padre, compra leche y biberones para no sacrificar su pecho amamantando, y compra los servicios de una mujer inmigrante para no despertarse a atender de noche al bebé. Todos estos son, por desgracia, casos reales que demuestran lo que defendemos.
Nos apena, sobre todo, que en la revista no aparezcan por ningún lado las madres normales, tan reales como heroicas, que han creado solidaridad en la historia. «La Madre», de Gorki, que ensanchó su corazón de madre acogiendo el Ideal del hijo, existió y existe aún donde hay quien se juega la vida por la libertad y la justicia. Las madres cristianas que en la España de la guerra y la posguerra acogieron a los huérfanos compartiendo hasta lo necesario para vivir. Las madres víctimas de ETA, que eligen el coraje frente a la venganza, la dignidad frente a la desesperación. Todas ellas, no se citan en este artículo.
Las madres de Iberoamérica que, sin cursillos subvencionados, aprenden cooperativismo y autogestión, organizando solidariamente la crianza de los hijos, la educación y el trabajo. Las madres de los Sin Tierra, que toman a sus familias a cuestas para sembrar libertad entre las balas, la miseria y las calumnias. Las madres que adoptan embriones congelados y se los implantan para salvarlos de la muerte. Las madres de los niños enfermos, síndrome de Down, que sin una palabra combaten la eugenesia que se impone, demostrando que la vida es siempre digna, pues el amor no hace selección genética.
Así es, el amor no es contable, ni se «divide» con los hijos, las brechas las siembra el egoísmo y el hastío de vidas vacías, no la maternidad.
Sí, reivindicamos la maternidad. No como un ítem del currículum femenino que hay que cubrir, sino como experiencia personal, colectiva e histórica capaz de promover generosidad y promoción humana.
Reivindicamos la maternidad y la paternidad para crear un mundo más justo, partiendo de la familia cuando se forja en Escuela de Solidaridad.
¿Quién nos iba a decir que tendríamos que reclamar algo tan evidente? Lo que es nuestro, que no nos lo robe el mercado, ni la propuesta cultural que ha creado la elite para dominarnos.
Pilar Gómez-Ulla
Familiae Psicoterapia.
[1] FAMILIAE es un centro integral de profesionales de la psicología, la pedagogía y el trabajo social. Somos mujeres las responsables de este centro de psicoterapia, y queremos sumar nuestro trabajo a la promoción de familias sanas y responsables del mundo en que viven (www.familiae.es)