La mejor fuente de células madre: el cordón umbilical

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El doctor De la Vega, especialista en Pediatría, explica en este artículo cómo pueden extraerse células madre del cordón umbilical, de modo que se evite así el uso de embriones atentando contra la vida y la dignidad de la persona. El autor propone la creación de Bancos de sangre de cordón umbilical, para que sus células madre puedan ser solidariamente compartidas

Fernando de la Vega Jiménez
Alfa y Omega
7-07-2005

Las células madre pluripotenciales son parte de la maquinaria biológica que hace posible que, de lo mínimo, surja la totalidad, de tal forma que pueda desarrollarse un organismo inmensamente complejo a partir de la sencillez de una única célula. Y es que tienen la capacidad de dar lugar (en las condiciones idóneas para cada caso) a todas y cada una de las líneas celulares del organismo. Es decir: son células únicas que pueden diferenciarse en una célula del corazón, del cerebro o del intestino, o en cualquiera de las otras células que, unidas entre sí, forman los tejidos del ser humano.

La cantidad disponible de estas células en un organismo dado es tanto mayor cuanto más precoz es el momento del desarrollo en que se extraen de él: son virtualmente el 100% de las células del primordio que forma la unión del espermatozoide y el óvulo; supone una proporción importante del embrión; y, aunque en él también existen, son una mínima parte de las células del organismo adulto.

Dado que es teórica y técnicamente posible llegar a formar el tejido que deseemos a partir de estas células, la ciencia se ha propuesto conseguir la manipulación dirigida de estas células para poder así utilizar el resultado en la reparación de tejidos dañados por diversas enfermedades. Cuando esto se consiga, el infarto de miocardio, la enfermedad de Alzheimer, la Diabetes Mellitus, las inmunodeficiencias congénitas y otras muchas dolencias desaparecerán del ámbito del sufrimiento humano para siempre. El proyecto es, no puede dudarse, magnífico. Casi cualquier esfuerzo para conseguir tal fin parece poco.

Una técnica sencilla

El método de obtención de estas células es, sin embargo, motivo de controversia. Por la cantidad y la facilidad técnica, los investigadores han apuntado hacia la reserva de embriones que puedan obtenerse como deshecho de otras técnicas de fertilización asistida: hay muchos disponibles, no existe un marco legal completamente desarrollado para su protección y, por otra parte, son fuente segura y sencilla de células madre. Por otra parte, muchos defienden el criterio de algo habrá que hacer con ellos. Otros proponen extraerlas del ser humano adulto; si bien esta posibilidad es cara, poco eficiente y dificultosa, los resultados clínicos más esperanzadores están obteniéndose de estas células, aunque en los quehaceres de la investigación son las embrionarias las que más posibilidades futuras ofrecen. Así pues, para muchos es prioritario que se desista de poner obstáculos a la utilización de embriones con este fin, pues el futuro de la ciencia médica aplicada al hombre es más importante que ciertas discusiones bizantinas sobre si la vida humana comienza en el momento de la concepción o posteriormente.

Nada más lejos de lo bizantino. Esta discusión es el centro de todo el problema ético que existe alrededor de la utilización de embriones para usos diversos. ¿Pueden manipularse los embriones humanos para lograr determinados fines, ya que no poseen la dignidad de un ser humano al no haber nacido todavía; o bien la dignidad que les pertenece procede de que son seres humanos completos a los que debemos respeto por iniciarse la esencia de la dignidad humana en el momento de la concepción? Creo que la respuesta que cada uno dé a esta pregunta debería tomar en consideración un hecho irrebatible: no puede existir ninguna prueba científica que determinara el momento exacto en que la dignidad humana se inicia. Eso no es cosa de la ciencia. Desde la ciencia, pues, no se puede afirmar si la dignidad de la vida humana de un embrión es semejante a la de un niño recién nacido, o de dos años, o a la de un adulto. Y si no hay seguridad respecto de la cronología del inicio de la dignidad humana, el derecho inviolable a la vida (que todos defendemos como indispensable) habrá de preservarse, de forma que la única pauta que puede seguirse en la manipulación de los embriones tiene, forzosamente, que tender al beneficio del embrión, porque la duda es demasiado grande. Si la dignidad del ser humano se quisiera establecer a las siete horas de nacer (pongamos por caso), el embrión tiene que ser protegido porque, si esa suposición es falsa, las técnicas que dividen, desmenuzan, trocean y trituran a los embriones humanos constituirían, al descubrir el error, un genocidio de dimensiones hasta hoy desconocidas.

Cuando los expertos hablan de las células madre, suelen acusar a la Iglesia de negarse a la investigación con ellas, lo cual es –digámoslo sin rodeos– radicalmente falso: lo que la Iglesia niega, como no puede ser de otro modo, es la manipulación de la vida humana que se contiene en el embrión, porque no es nuestro derecho disponer de la vida de otros, ya que la vida es don de Dios, proyectada incluso antes de la existencia del mismo individuo. Ni uno solo de los responsables eclesiásticos o de los científicos cristianos, hasta la fecha, se ha pronunciado en contra de la investigación con estas células. Antes bien, desde el punto de vista de la fe, todo bien para el hombre se considera bueno en sí mismo, aunque no a cualquier precio. Y es que, para la Iglesia, el hombre es, fue y será siempre lo primero; es en su defensa y en la de su dignidad por lo que trabaja incansablemente. El problema no es a dónde llegar, sino a costa de qué.

Claro que, aceptar la imposibilidad de manipular embriones humanos comportaría renunciar a la investigación con células madre, y eso no parece que sea posible o recomendable en el momento actual. A no ser que se encontrase otra fuente de estas células. Lamentablemente, y por lo que se difunde en los medios, no hay otra fuente: sólo el embrión puede prestarnos tan alto servicio. ¿Es así?

Pues no, no es así. Existe una fuente de estas células que actualmente se deposita, literalmente, en el cubo de la basura de las maternidades de nuestro país y de muchos otros Estados en Europa y en el resto del mundo: la sangre contenida en el cordón umbilical. Este residuo biológico ha mantenido unido al embrión-feto con la placenta durante todo el embarazo y contiene sangre que puede ser recogida mediante una técnica sencilla. Tras su recolección, es posible su congelación en dispositivos preparados para el uso durante un tiempo prácticamente ilimitado. Cuando es preciso, puede descongelarse y utilizarse, pues las células que contiene permanecen viables a pesar del frío y del tiempo.

Cuando se busca el auténtico bien

Entre las células de la sangre de cordón umbilical hay una gran cantidad de células madre, en un punto de desarrollo casi comparable, por lo precoz, con las células del propio embrión. Conocemos los marcadores que definen a una célula como del tipo que nos interesa, y existen técnicas no sólo para aislarlas, sino también para aumentar su número y promover su diferenciación, las llamadas técnicas de expansión ex vivo. Una vez seguidos estos pasos, es técnicamente posible hoy día –como se ha demostrado ampliamente– conseguir un volumen importante de células madre disponibles para su manipulación. La investigación de este tipo de tejidos ha sido avalada en el informe Opinion of the European group on ethics in science and new technologies to the European Commission, de 16 de marzo de 2004, en respuesta al Presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi, además de por multitud de revistas científicas de reconocido prestigio.

La creación de Bancos de sangre de cordón umbilical ha prosperado en los últimos años en todo el mundo. En la mayoría de los casos, las muestras de sangre de cordón se conservan como fondo de tratamiento de ciertas enfermedades que pueden requerir un transplante de médula ósea para su mejoría. En aquellos casos en los que no sea posible encontrar un donante relacionado o familiar con médula ósea compatible con la del enfermo, el cordón umbilical puede suponer la diferencia entre la posibilidad de tratamiento y la muerte. A día de hoy, en efecto, se han publicado resultados de curación o mejoría con el trasplante de cordón umbilical en diversas inmunodeficiencias graves, en anemias severas, en algunas enfermedades de la hemoglobina, en alteraciones de la coagulación, en enfermedades degenerativas neuromusculares y en procesos hematológicos malignos como la leucemia. También se han comunicado resultados muy prometedores en la regeneración de tejidos cutáneo, muscular, hepático, renal, pancreático y cerebral.

Los Bancos de carácter público proponen compartir todas las muestras en un sistema de red global que permita la localización de la sangre del tipo adecuado vía Internet, con lo que este recurso terapéutico resulta de una disponibilidad pasmosa. Otros Bancos, de carácter privado casi siempre, dan a los padres la posibilidad de guardar el cordón umbilical de su hijo, que quedará así reservado para su autotransplante en el poco frecuente caso de que ese niño sufra en algún momento una enfermedad susceptible de mejoría con este tratamiento. Esta modalidad de Banco no sólo excluye la generosa donación solidaria a otros pacientes que lo necesiten, sino que también elimina la posibilidad de obtener células madre.

Por lo tanto, todos aquellos interesados en el desarrollo de la ciencia médica basada en las células madre deberían conocer y tener en cuenta la necesidad de organizar Bancos de sangre de cordón umbilical, pues han demostrado no sólo su utilidad en el tratamiento de diversas enfermedades, sino que serían la solución más avanzada al problema ético que se establece al procurar obtener el bien de la salud, mientras se mira hacia otro lado al enfrentarse al problema, manteniendo que el embrión no debe ser un ser humano completo, sino otra cosa. Para llegar a la verdad, conviene mirar de frente, pues sólo la verdad nos hará libres y, en este caso, puede hacernos, además, sanos.