Después de pasar 10 años en los bateyes dominicanos, «no dejará de denunciar a los opresores hasta que su trabajo sea digno»
El padre Christopher Hartley Sartorius, misionero español, denunció la complicidad de las autoridades de la República Dominicana (“miembros del gobierno, jueces corruptos, policía nacional, fuerzas armadas”) ante la situación de explotación y esclavitud de los cultivadores de azúcar en el país caribeño, donde estuvo misionando diez años.
El sacerdote denunció la opresión en especial de los inmigrantes de origen haitiano en los bateyes, las plantaciones azucareras. Y mencionó de forma explícita a tres grandes familias de esta industria: los Vicini, los Fanjul y los Campollo.
Cómplices desde tiempo inmemorial
“Esta noche, yo, sacerdote de Jesucristo, que un día daré estrechas cuentas al Supremo Pastor de cómo ejercí el pastoreo de unas ovejas, de unas gentes, que sólo le pertenecen a Él, denuncio de la manera más explícita a tres familias: las familias Vicini, Fanjul y Campollo”, afirmó en referencia a los principales grupos de la industria azucarera dominicana.
“Y denuncio”, continuó, “al presidente de la República y a los miembros del gobierno dominicano, que junto a otros estamentos como son algunos jueces corruptos, la policía nacional, las fuerzas armadas y otros cuerpo de la seguridad del Estado que han sido cómplices desde tiempo inmemorial de estos crímenes que sumen a miles de hombres, mujeres y niños, tanto de origen haitiano como dominicano, a condiciones de vida de cuasi-esclavitud».
También denunció «… la complicidad del gobierno de los Estados Unidos por haber permitido que durante décadas toda esta caña cosechada con la sangre, el sudor y las lágrimas de estas pobres gentes, se haya exportado en su práctica totalidad a los Estados Unidos, sin darle la menor importancia a las condiciones en que era cosechada, por lo que a la violación de derechos humanos y laborales respecta”.
“Me hagan lo que me hagan, jamás, jamás pararé hasta que esto cambie”, proclamó, antes de añadir: “Ante este crucifijo”, dijo señalando el que presidía el acto acompañado de una imagen de la Virgen de Altagracia, patrona de la República Dominicana, “les digo [a esas familias empresariales] que si hacen un contrato laboral a cada uno de los trabajadores de los bateyes y les garantizan sus derechos humanos y sus necesidades básicas, jamás volverán a oír mi voz”.
Denunció asimismo que “lo que ha sostenido a esta industria es el miedo”, y que “el silencio ha sido su mayor cómplice”.
Formado en Toledo y ordenado por Juan Pablo II
Formado en el seminario de Toledo, vinculado a la Madre Teresa de Calcuta y ordenado sacerdote por Juan Pablo II en Valencia en 1982, el padre Christopher evocó sus deseos juveniles de ser misionero y afirmó: “La vida que me ha tocado vivir ha superado las fantasías de mi juventud”. Consideró una “gracia extraordinaria” haberse encontrado con “el Cristo pobre, el Cristo de los bateyes”: “Jamás he vuelto a ser la misma persona. Y es que ya no sé mirar a Dios si no es en el icono de los rostros y las vidas de los hombres mis hermanos, los más pobres de los pobres”.
Amenazas de muerte
Reivindicó la doctrina social de la Iglesia, “desconocida por muchos católicos”, y en la que descubrió un tesoro que le permitió realizar todas sus denuncias “sin recurrir nunca a doctrinas extrañas”. A consecuencia de esas denuncias sufrió frecuentes amenazas de muerte, pero consiguió, por ejemplo, erradicar el trabajo infantil o que el mísero sueldo de los cultivadores fuese pagado en dinero y no en vales descuento para consumir en economatos del mismo batey. Sin embargo, “aún hoy viven vidas de bestia”, recalcó.