Izquierda Unida hundida. La sede madrileña es digna de una multinacional, pero Izquierda Unida Federal es hoy apenas una modesta empresa política al borde de la suspensión de pagos. ´De hecho, se está despidiendo ya a trabajadores´, dice un dirigente. El desgaste no ha sido uniforme. Federaciones que han hecho del nacionalismo una seña fundamental de su identidad, como Ezker Batua (Izquierda Unida de Euskadi) o la propia Esquerra Unida i Alternativa -gracias a su asociación con Iniciativa per Catalunya-Verdes-, han capeado el temporal. Y es que reconocer la importancia plurinacional del Estado ha sido muy importante para IU, según Llamazares. ´Tuvimos que superar un largo desierto por nuestra incomprensión del hecho nacional. Uno de nuestros logros es que lo hemos comprendido´. El poder, en IU, ha estado siempre en el PCE. (En Cataluña, un movimiento similar se gestó a partir del PSUC, partido hermano, que siempre mantuvo una independencia organizativa y económica total del PCE). Todos los líderes de IU, desde Gerardo Iglesias hasta Gaspar Llamazares, pasando por Julio Anguita, son gente del PCE. En realidad, subraya Miralles, ´ya lo dijo Anguita, Izquierda Unida es el PCE transmutado en movimiento sociopolítico´.
Por LOLA GALÁN
DOMINGO – 27-06-2004
ESPAÑA (27-06-2004-EL PAIS). Izquierda Unida hundida. La sede madrileña es digna de una multinacional, pero Izquierda Unida Federal es hoy apenas una modesta empresa política al borde de la suspensión de pagos. «De hecho, se está despidiendo ya a trabajadores», dice un dirigente. El desgaste no ha sido uniforme. Federaciones que han hecho del nacionalismo una seña fundamental de su identidad, como Ezker Batua (Izquierda Unida de Euskadi) o la propia Esquerra Unida i Alternativa -gracias a su asociación con Iniciativa per Catalunya-Verdes-, han capeado el temporal. Y es que reconocer la importancia plurinacional del Estado ha sido muy importante para IU, según Llamazares. «Tuvimos que superar un largo desierto por nuestra incomprensión del hecho nacional. Uno de nuestros logros es que lo hemos comprendido». El poder, en IU, ha estado siempre en el PCE. (En Cataluña, un movimiento similar se gestó a partir del PSUC, partido hermano, que siempre mantuvo una independencia organizativa y económica total del PCE). Todos los líderes de IU, desde Gerardo Iglesias hasta Gaspar Llamazares, pasando por Julio Anguita, son gente del PCE. En realidad, subraya Miralles, «ya lo dijo Anguita, Izquierda Unida es el PCE transmutado en movimiento sociopolítico».
La sede madrileña es digna de una multinacional, pero Izquierda Unida Federal es hoy apenas una modesta empresa política al borde de la suspensión de pagos. «De hecho, se está despidiendo ya a trabajadores», dice un dirigente. Aquel proyecto original surgido en 1986 al hilo de las masivas protestas contra la integración de España en la OTAN, -«un producto de tecnología punta», en palabras del ex diputado y escritor Felipe Alcaraz, uno de sus veteranos miembros-, es hoy una pálida sombra de sí mismo, sostenido por un confuso entramado de siglas tras las que asoma el todavía sólido armazón del PCE, dividido en tendencias y corrientes que se disputan entre sí al moribundo, e intentan revivirlo cada una con sus remedios.
El juicio puede parecer duro, pero es el que hacen buena parte de los dirigentes, cargos públicos, militantes de a pie y hasta ex votantes, consultados para este reportaje. Un juicio que emana de las sucesivas catástrofes electorales que IU viene encajando inexorablemente desde las europeas de 1999. De tal forma que la coalición o movimiento sociopolítico que en las europeas de 1994 obtuvo el 13,6% de los votos, ha pasado a un exiguo 4,16% en las del pasado 13 de junio. En estos comicios no hizo sino consumarse la catástrofe que ya apuntaban los resultados del 14-M cuando, pese a que hubo tres millones más de votantes, Izquierda Unida perdió cinco de los ocho diputados obtenidos en las ya decepcionantes elecciones de 2000.
El desastre está a la vista de todos, y todos los actores del drama parecen conocer las recetas para salir de este estado -más conexión con la calle, más implantación de IU en la sociedad, menos burocratismo y menos seguidismo hacia el PSOE-. Recetas que se presentarán en la próxima y previsiblemente tumultuosa asamblea extraordinaria convocada para diciembre. ¿Servirá ese debate para devolverle la salud a IU o, al menos, para acordar una estrategia común de recuperación de ese pulso en estos momentos tan débil? «Depende de si se plantea con honestidad o no. Yo acudiré a ese debate con el diccionario en la mano, para ver si todos tenemos el mismo código de lenguaje», apunta Julio Anguita, secretario general del PCE y coordinador de IU entre 1989 y 1999. «Creo que hay una tremenda confusión, no sé si inducida. Si de verdad se quiere debatir, pues hagámoslo sobre propuestas concretas. Yo hablo con la lógica formal de Aristóteles. No me vale que se proponga la renovación de IU si no se me dice exactamente cómo va a ser esa renovación».
Palabra de Anguita
Las palabras de Anguita, que en noviembre cumplirá 70 años y está apartado del primer plano de la política por graves problemas de salud, están destinadas a levantar ampollas en un momento de grave crisis como el actual, cuando muchos militantes se preguntan si el proyecto de IU es recuperable, y si es vendible este producto cocinado, sobre la base del ideario comunista, con todos los ingredientes de la política moderna: ecologismo, pacifismo y feminismo de izquierdas.
«La situación es muy negativa y complicada, no lo oculto. Los resultados conjuntos desde 1999 apuntan a que estamos en un momento de estancamiento a la baja, de declive», reconoce Gaspar Llamazares, coordinador general de IU desde 2000. Llamazares, de 46 años, médico que sólo ejerció la docencia antes de entrar de lleno en política, en las filas del Partido Comunista Asturiano, está dispuesto a asumir una parte de culpa en este desplome, pero su visión es, inevitablemente, moderada cuando echa la vista atrás y repasa lo ocurrido. «Es evidente que los esfuerzos que hemos hecho en las elecciones generales, tanto con Paco como durante mi mandato, no han tenido tiempo de concretarse, de dar resultados, pero no sería justo negar la importancia de IU en estos años, el resultado positivo de su política, contribuir a la derrota del PP; otra cosa es que no hayamos sabido rentabilizar esos resultados en las urnas».
Llamazares y Frutos
Una moderación que contrasta con la dureza de juicio del otro líder aludido, Francisco Frutos, actual secretario general del PCE, que tomó el relevo en 1999 a Julio Anguita. Frutos, un viejo comunista catalán, de 65 años, forjado en otras batallas, resume así la situación: «IU está en la UCI, y ¿por qué? Planteándolo en términos mercantiles, yo diría que nuestro producto es bastante bueno, aunque, naturalmente, se puede mejorar, pero la sección de ventas y el jefe de ventas no sólo no son capaces de aumentar las ventas, sino que las disminuyen. Por tanto, hay que cambiar a ese jefe». De todas las voces críticas, la de Frutos es la que más claramente reclama la cabeza del actual coordinador.
La rivalidad de los dos líderes que comparten sede es toda una metáfora de la situación interna de IU. Un movimiento que «se ha convertido en espacio de confrontación de las distintas familias del PCE», a juicio de Jordi Miralles, coordinador de Esquerra Unida i Alternativa (EUA), partido hermano de IU en Cataluña, desde hace dos años coligado con Iniciativa per Catalunya, verdadero motor de la coalición.
Jaime Pastor, representante de la corriente Espacio Alternativo, le da la razón. «En estos momentos hay cuatro grandes bloques en el PCE que combaten entre sí; el sector Llamazares, partidario de superar la identidad meramente comunista del partido y de seguir las pautas marcadas por Iniciativa per Catalunya; luego está el sector Frutos, del que se ha desgajado hace poco Felipe Alcaraz, partidarios de la tradición comunista, a cuya izquierda se colocarían otras dos corrientes: Plataforma de Izquierdas, liderada por Susana López, y Corriente Roja, por la compañera Nines Maestro».
En un artículo publicado en febrero pasado en el órgano de prensa del Partido Comunista de los Pueblos de España (PCPE) -que defiende una línea comunista ortodoxa-, Maestro criticaba durísimamente la política de IU, abogando por una defensa del programa de izquierdas elaborado en su día por Anguita: defensa de la semana laboral de 35 horas, de la República frente a la Monarquía constitucional, entre otras cosas, y acusaba de haber liquidado el espíritu originario de IU al sindicato Comisiones Obreras y a Iniciativa per Catalunya, además de al Grupo PRISA [editor de este periódico].
«Si en la próxima asamblea extraordinaria saliera triunfante esa línea, yo me tendría que despedir de IU», comenta un dirigente que prefiere no figurar con su nombre. «No creo que la III República sea una cuestión prioritaria para los españoles, francamente», coincide también Rosa Aguilar, alcaldesa de Córdoba. Aguilar, licenciada en Derecho, de 45 años, comunista de toda la vida, cree que la dirección de IU tendría que escuchar con más atención a sus cargos públicos, «que estamos obligados a afrontar las contradicciones ante la ciudadanía». A juicio de Aguilar, «lo que pasa en IU es que hay un pulso permanente entre las diversas corrientes del PCE a ver quién se lleva el gato al agua», pero, sentencia, «si Izquierda Unida no gestiona su pluralidad buscando un equilibrio, el punto final está servido».
El poder, en IU, ha estado siempre en el PCE. (En Cataluña, un movimiento similar se gestó a partir del PSUC, partido hermano, que siempre mantuvo una independencia organizativa y económica total del PCE). Todos los líderes de IU, desde Gerardo Iglesias hasta Gaspar Llamazares, pasando por Julio Anguita, son gente del PCE. En realidad, subraya Miralles, «ya lo dijo Anguita, Izquierda Unida es el PCE transmutado en movimiento sociopolítico».
Lamentablemente, cree este dirigente, no ha sido capaz de abandonar los viejos esquemas, y ha terminado por trasladar al movimiento la organización del partido. Si los problemas estaban contenidos en un principio, «es porque había más éxito electoral y, por tanto más diputados, más cargos para repartir y más acuerdos. Cuando esto se reduce, la situación se complica. Y se confunde la pluralidad con el ruido». Miralles, empleado de Correos en excedencia, es hoy el único diputado de EUA en el Parlament de Cataluña, pero parece resignado a las concesiones que ha tenido que aceptar esta pequeña fuerza, apenas visible en el Gobierno tripartito catalán. «Era más importante echar a CiU de la Generalitat y forzar después un cambio en el Gobierno de España», dice. Palabras que el equipo de Llamazares suscribiría por completo. Basta recordar el entusiasmo con el que se acogió el triunfo del PSOE el 14-M en la sede de IU.
Cuestión de identidad
Anguita cree, en cambio, que la cuestión está mal planteada. «Se habla de ecopacifismo o feminismo; yo soy comunista y no puedo renunciar a mi identidad comunista, aunque sí participo en un proyecto plural con ecopacifistas y feministas. ¿Dónde nos encontramos? En el programa».
Un programa en el que confluyeron sin problemas socialistas (PASOC), trotskistas (LCR), marxistas-leninistas (MC), alguno de los muchos grupos verdes, feministas y republicanos (IR),
en la fase de expansión del proyecto de IU. Años en los que, subraya Felipe Alcaraz, «hasta un 35% de los militantes eran independientes». Poco a poco, todo ese caudal se ha ido perdiendo, sacrificado en aras de un poco más de visibilidad mediática, según algunos dirigentes, o de errores políticos nacidos de la confusión generada por los cambios políticos y sociales que se han producido en España.
El desgaste no ha sido uniforme. Federaciones que han hecho del nacionalismo una seña fundamental de su identidad, como Ezker Batua (Izquierda Unida de Euskadi) o la propia Esquerra Unida i Alternativa -gracias a su asociación con Iniciativa per Catalunya-Verdes-, han capeado el temporal. Y es que reconocer la importancia plurinacional del Estado ha sido muy importante para IU, según Llamazares. «Tuvimos que superar un largo desierto por nuestra incomprensión del hecho nacional. Uno de nuestros logros es que lo hemos comprendido».
Pero si IU de Euskadi y Cataluña -partidos soberanos- han conseguido con grandes sacrificios y renuncias meter la cabeza en los respectivos Gobiernos autonómicos, en Andalucía la situación es bien distinta, y se diría que IU está al borde de la explosión. El panorama es alarmante: pérdida masiva de votos en las generales y en las europeas; abandono de líderes históricos, como el ex diputado y ex coordinador de Andalucía Luis Carlos Rejón, que, en vísperas de las europeas, salió dando un portazo para subirse al carro de la coalición Europa de los Pueblos; disidencias de todo color y pelaje han puesto las cosas muy difíciles al coordinador actual, Diego Valderas.
Javier Aguilera, portavoz de una de las principales corrientes críticas, Convocatoria por Andalucía, no ahorra objeciones a la dirección y a la línea seguida por IU, donde, dice, «prima la política de palacio, frente a la política de calle». Para salir del actual agotamiento, Aguilera tiene sus recetas. «Hace falta como el comer un proyecto alternativo, acogiendo las propuestas de los movimientos sociales, como el movimiento antiglobalización. Hay que volver a conectar con las preocupaciones de la gente. Las políticas neoliberales han creado un desierto social. La gente vive inmersa en la precariedad cotidiana, que va más allá de la laboral, y, sin embargo, IU no ha sido capaz de restituir ese tejido, de echar raíces en los espacios locales».
Salir del foso no será fácil porque, como apunta un militante de IU que vive en Andalucía, «las cosas han llegado al extremo de no encontrar interventores de la coalición en las pasadas elecciones europeas, donde en feudos tradicionales como Córdoba no tuvimos más que 8.000 votos. La situación es tremebunda, hemos entrado en un proceso de desaparición». A juicio de este militante, la pérdida de apoyos es fruto de una política de tierra quemada, en la que «hemos dicho sistemáticamente a todo que no. A la Constitución europea y hasta a integrarnos en el Gobierno autonómico, cuando hubo ocasión, y así es imposible cambiar el sistema desde dentro». La única solución, a juicio de esta persona, sería «cerrar el quiosco. Refundar IU retomando el espíritu inicial de izquierda transformadora pero no radical».
Dicho en otras palabras, aplicar el método de ICV, que ha colocado a la coalición en el tripartito catalán. Algo que, sin embargo, consideran un gravísimo error otras corrientes, como Espacio Alternativo. «Sí, porque con el PSOE en el Gobierno se abre un espacio a la izquierda que nosotros podemos ocupar si mantenemos nuestro ideario anticapitalista y nuestra identidad», dice Pastor. Los socialistas, cree, tendrán que aplicar políticas restrictivas al hecho plurinacional (es decir, pararle los pies al PSC de Maragall), mientras que IU podrá permitirse el lujo de seguir defendiendo, por ejemplo, el derecho de autodeterminación.
El propio Llamazares está de acuerdo en que su posición en el Ejecutivo hará más evidente el carácter socialdemócrata del PSOE. Pero que nadie se llame a engaño. El coordinador general no está dispuesto a seguir la orientación de quienes se plantean la relación con el PSOE «en términos de confrontación, como si ésa fuera la identidad de IU. A mí me parece una forma de subordinación al PSOE. Nosotros defendemos un espacio propio, desde el que IU se relaciona con las demás fuerzas políticas», puntualiza Llamazares. Las diferencias son obvias. Ya se vio en la boda del Príncipe, a la que Llamazares no acudió. Tampoco habría ido presuroso, al mes de llegar a La Moncloa, a ver al Papa. «Pocos votantes socialistas estarán de acuerdo con esta visita de Zapatero al Vaticano. Es que el PSOE cree que hacer política de centro-izquierda es hacer un día política de centro y el otro de izquierdas. Eso crea desconcierto, son mensajes contradictorios que no entiende el electorado».
Rojo, blanco, verde, violeta
El desconcierto más fuerte está de momento en las bases de IU, que esperan la asamblea extraordinaria de diciembre como agua de mayo, aunque pocos confían en una solución a corto plazo. Rosa Aguilar, una de las posibles sustitutas de Llamazares, parece más volcada en gestionar el Ayuntamiento de Córdoba que en relanzar un movimiento sobre el que casi todos se expresan con pesimismo. Todos menos los principales dirigentes. Alcaraz, por ejemplo, advierte: «No estamos en liquidación. En toda Europa, fuerzas como la nuestra están entre el 3% y el 7% de los votos. Si superamos los problemas internos que están latentes desde 1993 y sabemos articular la combinación del rojo (comunista)-verde (ecologista)-blanco (pacifista)-violeta (feminista), hay esperanza de remontar». Llamazares comparte el análisis. «IU tiene problemas cíclicos. Estamos acostumbrados a continuos vaivenes, por la naturaleza interna del movimiento y por la Ley D´Hont. Mientras eso no cambie, seguirán los vaivenes, el problema es que no deben ser tan fuertes como el de ahora, que es muy grave. Hay un margen para la izquierda, en torno al 5% del electorado, y en los momentos álgidos se llega hasta el 8% o 9%. Estamos en la fase baja del ciclo». Es decir, que hay margen todavía para la batalla, al menos mientras siga en pie la fachada de IU y no haya que desalojar la espléndida sede de Madrid.
La relación edípica con el PSOE
EL LENGUAJE OBRERISTA, anticapitalista y ultrarradical de algunos sectores contrasta con el perfil de votantes que tiene (ha tenido) IU en los últimos tiempos. «Nuestro caudal potencial de votantes está formado por trabajadores sociales y profesionales con bastante nivel socioeconómico, y por otro sector que está en el ámbito del trabajo precario, en la marginalidad productiva», dice Pastor, que trabaja como profesor de Ciencias Políticas de la UNED.
Esta disparidad del electorado le ha dado no pocos problemas a IU, que ha pagado en las urnas tanto el antagonismo como la colaboración con el PSOE. Y es que, como reconocen todos los dirigentes de la coalición, «la relación edípica» con el otro gran partido de la izquierda es uno de los problemas por resolver. «En la etapa de Anguita nos fue bien en la oposición al PSOE, que estaba en el Gobierno. Pero no supo ver el cambio de tendencia que se operó en las elecciones municipales de 1995», añade Pastor. Aun así, todavía las generales de 1996 fueron sumamente rentables para IU, que alcanzó los 2.650.000 votos. «Pero entonces, con un partido socialista arrastrado por la corrupción y los desastres, esa subida nos pareció poco», reconoce Frutos. Quizá por eso comenzó la diáspora. Las crisis internas que se resolvieron con la salida de IU de Nueva Izquierda, una de las corrientes más visibles de la coalición. Más adelante, la sangría ha seguido con la salida del PASOC, de los ecologistas, de Izquierda Republicana y de muchos independientes. Julio Anguita no admite que se culpe de todo a la batalla interna en el PCE. «Porque históricamente, las distintas corrientes del PCE han luchado siempre entre sí, y a eso se le ha llamado de muchas maneras». Lo verdaderamente grave es que «Izquierda Unida, cuyos dirigentes han sido siempre comunistas, sea un gregario del PSOE o de CC OO».
La situación de esta fuerza, desbancada de la tradicional tercera posición en las pasadas elecciones europeas por Galeusca, no impide que todavía tenga un patrimonio importante de concejales y diputados autonómicos, a veces logrados gracias a coaliciones puntuales. Fuentes de la dirección federal sitúan en más de 1.800 los concejales, mientras los diputados en los distintos parlamentos autonómicos son 47.