La Teoría de la estupidez

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Rainer Uphoff, periodista y empresario

Soy estúpido.

Sin este reconocimiento no tendré la humildad de escuchar las profundas reflexiones de Dietrich Bonhoeffer, teólogo alemán, que fue encarcelado por los nazis en 1943 y ejecutado unos días antes del fin de la guerra, en 1945. Durante este periodo, Bonhoeffer reflexionó sobre el estado de su país y las raíces de su decadencia moral. Al observar los crímenes e injusticias de los nazis, quiso comprender su fuerzas subyacentes. En un mundo en el que el mal ocupa a menudo el centro del escenario, existe un enemigo del bien aún más peligroso. Según Bonhoeffer, la estupidez es una amenaza mayor que el mal, no es una medida de la inteligencia sino una categoría de moral política.

Ya los antiguos griegos habían acuñado el término “idiota” para los individuos que no asumían sus responsabilidades ciudadanas y políticas. Sin duda, estas reflexiones siguen siendo de rabiosa actualidad en esta violenta transición del régimen woke del progresismo neoliberal a matonismo neofeudal del nuevo reparto del mundo. Si el “wokeismo” nos había estupificado con relatos del constructivismo social, esperemos que la repentina violencia global ya imposible de maquillar nos “despierte” de verdad.

Bonhoeffer observó cambios en el pensamiento y el comportamiento de muchas personas en función de los discursos ideológicos dominantes. Se dio cuenta de que no era principalmente la maldad lo que conducía a los actos criminales contra la humanidad, sino una peligrosa forma de ignorancia, a la que llamó estupidez. Su Teoría de la Estupidez trata de la diferencia entre estupidez y malicia y examina las consecuencias sociales y morales, como un problema sociológico y moral. Define la estupidez como rechazo consciente a reflexionar y pensar de forma crítica.

Observó que, en determinadas circunstancias, la estupidez se propaga como una epidemia que infecta de forma profunda a amplios sectores de la sociedad, a las personas identificadas con grupos y masas. En cambio, los individuos (entendidos como personas formadas a través de diálogos autocríticos con los demás) suelen mostrar un pensamiento más claro e independiente. Pero colectivamente, la libertad personal se borra, renunciando inconscientemente a la capacidad de pensamiento crítico.

Este fenómeno se ve especialmente exacerbado por regímenes totalitarios y grupos religiosos muy seguros de sí mismos, en los que se suprime la duda existencial, previa a todo pensamiento independiente, y se premia la conformidad.

Las consecuencias de la estupidez colectiva son devastadoras. Las personas anuladas por ella se vuelven obstinadas, se cierran a otras opiniones y perspectivas y se aferran a eslóganes y propaganda. Pierden la capacidad de pensar por sí mismas y, por tanto, de asumir responsabilidades morales. Esta estupidez puede llevarlos al extremo de hacer el mal sin siquiera reconocer su verdadera naturaleza.

La implantación social de la estupidez está ligado siempre al ejercicio de un poder totalitario

La implantación social de la estupidez está ligado siempre al ejercicio de un poder totalitario. El poder no sólo tiene la capacidad de corromper, sino también de enajenar el juicio de las personas para apropiarse de él. Cuando un individuo pasa a formar parte de una estructur de masas o un grupo identitario construído por dicho poder, su responsabilidad individual desaparece y se convierte en una herramienta al servicio del colectivo.

Por tanto, la estupidez es una forma de deshumanización deliberada. Cuando un individuo renuncia a pensar, deja de ser sujeto para convertirse en objeto, en herramienta de una ideología o de un sistema de poder. Esto contrasta con la filosofía del humanismo cristiano, base de las democracias sociales europeas, que considera el pensamiento crítico como condición necesaria para garantizar la dignidad humana, inalienable por ninguna ley estatal.

¿Por qué la gente elige la estupidez? No surge de una falta de inteligencia, sino de una falta de voluntad para actuar. La gente se aparta de la libertad y elige la seguridad de mimetizarse con el grupo identitario, la peña ideológica o la “masa” (intento de sentido de pertenencia de último recurso del hombre solitario moderno), en lugar de aceptar la inseguridad que conlleva el pensamiento libre e independiente.

Por tanto, la estupidez es resultado de la cobardía inmoral ante la toma de decisiones arriesgadas y el miedo o la pereza para protagonizar la vida individual y comunitaria, actuando en consecuencia con dichas decisiones morales. Las personas estupificadas mediante el debilitamiento emocional, moral y político consumen ideas sin escrutinio crítico, incapacitadas ya para reconocer y oponerse a las verdaderas injusticias y la inmoralidad. Llama la atención el paralelismo con los principales vectores de seducción y ataque a la persona de las redes sociales.

Bonhoeffer reclama el cultivo de la responsabilidad moral de luchar contra la estupidez, creando entornos que fomenten el pensamiento crítico, la independencia (casi podríamos interpretar su concepto como “autogestión”) personal y comunitaria y la integridad moral, para así construir espacios de libertad tanto externa como internamente.

En una sociedad en la que la gente está siendo manipulada para aceptar ideologías sin cuestionarlas, la liberación externa significaría minimizar el impacto de los canales de transmisión de estos patrones de pensamiento y facilitar la exploración de perspectivas diferentes a las hegemónicas.

Libertad exterior significa tener capacidad de liberarnos de sistemas represivos que limitan nuestro pensamiento y disminuyen nuestro potencial humano. En una sociedad en la que la gente está siendo manipulada para aceptar ideologías sin cuestionarlas, la liberación externa significaría minimizar el impacto de los canales de transmisión de estos patrones de pensamiento y facilitar la exploración de perspectivas diferentes a las hegemónicas.

Libertad interior, por su parte, exige que las personas asuman la responsabilidad integral de sus pensamientos, (pre)juicios y acciones. Esta liberación interior requiere el valor de analizar autocríticamente las creencias personales, examinar su validez y sacar conclusiones propias basadas en la razón y la evidencia.

Liberarse de la estupidez exige aceptar el camino de la auto-ilustración, necesariamente doloroso por obligar a enfrentarse a los propios miedos, dudar de las propias convicciones y afrontar las propias inseguridades. Sólo así las personas profundamente heridas de nuestros tiempos dejarán de compensar sus debilidades personales con mentiras proyectadas hacia un colectivo imaginario que las declara verdades para así reconfigurar la autoconfianza destruida con estructuras, reflejo de los intereses del poder totalitario del momento.

En nuestro mundo, donde Influencers banales y medios de comunicación “propiedad de…” moldean opiniones y personalidades, la Teoría de la Estupidez de Bonhoeffer es tan actual como durante el nacional-socialismo. Psicológicamente, las personas tienden a buscar realidades que les ofrezcan respuestas sencillas y una sensación de seguridad. Filosóficamente, sin embargo, tal comportamiento conduce al aislamiento y estancamiento humano, intelectual y espiritual. El pensamiento crítico, subraya Bonhoeffer, se convierte en el deber moral de todo individuo, individualmente y como «ciudadano» de cada entorno social.

Sigo siendo estúpido. Pero sólo reconociendo que lo somos, podemos encaminarnos a construir una sociedad libre desde el diálogo real y no dominada por unos “listos” que creen en las verdades de sus respectivas ideologías con fervor proselitista o a cambio de unas buenas subvenciones.