Funcionarios del Gobierno de Nicaragua, antaño guerrilleros que lucharon contra Somoza, son ahora cuestionados por enriquecerse a costa del Estado
Aquel 20 de julio de 1979, Managua era una fiesta. Si bien en los alrededores de la ciudad todavía se registraban escaramuzas entre oficiales de la Guardia Nacional y guerrilleros del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), en la plaza central de la capital de Nicaragua se celebraba la caída del último de los Somoza, Anastasio Somoza Debayle, y el fin de la dinastía que durante 42 años, 6 meses y 16 días había machacado a su antojo al pequeño país, dejando una estela de muerte y destrucción. Somoza miraba a Nicaragua como su finca.
La escena que marcaría aquel día de julio se produjo a unas cuadras de la plaza, frente al Estadio Nacional, donde decenas de personas derribaron la estatua que, montado a caballo, levantaba al padre de la dictadura, Anastasio Somoza García. El pedestal quedó vacío durante casi 30 años, como símbolo de una historia que no debía repetirse, pero en septiembre de 2008 uno de aquellos guerrilleros que entró victorioso a Managua en 1979, Daniel Ortega, hoy presidente del país, decidió elevar en aquel mismo pedestal la estatua de Augusto César Sandino, el héroe de Nicaragua, montado en un burro. A la par, Ortega se convertía en un personaje omnipresente en Managua, como lo fue antes Somoza.
Pero el rostro de Ortega no es lo único que llama la atención de los nicaragüenses, que miran con recelo cómo los viejos guerrilleros del FSLN se convierten en una poderosa élite en Nicaragua, en lo que el analista Félix Maradiaga ha llamado «la oligarquía orteguista».
«En Nicaragua no existe socialismo ni sandinismo, sino orteguismo. El Frente Sandinista es un partido con una composición familiar, con una réplica de viejas modalidades de acaparar riqueza y una estrategia política basada en una imagen populista», explica Maradiaga. Para los políticos de la oposición, Ortega comete los mismos errores que Somoza.
Desde que llegó al poder en enero de 2007, varios de sus asesores han acaparado el interés de la prensa nicaragüense. Muchos de ellos mantienen un discurso a favor de los pobres y critican fuertemente a las clases adineradas de Nicaragua, pero poco a poco se han ido conociendo casos de enriquecimiento de funcionarios que llevan una vida opulenta alejada de los preceptos progresistas que defienden.
Un caso emblemático es el del asesor en temas sociales de Ortega, Orlando Núñez, autor de una serie de libros que atacan a la «oligarquía conservadora» de Nicaragua, pero de la que Núñez parece copiar su estilo de vida. El funcionario posee dos islas en el paradisíaco archipiélago de Granada, al sur de Managua, donde una isla puede costar cerca de 200.000 dólares. Tiene una lujosa mansión veraniega de dos pisos, con piscina y terraza, en una de las playas más concurridas de Nicaragua, y cuenta con ocho apartamentos en Managua, que alquila a un precio de 400 dólares al mes, en un país donde el salario medio es de 200 dólares.
A la par de Núñez está Bayardo Arce, ex comandante de la revolución y ahora asesor económico del presidente Ortega. El escritor Ernesto Cardenal, en sus memorias La revolución perdida, acusa a varios comandantes, entre ellos Arce, de haber traicionado los ideales revolucionarios para hacerse ricos. De hecho, a Arce se le señala como parte del poderoso grupo de empresarios del FSLN que participaron tras la caída del primer Gobierno de Ortega en los ochenta, de lo que aquí se llama «la piñata», la apropiación de bienes y propiedades del Estado a manos de líderes del Frente Sandinista.
Los medios nicaragüenses relacionan a Arce con una de las compañías más fuertes de Nicaragua, líder en la distribución de granos y otros alimentos. Además, el otrora periodista del diario La Prensa de Managua -medio al que ahora tacha de «opositor»- ha estrenado una lujosa villa en una zona exclusiva al sur de la capital de Nicaragua.
Arce es uno de los personajes más controvertidos del FSLN. El 26 de julio de 2002, la Embajada de Estados Unidos en Managua le retiró la visa estadounidense por sospechas de estar involucrado en un asunto de lavado de dinero. En esa ocasión, Arce reaccionó furibundo y, ante los funcionarios de EE UU que le entregaron la notificación en su oficina, arrancó la visa estadounidense de su pasaporte.
La moda de estrenar casas de lujo no sólo abarca a los altos funcionarios de Gobierno. Mandos medios del FSLN también son cuestionados por seguir la tendencia. Entre ellos está Fidel Moreno, secretario general de la alcaldía de Managua, quien en abril compró una casa de 300.000 dólares en una lujosa zona residencial, según reveló a medios locales la antigua propietaria de la vivienda. Como Moreno, Edgardo Cuarezma, secretario político del FSLN y líder de los controvertidos Consejos del Poder Ciudadano (grupos populares afines al Gobierno) adquirió una vivienda en Villa Fontana, una zona residencial de Managua donde el precio de una casa oscila entre los 280 y 350.000 dólares.
Por su parte, el diputado sandinista Gustavo Porras compró una hacienda ganadera valorada en 148.000 dólares en el municipio de Muy Muy, conocido como el corazón lechero de Nicaragua. Y el presidente del Consejo Supremo Electoral, Roberto Rivas, aliado del presidente Ortega y señalado por fraguar el presunto fraude denunciado en las elecciones municipales de noviembre pasado, tiene un jet privado con el que suele viajar a San José (Costa Rica), donde cuenta con una mansión valorada entre uno y tres millones de dólares.
Dura situación económica
Por si fuera poco, por encima de todos estos funcionarios se encuentra la familia Ortega. Los opositores acusan al presidente y a su esposa, Rosario Murillo, de manejar de forma discrecional la cooperación venezolana, que en 2008 ascendió a 300 millones de dólares, dinero que no fue incluido en el Presupuesto General de la República del segundo país más pobre de América Latina.
Esos fondos son gestionados por Albanisa, la sociedad anónima creada por el presidente Ortega y que es administrada por Francisco López, tesorero del FSLN. En 2008, Albanisa realizó una operación valorada en 10 millones de dólares (7 millones de euros) para comprar un lujoso hotel de Managua, que según fuentes locales es administrado por el hijo mayor de los Ortega, Rafael. El primogénito fue fotografiado por la prensa local cerrando el trato con el grupo Seminole, propietario del hotel. En la misma operación, Albanisa adquirió dos fincas ganaderas con más de 3.000 cabezas del mejor ganado del país.
Mientras estas denuncias salen a luz, Nicaragua se enfrenta a una dura situación económica. El presidente Ortega, al que le gusta viajar en lujosos Mercedes, tuvo que recortar los fondos del presupuesto, principalmente en las áreas de salud y educación, en un país donde, según el índice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas, el 79,9% de la población vive con 1,4 euros al día, el 27% sufre desnutrición y 1,7 de sus 5,5 millones de habitantes no tienen acceso a electricidad.
«Hablan de los pobres pero se están enriqueciendo de una manera escandalosa con el financiamiento de Venezuela (…) Las grandes políticas a favor de los pobres no pasan de ser políticas de compensación. En la cabeza de ellos están haciendo quién sabe cuál revolución, porque de hecho no existe ninguna. Atacan el neoliberalismo, pero hay una continuidad en las políticas neoliberales. Esto es un desastre, es un drama para el país, es patético», dice la socióloga Sofía Montenegro.
Fuente: El Pais