La trata de seres humanos, el trasplante clandestino e inmoral de órganos, el uso comercial de personas, especialmente de mujeres y niños, las nuevas y viejas esclavitudes en el mundo del trabajo…la Iglesia se pone manos a la obra en la lucha contra las distintas formas de esclavitud.
La trata de seres humanos, el trasplante clandestino e inmoral de órganos, el uso comercial de personas, especialmente de mujeres y niños, los ha conocido el Papa Francisco desde que era joven, como sacerdote, como obispo auxiliar, arzobispo, cardenal y más aún como Papa, contemplando a diario la miseria, la profunda miseria constitutiva de una sociedad mira hacia otro lado.
Tras dos encuentros internacionales realizados en la Pontificia Academia de Ciencias y de Ciencias Sociales, a cuyo frente está el arzobispo argentino Marcelo Sánchez Sorondo—el mundo comienza a entender que se trata de un crimen de lesa humanidad, y que no basta la buena voluntad para detenerlo: es necesaria una acción conjunta, que no eluda ninguna realidad, que influya en las políticas tanto públicas como económicas, y ponga fin a esta esclavitud que, además, está tomando nuevas formas de acción.
Crecen otras formas de trata
Así lo indica el reciente Informe Mundial sobre la Trata de Personas publicado por la Oficina de Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito (UNODC) en donde se indica que aunque la trata con fines de explotación sexual sigue siendo mayoritaria, 40 por ciento de los casos registrados en este periodo fueron objeto de trata con fines de trabajo forzoso y esclavitud (fabricación, limpieza, construcción, etcétera). También ha aumentado el número de víctimas con fines diferentes a los anteriores (por ejemplo, combate armado o mendicidad forzada).
Si bien es cierto que no existe prácticamente región del planeta que no conozca este crimen, lo cierto es que existen diferencias notables entre las zonas geográficas de la superficie terrestre. Mientras que en Europa y Asia Central (66 por ciento) y África y Oriente Próximo (53 por ciento) el principal fin es la explotación sexual, en el resto de Asia es el trabajo forzoso (64 por ciento). En América, los porcentajes son prácticamente idénticos en ambos tipos de trata, lo cual delata una tendencia más pronunciada hacia lo que se podría llamar “trata laboral” o «esclavitud laboral», que en muchas ocasiones no es reconocida como trata, sino como «oportunidad de trabajo»
Fuente: Aleteia
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Navidad 2014