Denuncia los ataques a la clase de la religión, el divorcio rápido, los anuncios de ampliación del aborto, el matrimonio homosexual, las amenazas contra la financiación de la Iglesia y la negación del derecho de los obispos a pronunciarse
Por Joan Miquel Corbí
ForumLibertas.com
La revista de teología pastoral SAL TERRAE, dirigida por la Compañía de Jesús, dedica su último número a las relaciones entre la Iglesia católica y la sociedad española. «Minusvalorar la aportación de la Iglesia a la sociedad puede representar un grave empobrecimiento de su desarrollo plural», explica tras admitir que ve esas relaciones «con dolor y preocupación». En la misma línea, la publicación lamenta que, «en este clima de confrontación entre los poderes públicos y los responsables eclesiales, entre quienes defienden algunas de las posiciones más tradicionales de la Iglesia y quienes las denostan, se hace prácticamente imposible el anuncio natural del Evangelio a la sociedad».
Entre las cuestiones motivo de «controversias, crecientes tensiones, recelos, prejuicios e incomprensiones», SAL TERRAE destaca explícitamente, y en forma de denuncia, la situación de la enseñanza de religión en la escuela, el estatuto académico y laboral de los profesores que imparten esta materia, la simplificación de los trámites de divorcio, los anuncios de ampliación de la despenalización del aborto, la legalización del matrimonio homosexual, los avisos sobre la financiación de la Iglesia, los límites éticos a la investigación genética y a la reproducción artificial, el hecho de que se niegue a los obispos el derecho a manifestarse sobre cuestiones de interés público y los supuestos escándalos relacionados con el comportamiento sexual de algún sacerdote o religioso. «La vida de las comunidades cristianas se ve alterada por estas polémicas, y el potencial interés de quienes desearían acercarse a ellas puede quedar muy mermado por la imagen pública de la Iglesia, que no refleja la gran abundancia de fe, de amor y de esperanza que en ella habita, sino sólo sus aspectos más conflictivos», explica.
La edición recoge, por otro lado, los comentarios de quienes perciben en la sociedad «una tendencia a desprestigiar todo lo relacionado con la Iglesia, que tiene su manifestación más clara en el tratamiento que los medios de comunicación dan a la institución y a las creencias religiosas (ignoradas, ridiculizadas, caricaturizadas e identificadas casi siempre con el conservadurismo o con el mundo de lo irracional, lo emotivo, lo trasnochado o esotérico)». Y se queja, asimismo, de que «pocas veces se destaca el enorme potencial humanizador del cristianismo», así como «su aportación intelectual y ética o el ingente servicio que tantas instituciones de inspiración cristiana prestan a nuestra sociedad».
Una situación que perjudica a todos
Con este contexto de desprestigio y, por tanto, de distanciamiento, SAL TERRAE considera que «también la sociedad pierde, ya que se priva de reconocer, valorar y disfrutar de la riqueza de la que la Iglesia es depositaria y que ofrece a todos». También comenta que la contribución de la Iglesia «es religiosa y espiritual, pero también intelectual, artística, pedagógica, crítica, moral y, sobre todo, de servicio». Los cristianos, ante esta falta de reconocimiento a sus referentes, viven según la revista «una lamentable ruptura interior, ya que son y se sienten al mismo tiempo creyentes y ciudadanos, por lo que viven en su propia carne la tensión entre la Iglesia y la sociedad». Tras el análisis, la publicación de los jesuitas formula «múltiples preguntas» que intenta iluminar con la colaboración de Imanol Zubero, profesor de Sociología en la Universidad del País Vasco (UPV); Carlos García de Andoni, coordinador de Cristianos Socialistas del PSOE; José Ramón Busto, rector de la Universidad Pontificia de Comillas de Madrid; y Joaquín García Roca, profesor de la Universidad de Valencia.
José Ramón Busto, también jesuita, explica que «estamos asistiendo al interés no disimulado de la sociedad secular por relegar al ámbito del sentimiento lo cristiano y, en último término, todo lo religioso, intentando sacarlo del ámbito de la razón y confinarlo en el mundo de lo privado, sin dejarlo asomar en lo público y en lo social». En la misma línea, asegura que la comunidad política debe reconocer «la pretensión de la religión de decir una palabra en el campo público», y se refiere como pautas a los «valores evangélicos que reconocen la igualdad de derechos, aunque no desempeñen la misma función eclesial, y la dignidad de todos los hombres».