La intención de la India es legalizar la extracción de mica, un mineral brillante utilizado en sombras de ojos y pintura de automóviles, en un intento de reducir el número de niños que trabajan esclavizados – hasta la muerte incluso – para producirlo.
El anuncio se produce casi un año después de una serie de investigaciones del diario The Guardian sobre la explotación de la mica. La investigación encontró cómo la pobreza extrema obliga a muchas familias a enviar a sus hijos a extraer el mineral altamente valorado, llegando a ser cerca de 20.000 niños los que trabajan en las minas, aproximadamente el 90% de estas minas son ilegales.
Las marcas que usan estos productos e inundan muchos hogares incluyen a emporios como L’Oréal, Estée Lauder, Rimmel, Merck, BMW, Vauxhall y Audi, marcas con relación directa o indirecta con las minas de la mica de la India.
Un reporte posterior de la Fundación Thomson Reuters encontró que al menos siete niños habían muerto en sólo dos meses mientras buscaban el mineral en minas ilegales de mica.
Vauxhall y BMW son entre otras empresas de automóviles que usan estos productos para dar “lustro” a los vehículos.
Las asociaciones más activas en estos temas, elogiaron la decisión de legalizar la minería de mica, pero advirtieron que altos niveles de pobreza significaban que la medida probablemente no detendría esta esclavitud infantil.
Dos estados en el este de la India, Jharkhand y Bihar, representan aproximadamente el 25% de la producción mundial de mica, que es utilizada por la cosmética, la construcción y la industria automotriz en varios productos.
Las marcas que usan estos productos e inundan muchos hogares incluyen a emporios como L’Oréal, Estée Lauder, Rimmel, Merck, BMW, Vauxhall y Audi, marcas con relación directa o indirecta con las minas de la mica de la India.
Los niños mineros de la mica no salen de la pobreza con sus familias por trabajar en ellas, ni tampoco pueden ir a la escuela. Es un pozo de miseria y de esclavitud; ¿a quién interesa todo esto?.
Redacción: Solidaridadnet
Fuente: The Guardian