La SONORA SOLEDAD de SAN JUAN de la CRUZ

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Escribe Jiménez lozano: Estos versos componen uno de los más altos poemas jamas escritos, y Juan de la Cruz los ofrece como ´Avisos y reglas´…

Por José Jiménez Lozano

«¿Volveré a decirlo? Para llegar allá,
Para llegar a donde estás, para salir de donde no estás
Debes ir por un camino donde no existe éxtasis.
Para llegar a lo que no sabes,
Debes ir por un camino, que es el camino de la ignorancia.
Para poseer lo que no posees,
Debes ir por el camino de la desposesión.
Para llegar a lo que no eres,
Debes pasar por el camino de tu no ser.
Y lo que no sabes, es lo único que sabes,
Y lo que es tuyo es lo que no es tuyo.
Y donde estás es donde no estás».



«East Coker», el poema al que pertenecen estos versos es el tercero de los poemas que componen los Cuatro Cuartetos, de Tho mas Stern Eliot, uno de los grandes poetas de nuestro tiempo, y, en estos sus versos, retumban profundamente, como una piedra que cae en un pozo hondo, el espíritu y casi la letra de los versillos o advertencias radicales que Juan de la Cruz incluyó en el capítulo XIII de la primera parte de su libro: Subida del Monte Carmelo.

«Para venir a gustarlo todo
no quieras tener gusto en nada.
Para venir a poseerlo todo,
no quieras poseer algo en nada.
Para venir a serlo todo,
no quieras ser algo en nada.
Para venir a saberlo todo,
no quieras saber algo en nada»


Estos versos componen uno de los más altos poemas jamas escritos, y Juan de la Cruz los ofrece como «Avisos y reglas»: una especie de explanación poética del extraño dibujo que puso al comienzo de este libro de la Subida del Monte Carmelo para ilustrar la doctrina del despojamiento absoluto en él inscrita.

«Para venir a lo que no gustas,
has de ir por donde no gustas.
Para venir a lo que no sabes
has de ir por donde no sabes.
Para venir a lo que no posees
has de ir por donde no posees.
Para venir a lo que no eres,
has de ir por donde no eres.


La grandeza de Juan de la Cruz en el universo de la cultura humana está, desde luego, en su poesía, pero a la vez y de manera radical en su teoría del conocimiento de lo real, del mundo y de los hombres, y en el silencio despojado y densísimo con que apunta a lo Real Ultimo, o en los resplandores de su encuentro en la noche y en la llama, en el jardín y la ínsula.

Mucho más allá que los grandes maestros de la sospecha: Nietzsche, Mano y Freud -ellos mismos ya sospechados en este instante-, Juan de la Cruz ha construido instrumentos del conocer y el desconfiar, de pensar y contrastar para huir engaños e ilusiones en busca de lo que es último, y ha rodeado de
silencio a lo indecible. «De lo que no se puede hablar, hay que callar», como dice Witigenstein, que tanto le ha admirado. O, como el propio Juan dijo a sus frailes, en una ocasión, para apartar sus ojos de la vana curiosidad de ver:

«No hemos venido a ver, sino a no ver»

Y esto mismo es lo que nos ocurre con su vida: lo que no vemos en ella será lo que veamos. Sus adentros.


Publicado en Solidairdad.net: 2004-10-15