La Pandemia X (I) ¿Prolegómenos de un nuevo totalitarismo biopolítico? Descubriendo la verdad

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A la hora de escribir estas líneas todavía no sabemos realmente a qué nos estamos enfrentando. La pandemia del covid-19 podría llamarse la «Pandemia X» porque ni las causas reales ni el alcance de las consecuencias pueden siquiera vislumbrarse con mediana perspectiva. Tampoco hay un conocimiento suficiente del virus y tampoco hay una lógica en las actuaciones que se están llevando. De hecho no se sabe el número real de muertos.  Y ni las noticias oficiales nacionales o de la OMS ofrecen garantía de responder a la realidad.

En estos momentos ya han fallecido por lo menos 20.000 personas en España. Muchas de ellas ancianas que levantaron este país tras la guerra civil. La mayoría han muerto prácticamente solos. El dolor de todas está personas y sus familias no se puede trivializar y  no nos puede ser indiferente. Es una auténtica tragedia nacional cuyas consecuencias sociales y psicológicas no nos atrevemos a predecir pero habrá que afrontar.

Pero al mismo tiempo que la gente enferma y muere se están produciendo cambios radicales en las formas de vida personales, sociales y políticas. Esto está provocando que nuestra perspectiva de la realidad esté cambiando de la noche a la mañana. Incluso veamos de manera muy diferente nuestro pasado inmediato y sobre todo nuestro futuro próximo.

Decisiones que en condiciones normales tardarían años en tomarse se ejecutan en cuestión de horas. Actuaciones que en tiempos de normalidad se decían imposibles ahora son realidad. Y esto no es solamente para mal sino también para bien. No podemos perder la perspectiva de que a pesar del dolor y del sufrimiento, muchas personas y familias han puesto su vida en juego por ayudar a los demás. Esta crisis está haciendo descubrir a mucha gente dimensiones de su vida personal y social hasta ahora ocultadas por el individualismo o el materialismo de nuestra cultura.

Así por ejemplo el Bien Común[1], un concepto prácticamente olvidado en la vida social y política, está emergiendo con una fuerza propia y si bien es cierto que parece que se quiere imponer un nuevo orden político y económico, no es menos cierto que la gente está viendo la posibilidad real de que las cosas puedan cambiar a mejor si todos se comprometen en ello y no dimiten de su responsabilidad. Esto es lo que nos mueve para hacer este trabajo: la promoción del Bien Común. El Bien de todos y de cada uno, de tal forma que todos seamos realmente responsables de todos.

Vamos a intentar analizar qué es lo que está pasando en esta crisis para que podamos entenderla mejor y no nos embargue la sensación de miedo y caos. Sin duda se está implementando un cambio social, político y económico radical y tenemos la obligación de no dejarnos instrumentalizar y manipular aceptando ciegamente todo lo que se nos proponga[2] bajo los efectos del impacto brutal. Estemos atentos para que no caiga sobre todos un nueva dictadura camuflada. Familias, Familias de Familias, asociaciones sociales de todo tipo deben organizarse para ayudarse y combatir la crisis desde la solidaridad y el Bien Común de toda la humanidad, especialmente teniendo en cuenta a los más débiles. No podemos aceptar el miedo y la desconfianza en los demás como criterios.

Tampoco se debe olvidar que el 80% de la humanidad está viviendo en unas condiciones sociales (hambre, miseria, desempleo, precariedad, marginación,…)  radicalmente injustas y por tanto son las primeras víctimas. No todos afrontamos esta crisis desde la mismas condiciones. Siempre debemos tener como medida de todo lo que digamos y de todo lo que hagamos a los que más están sufriendo. Sin este principio ético básico todo es cuestionable.

Conocer para comprender. Comprender para actuar

Debemos ir poniendo algunas piezas de este rompecabezas encima de la mesa para que nos permita, más pronto que tarde, conformar una imagen lo más completa y real de esta crisis. Algunas piezas es posible que no aparezcan[3], pero su «hueco», nos va a permitir deducirlas. Otras piezas no serán nítidas, pero podemos ver su trasfondo. Tampoco se nos oculta la complejidad de los mecanismos que están actuando simultáneamente y a una velocidad enorme. Mecanismos de tipo biológico, político, social, económico por supuesto, psicológico, cultural etc. Todos interactuando dinámicamente siendo al mismo tiempo causa y consecuencia de otros mecanismos.

Por ello, vamos a intentar plantear una serie de cuestiones que nos ayuden a conocer y comprender lo que está pasando. No queremos cerrar nada, todo lo contrario, estamos abiertos a cualquier información veraz que nos ayude pero con una serie de criterios claros y orgánicamente vinculados.

  1. La centralidad de la persona humana. Toda persona humana desde su concepción hasta la muerte natural tiene una dignidad inalienable. En su dimensión material y espiritual; en su dimensión personal y comunitaria. Aceptando que la naturaleza humana es un dato objetivo que tiene inscrito un mensaje ético que no se puede obviar y que consiste  básicamente en que una persona se desarrolla plenamente en la donación sincera de sí mismo a los demás: en el matrimonio, en la familia, en la sociedad, en la comunidad política,…
  2. Principio de Solidaridad. Solidaridad avalada por unas formas de vida personales y sociales concretas. La solidaridad entendida como decisión (moral) firme y perseverante de trabajar por el Bien Común (no es el interés general), bien de todos y de cada uno sin excepción, sin excluir a nadie. No es el bien de la mayoría, es el conjunto de condiciones de todo tipo que permiten el desarrollo integral y pleno de todas las personas. El Bien Común es la única forma de armonizar el bien personal y el social..
  3. El Principio de Justicia. A cada uno según su necesidad y de cada uno según su capacidad. No hay derechos sin deberes y no hay deberes sin derechos. Sabiendo que todo el mundo tiene obligación de colaborar al Bien Común y sabiendo que los más débiles y vulnerables deben ser especialmente  respetados y cuidados.
  4. Principio de subsidiariedad. La comunidad política (social y económica) se construye desde el protagonismo de cada persona, de cada asociación de base empezando por la familia, de abajo hacia arriba. Todo poder legítimo (estado, autoridad nacional o internacional) debe ser subsidiario y  debe basarse en el respeto de los principios anteriores.

Desde aquí vamos a trabajar para que la sociedad no caiga en la resignación sino descubra  la esperanza de  que es un desafío que si lo afrontamos juntos, solidariamente, podemos sacar  muchas cosas buenas de una situación de un gran dolor y sufrimiento. La esperanza no es un virtud pasiva y pusilánime es la virtud del que lucha.

¿Qué grado de conocimiento tenemos sobre la auténtica gravedad de esta crisis biopolítica? 

             Una de las primeras cuestiones que tenemos que plantearnos es que la sociedad ha estado y sigue estando radicalmente mal informada de lo que estaba sucediendo. Hay informes científicos y militares suficientes para comunicar la gravedad de la situación a la gente.

Según el informe más citado en estos días elaborado por el Imperial College de Londres[4]:

«El impacto global de COVID-19 ha sido profundo, y la amenaza para la salud pública que representa es la más grave en un virus respiratorio desde la pandemia H1N1 de 1918».

«El principal desafío de la supresión es que este tipo de paquete de intervención intensiva, o algo equivalentemente eficaz para reducir la transmisión, deberá mantenerse hasta que una vacuna esté disponible (potencialmente 18 meses o más), dado que predecimos que la transmisión se recuperará rápidamente si las intervenciones son relajadas. Mostramos que el distanciamiento social intermitente, desencadenado por las tendencias en la vigilancia de la enfermedad, puede permitir que las intervenciones se relajen temporalmente en ventanas de tiempo relativamente cortas, pero las medidas deberán reintroducirse si los números de casos rebotan o no.»

Según el informe, mientras no se disponga de una vacuna, la agresividad del virus hace que el confinamiento sea la única forma real de ralentizar los contagios con lo que eso supone a todos los niveles. Estaríamos hablando de un periodo no inferior a dos años. Durante ese tiempo las formas de vida van a cambiar radicalmente especialmente para los más vulnerables. Ancianos, enfermos crónicos, marginados sociales se están convirtiendo en las víctimas propiciatorias de una eutanasia social tácitamente aceptada ante el dilema de salvar a los más aventajados biológica o socialmente.

Las consecuencias de un confinamiento masivo y prolongado son impredecibles. Pero desde luego van a moldear nuestra forma de concebir la vida social, laboral y política. Especialmente grave es la situación para aquellos que están sometidos a la dictadura del desempleo y la precariedad laboral. Los empobrecidos, los pobres, que son la mayoría los que no tienen recursos para simplemente mantener la higiene van a ser especialmente castigados. Millones de seres humanos van a ser eliminados en los países enriquecidos y en los empobrecidos no por el covid-19 sino por la injusticia y la desigualdad propia del neocapitalismo. El darwinismo social se puede convertir, sino lo es ya, en la filosofía hegemónica.

Nos encontramos, por tanto, ante un dilema social y político. Mientras no haya vacuna debemos estar más o menos confinados con lo que ello supone a todos los niveles. Y cuando la haya, los que dispongan de ella lo tendrán que hacer en unas determinadas condiciones de idoneidad social impuestas por el poder político-sanitario si quieren disponer de sus «derechos sociales básicos». Evidentemente nos preguntamos cuáles van a ser esas condiciones porque estamos viendo cómo hay países que ya están legislando en este sentido.

Dinamarca, sin estar apenas afectado por la pandemia, está tomado las medidas  más duras desde la II Guerra Mundial[5] lo cual indica que existe una presión muy fuerte para una modificación legislativa inminente que desde lo sanitario suponga una intervención del estado en la vida social. Intuimos también que los sistemas sanitarios públicos serán radicalmente transformados aprovechando el impacto de esta crisis. ¿En qué sentido? ¿Hacia una privatización neoliberal, ya exigida por el AGCS[6] de enero de 1995, o hacia una mayor justicia social? ¿Se atenderá por igual a los jóvenes que a los viejos o a los enfermos crónicos? No podemos olvidar que en el parlamento español hay un proyecto de ley para la legalización de la eutanasia[7] que sin duda agilizará la eliminación de las vidas humanas más vulnerables.

El nivel de caos y confusión que se ha extendido entre la población hace que el miedo se haya convertido ya en un actor fundamental de esta crisis provocando que las sociedades disminuyan aún más el nivel de racionalidad a la hora de juzgar los acontecimientos y la trascendencia de las decisiones que se están tomando. La excepcionalidad de este momento favorece la imposición de medidas de control social que se toman casi sin control legislativo y que no suelen derogarse una vez superada la crisis, debido a que su pertinencia ya ha sido aparentemente justificada por la gravedad de la situación. Conviene estar muy atentos porque esto puede estar abriendo la puerta a un nuevo modelo de «gobernanza» de naturaleza totalitaria aceptada incluso por una mayoría de la población. Por ejemplo el gobierno español, acaba de derogar el pasado 29 de marzo de 2020 la Directiva 95/46/CE y la Ley Orgánica 3/2018, de 5 de diciembre, de Protección de Datos. Esto permite controlar cada uno de nuestros pasos y conocer nuestros comportamientos e intenciones con el Big Data y la Inteligencia Artificial.[8] Se trata como nos dice el filósofo Giorgio Agamben de hacer que el «estado de excepción» sea lo normal.[9]  O en pocas semanas se nos «propondrá» una aplicación móvil que fiscalice nuestros movimientos con la loable intención de evitar contagios.

(Fin parte I)

Alberto Mangas y Carlos Llarandi

Militantes del Movimiento Cultural Cristiano

Miembros de Profesionales por el Bien Común

[1] Cf. Hay que sacar al Bien Común del armario

[2] El riesgo de un golpe de estado social es real y todas las medidas que se están tomando son en gran parte un experimento de ingeniería social sin precedentes como iremos viendo en esta serie de artículos.

[3] Esta crisis tiene un componente geopolítico  y militar enorme que vamos a intentar analizar a pesar de la dificultad. Lo importante es ofrecer un perspectiva que nos permita conocer las grandes líneas de la realidad para poder afrontar esta crisis y no quedarnos paralizados.

[4] Cf. Imperial College COVID-19 Response Team.  Impact of non-pharmaceutical interventions (NPIs) to reduce COVID-19 mortality and healthcare demand. Report 9: Impact of non-pharmaceutical interventions (NPIs) to reduce COVID-19 mortality and healthcare demand

[5]  Cf. The Local

[6] Cf.El AGCS (Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios), arma económica del Imperio

[7] Cf. Eutanasia: La falacia de la muerte digna

[8] Cf. Uphoff, Rainer.  ¿Primera Guerra Biopolítica Totalitaria Mundial? . ¿Primera Guerra Biototalitaria Mundial?

[9] Cortina, Albert. Identificación Biométrica Universal. Identificación biomédica universal