LA SOLIDARIDAD COMO MEJOR HERENCIA

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La familia, nos dijo recientemente Benedicto XVI es 'escuela de humanización del hombre'. Juan Pablo II años antes diría que es 'escuela de solidaridad'.

Dicen los psicólogos que lo último que olvidan las personas con Alzheimer son sus recuerdos infantiles. Cuando la memoria de estos enfermos está a puntito de apagarse sigue quedando vivo el recuerdo de los padres.


La familia en la que se nace marca una vida. Los padres dejan en los hijos una huella imborrable. Configuran una forma de ser, de pensar, de vivir… Configuran hasta una forma de entender y relacionarse con Dios.


La vida de Julián Gómez del Castillo, militante cristiano pobre, no hubiese sido la misma sin la firmeza y dignidad de su madre, la señora Lola y la entrega de su padre.


«Cada día doy más gracias a Dios porque mi padre diese la vida en las luchas sociales», diría Julián. Su padre murió cuando éste era sólo un niño.


Tampoco Guillermo Rovirosa, hubiese llegado a ser quien fue sin la fe de su madre, y el amor a la verdad de su padre. Guillermo cuenta en su autobiografía cómo su padre, cada vez que éste hacía una fechoría, le sentaba en sus rodillas, le abrazaba, le miraba… Y esperaba que el niño fuese diciendo toda la verdad… El niño se sabía perdonado desde el principio, sabía que el padre sólo quería que reconociese lo que había hecho mal, y que no lo volviese hacer. El amor por la verdad fue la herencia que recibió Guillermo de su padre. Y su relación con él, no cabe ninguna duda, que influyó posteriormente en su relación con Dios. Hoy está en proceso de beatificación.


Chico Mendes, el seringueiro brasileño, asesinado por luchar por la justicia, reconocía que la fuerza en los momentos más duros la sacaba de las historias de mártires católicos que le contaban de pequeñito sus padres.


La familia, nos dijo recientemente Benedicto XVI es «escuela de humanización del hombre». Juan Pablo II años antes diría que es «escuela de solidaridad».


El niño fundamentalmente aprende a través de lo que ve, de lo que vive, del ambiente que respira cotidianamente. Las palabras, los discursos, en el aprendizaje infantil tienen muy poca fuerza frente a los hechos.


La familia será escuela privilegiada para la vida solidaria, para la entrega y la generosidad… A condición que dentro de la misma se vivan intensamente estos valores. 


La médica italiana Beretta Molla estaba embarazada de su quinto hijo, empezó a tener problemas con su embarazo, sabía que peligraba la vida de su hijo, y la suya propia. En el momento del parto tuvo que escoger, entre salvar su vida o la del niño por nacer. El mejor regalo que pudo dejar esa madre a todos sus hijos, fue su entrega, el darles un hermano, a cambio de dejarles huérfanos. Hechos como esos marcan toda una vida. Transforman al hombre. Transforman el mundo.


Que haya personas sin miedo a entregarse, que haya gente capaz de dar la vida por otros es revolucionario. Verdaderamente revolucionario.


Nos tendremos que preguntar si será precisamente por eso que con tanta fuerza desde el poder y desde todos sus medios de propaganda se quiere imponer a las familias la cultura de los DERECHOS frente a la cultura del sacrificio por amor.


Frente al servicio, culturalmente se impone la búsqueda del propio placer y realización personal, casi a cualquier precio. Frente a la entrega por los otros, se impone la justificación del egoísmo, especialmente ahora del egoísmo de género.


Vivamos en nuestras familias y con otras familias la entrega, el compromiso en la lucha por la justicia. Vivámoslo sin miedo. Vivámoslo en radicalidad.


El mundo entero, y también nuestros hijos, necesitan la solidaridad como mejor herencia.


Nuria Sánchez Díaz de Isla
Militante del Movimiento Cultural Cristiano y del Partido SAIn