La ONU ha hecho oídos sordos al conflicto de R. Centroafricana

2456

La República Centroafricana, que ha recibido recientemente la ayuda militar de Francia, atraviesa momentos “apocalípticos” tras las revueltas de primeros de diciembre, según ha informado a esta revista (Autogestión) Monseñor Juan José Aguirre -obispo del país- en una entrevista telefónica.

El pasado cinco de diciembre la locura se desató en la República Centroafricana. “Los baños de sangre han hecho que Hollande -primer ministro francés- actuara antes de lo previsto” ha reconocido Juan José Aguirre, obispo de Bangassou – quien ha descrito lo que ocurrió ese violento fin de semana en el que los saqueos y las violaciones fueron atropellos protagonistas. Las críticas que Francia y la ONU habían emitido en noviembre hacia el gobierno de la Seleka fueron el detonante de la “escapada” de muchos de los “mercenarios” que conforman esta coalición. “Quisieron huir del país cargaditos de regalos” saqueando ONG, casas y “todo lo que encontraban a su paso”.

“Esto hizo que muchos nativos perdieran el miedo” y se agruparan en unas “milicias anti-Balaka (antimachete)” – una coalición ad hoc de población mayoritariamente cristiana o antimusulmana- que intentaron tomar Bangui la mañana del jueves cinco de diciembre. A raíz de este levantamiento “se formó una auténtica batalla campal” que perduró hasta el sábado y que provocó la muerte de más de 400 personas aunque según el ministro francés, sin la intervención pudieron haber muerto entre 15.000 y 20.000 personas, “quizá tengan razón”. Durante los incidentes del fin de semana “todos acudieron a refugiarse en las iglesias, incluso los musulmanes”.

Monseñor Aguirre suspira: “más vale tarde que nunca”. La intervención de Francia llega 10 meses tarde en los que la República Centroafricana se ha convertido en un “auténtico calvario, un goteo incesante de violaciones de los derechos humanos”. En Bangassou “saquearon todo, robaron 30 coches, 10 motos, saquearon la pediatría, la misión… y después de los saqueos siempre vienen las violaciones”, muchas de ellas delante de las propias familias.

Recientemente, los Seleka utilizan la quema de casas para decir “yo soy quien manda aquí”, y si te queman la casa “pierdes tus pertenencias, pierdes tu mosquitera…”. Monseñor pasará las navidades en una población a 80 Km. de Bangassou donde las casas han sido quemadas y hay que transmitir esperanza.

En estos momentos en los que Francia “viene a poner orden donde la Seleka ha sembrado el desorden”, Aguirre hace un repaso de lo que han sido estos diez meses. ¿Qué es la Seleka? “Una coalición –de corte fundamentalista islámico- de gente que estaba en contra del antiguo presidente, Jean-Jacques Démafouth” y que fue recogiendo “a todo tipo de indeseables” a su paso (mercenarios, ex-carcelarios, militares…) para tomar el gobierno y sembrar el caos en el país”. Provienen de Birao, “una región al norte del país olvidada por Démafouth”, y aunque realmente son pocos –unos 500-, su ejército ha sido engordado por militares sudaneses y chadianos. Comenzaron el asedio en diciembre de 2012 y en marzo dieron el golpe de estado en la capital Bangui. Desde entonces ese “calvario” del que habla Aguirre no ha cesado.

Dentro de la diócesis “nosotros hemos intentado negociar, esa es la palabra”. En un lado de la mesa, el obispo de Bangassou, quien no tiene nada que ofrecer y que pide acceso a la pediatría y poder abrir de nuevo los colegios para que los niños no pierdan el progreso escolar; en el otro, Abdala, un militar de 32 años procedente del Darfur que no habla el idioma de la población y que impone la fuerza en toda decisión. “Creció rodeado de violencia y ahora es él el que la practica, porque esto es como un círculo vicioso”.

La Seleka comete violaciones diarias de los derechos humanos y se ensaña especialmente con la población cristiana en un país de tres millones y medio de habitantes en el que el 65% de la población es cristiana y solo el 15% musulmán. Monseñor cree que después de la caída de Libia se han creado muchos grupos islámicos que “han intentado lavar el cerebro” a la población. “Alguien en la sombra está armando a estos grupos”, en países africanos se está recogiendo dinero para “fomentar la expansión del Islam” y esa expansión, muchas veces, consiste en comprar armas para fortalecer a estos grupos. Y en esta ocasión “han querido entrar en el corazón de África, el país más frágil es la RCA” donde la Seleka quiere instaurar “una república islámica en el centro del continente, “yo creo que no lo van a conseguir”, asegura.

Y ante toda esta “locura” la ONU “ha hecho oídos sordos”. Lo único que Aguirre ha visto es “todo un desembarco de ONG -enviadas por la institución internacional- con toda clase de nombres, de toda nacionalidad”. Algunas -dice Monseñor- son de gran ayuda, muy dedicadas, pero hay otras “muy derrochadoras”. “Dudamos mucho de que sean eficaces en su labor. Han llegado delegaciones desde Nueva York que no han querido ni comer con nosotros, ni mancharse las manos. Han redactado cantidad de informes sin bajarse del avión y muy pocos han hecho algo por mejorar la situación del país.

LAS CAUSAS DEL CONFLICTO

Monseñor no deja de preguntarse “¿por qué siempre a nosotros?” Una duda que lleva manteniendo desde hace muchos años. La República Centroafricana es un país de desgracias que está en el eje entre los cuatro polos del continente africano y adolece de todos los males del mismo. Hace ya unos años que un loco llamado Joseph Kony se refugia en las fronteras de República Centroafricana con su ejército teocrático que ha engrosado a base del reclutamiento de más de 20.000 niños. Así lo explica Aguirre: “estamos entre la espada y la pared, al oeste Kony y al este la Seleka”. Pero además esta república de más de tres millones y medio de habitantes tiene la teórica suerte de contar con minerales en su territorio, desde el coltán que pone en funcionamiento los microprocesadores de la tecnología de la que disfrutamos, hasta los diamantes que son vendidos por millones de dólares en occidente: “el que tiene el control del coltán tiene el control de las guerras” explicaba Monseñor en una rueda de prensa el pasado julio a su paso por España.

Quizá sea una razón, la económica, la que explique en gran medida el porqué de la situación de la RCA. Una explicación que pasa por apuntar a las grandes multinacionales de comercio de materias primas. “África es un continente rico en materias primas pero sin estructura para extraerla y por eso, desde todo el mundo, llegan compañías como auténticas depredadoras a coger todo lo que pueden: oro, diamantes, manganeso, petróleo…” comenta Aguirre en una descripción que podría valer para muchos de los países del centro de África.

Sin embargo, Juan José Aguirre no solo atribuye esta guerra a una motivación económica sino, “como ya he notado anteriormente”, a una estrategia de algunos países árabes para hacer de África un continente exclusivamente islámico. A la hora de afirmar la frase anterior, Monseñor Aguirre hacía referencia a los patrocinadores de la camiseta del F.C. Barcelona para apuntar a los responsables de esta corriente de violencia islámica: “Yo no sé si os digo algo y meto la pata, no lo sé, pero tengo la impresión de que muchos grupos yihadistas e islamistas violentos están financiados por personas que vienen de países que cuando llegan a España les ponemos una alfombra roja en el aeropuerto”.

Admite con humildad que no tiene la información suficiente pero adelanta pistas en esta carrera por la búsqueda de las razones ocultas en los conflictos africanos. Bien por razones geopolíticas por parte de los emiratos árabes, teológicas, o económicas por parte de occidente para el beneficio de las grandes multinacionales, África se desangra ante los ojos y la indiferencia de la mayor parte del mundo.

Detrás del conflicto de la  República Centroafricana, el Chad está políticamente involucrado con militares y políticos chadianos controlando el gobierno del país y, por otro lado, la zona de Bangassou está protegida por 2.000 soldados ugandeses a las órdenes del ejército de los Estados Unidos. El entramado geopolítico de intereses internacionales solo tiene una clara víctima, la población carente de culpa; los más débiles, paganos de semejantes miserias humanas.

 “Es todo un interrogante”. Monseñor Aguirre es tajante ante la situación porque ya ha visto cómo Francia ha intervenido en Malí sin acabar de resolver la raíz del conflicto. Aún así, la palabra “esperanza” es una de las que más repite este obispo que en sus 35 años en el país ha visto “muchísimos golpes de estado”, muchísimos cambios políticos y muchos conflictos.

 “La Seleka no nos puede robar la Fe y no nos va a robar la esperanza”.

Autor: Alberto Nimrod